CENTENARIO DE LA LEGIÓN (80-14) ¡OH CÁROL!¡OH LEGIÓN! Caballero Legionario Aníbal Snoid Muguruza

Supongo que es una canción que nada tiene que ver con mi época, pero como pude comprobar el otro fin de semana en el último reencuentro de veteranos en Melilla, conmigo por lo que veo tiene que ver…¡Y mucho!

¡Oh Cárol! Era una canción de la conocida pareja artística » El Dúo Dinámico». Canción que intuía como  muy idílica en lo que pudo suponer por ejemplo durante el  noviazgo de mis progenitores, que de solo imaginar cómo eran capaces de soñar tanto con tan poco, a mí sinceramente me parecía mucho.

Hace veinte años mis pasos eran autores de un postrimero paseo sobre lo que fue mi hogar durante casi un lustro por esa misma explanada donde se realizaban las formaciones.

Cada zancada por aquel tercio en aquel instante, era un adiós con la mano a tantos y bellos momentos y porque no decirlo, también muy duros.

Cada paso era una lágrima contenida y en algún momento se convertía en arsenal, haciendo acopio de  dolor en el alma por tener tan poco tiempo para decir adiós a tanto y que en algún momento, era incontenible y salía al exterior en forma de lágrimas mudas que recorrían mi semblante más serio y alicaído que nunca.

Al pasar por el mesón del Legionario para enfilar la última andanada que no quería recorrer, de la sala de la peluquería donde el cabo primero Carrillo cortaba el pelo reemplazo tras reemplazo, una alegre y melancólica melodía salía por su ventana, como intentando pasar su mano por mi hombro para reconfortar mi pesadumbre de forma infructuosa.

Era la citada canción ¡Oh Cárol!

Ni que decir tiene que poca o ninguna atención la presté aquel día, no tenía yo lo que se dice vulgarmente «el chichi para farolillos» en esos momentos.

Estaba haciendo de Juan Simón como en la canción de Juanito Valderrama, enterrando lo más querido que tenía siendo yo el único enterrador por esos lares y aquella alegre melodía, no me sonaba sino a póstumo epitafio de lo menos generoso que se le cabe suponer a las múltiples combinaciones que pudiera ofrecer el pentagrama musical.

Cada paso era un martillazo en mi memoria. Por muy perdida que fuese, cada mirada  evocaba de forma ineludible a algún momento, a alguna anécdota allí donde se posase fuese cual fuese el rincón en apariencia más insignificante.

Aquella calle anexa a la pista americana, donde tantas veces desfilé a paso lento ensayando con la escuadra de gastadores  para la Semana Santa hasta el ocaso del sol en interminables jornadas.

O aquella otra  del mesón del legionario, donde mi querido cabo Bahaga nos hacía desfilar a lo largo de la misma con el tronco en cruz empapado en agua que tenía varios días sumergido en la piscina para aumentar su peso y así fortalecer los hombros y brazos y que aquel Cristo, llegada la procesión no pareciese llevado por brazos legionarios sino flotante en la excelsa deidad propia de alguien de su talla.

Un incesante repicar de momentos que por su cadencia y el eco que producía en mi memoria, emulaban a campana tocando a  nupcias pero que por el sentir en aquel amargo trance para mí…tan solo sonaban a muerto en mi interior.

La suave brisa africana, acariciaba mi cara y se filtraba entre mi larga y poblada barba como intentando llevar parte de mi aura allí donde pertenece y contemplaba como en una  invisible bruma, el aire la empujaba cual nube elevándose buscando la cima del monte Gurugú. Ese en el que mi joven mirada con impresión colonial, se posaba y perdía tras cada arriado de bandera, tras cada toque de oración por todo lo que albergaba por tantas miradas legionarias que allí también se perdían fundiéndose en una, engalanando las faldas de aquella loma con todas las elucubraciones y sueños de todos los que me precedieron a los que entonces, se sumaban ahora los míos.

En aquel arduo tramo de tránsito, entre la tristeza apabullante que asolaba mi cabeza rompían de modo insolente haciendo acto de presencia sin requerimiento ni permiso alguno, todos esos momentos y risas a la vez, todas esas muchas carcajadas en tropel con mis hermanos de escuadra y ese inolvidable fuerte acento africano de mi querido y añorado cabo, contando chistes absurdos que su verdadera gracia residía precisamente en lo surrealista de los mismos, que en otro contexto solo hubieran causado perplejidad en quien los escuchase  por el sinsentido pero al que aquel acento númida fonéticamente ininteligible a veces, les proporcionaba la ironía del más propio Gila o Eugenio cómo si de otro nuevo maestro del humor se tratase.

Allí refrescábamos nuestras gargantas de tan tediosas sesiones en la que la salitre por el sudor, era constante compañera tanto en el  cuero del correaje  como en el uniforme sarga.

Y allí estaba yo este fin de semana repitiendo ese tramo de camino que tan  angosto me resultó hace dos décadas. Con igual sensación pero distinto sentimiento consolándome de  reconfortante forma rotunda, que siempre es mejor poder mirar atrás para aseverar con toda certeza, que alguna vez en un recodo de tiempo muy concreto fuiste  feliz. Y digo reconfortante porque siempre es mejor eso, que no tener donde mirar.

Como digo la sensación era idéntica pero el sentimiento…¡No!

Acompañé a mi viejo cabo durante toda la jornada, entrado ya en años y con la ayuda de una muleta y tomado él del brazo de su fiel  amigo y compañero que hacía las veces de otra muleta sin caer en la compasión sino abandonado a la sensación de privilegio, de ayudar a quien tanto me aportó y enseñó, a mi verdadero paradigma de Legión, recorriendo ese mismo tramo en la mejor compañía que uno pueda desear.

La misma bruma volvió para acariciar mi cara de nuevo con la misma sensación, como si aquella cosecha de aire me hubiera sido reservada esperando para devolver lo que quedaba de aquella época al lugar que pertenecía por ser su génesis por antonomasia… pero no hay bruma ni viento que pueda arrastrar tanto de una vez.

El sentimiento era otro y no invitaba más que al optimismo tras observar a la actual escuadra de gastadores de la I bandera.

Todo caras jóvenes, completamente desconocidas para mí pero que nos resultaban muy familiares por el vigor y la vehemencia intrínseca de la edad, que otrora se dibujó en nuestras caras y ahora ese lienzo renovado, se reafirmaba en el ímpetu de los legionarios que contemplaba no sin envidia sana, engalanarse con los mismos correajes y manoplas que hace 20 años vestíamos mi cabo y yo para lucir ahora en distinto marco.

Puede que sea una lección tardía pero siempre es mejor aprender tarde que no aprender jamás.

Mucho dista La Legión que pude observar de la que yo viví en cuanto a las maneras, algo que es perfectamente comprensible pero en lo que se refiere a las formas, pude ver que la actitud es un leitmotiv constante y es entonces cuando comprendí, que La Legión es pura química y que su principal virtud, reside en la capacidad de transformación sin perder sus principios activos, manteniéndose invulnerable sin perder su auténtica esencia.

Me resultó cuando menos curioso que tras cinco lustros, la única diferencia allí la aportaba yo.

Yo y mi querido cabo, ambos haciendo gala de canas y arrugas con total altivez pero completa humildad rendidos ante la satisfacción de que nuestro legado seguía intacto.  De que el legado que a su vez recibimos y depositamos, de alguna manera mantenía el mismo temple con el que se forjó.

De que los rasgos propios de la edad, sonreían satisfechos al comprender que nuestra raza, la raza legionaria, lejos de morir se renovaba para regenerarse en distinto ciclo y espacio de tiempo, pero con el sello perenne e inmortal legionario marca de la casa de esta religión de hombres honrados.

Y era de admirar y de una reconfortante sensación esperanzadora, como los actuales legionarios lejos de ver en la persona de mi cabo y mía a unos «legionariosaurus» más aptos para embalsamar o meter en formol, veían en nosotros la comitiva precedente que hacía posible su existencia y así se solapaban los años para llegar al día de hoy.

Dicen que el tiempo todo lo cura, que todo lo puede pero como pude observar, no siempre el tiempo puede con todo.

El tiempo no ha podido y no será porque no lo ha intentado, variar lo más mínimo el espíritu legionario que como he podido comprobar al más puro estilo de Santo Tomás, permanece inalterable y es así como ciclo tras ciclo,  hemos llegado al siglo de historia.

Tras esa embriaguez de emociones y recuerdos, el domingo quedé con otro antiguo compañero cuyo rango, no le hace distante para con los suyos y así disfruté de su mano tras un fructuoso paseo por Melilla «La vieja» en que de forma entusiasta, me hizo de guía y nos despedimos con la fuerza de un hasta siempre pero con la naturalidad de un hasta luego.

Era de agradecer y elogiar, como tras su reciente viudedad con un dolor aún palpable en la mirada que a duras penas disimulaba, se esforzaba en esbozar una sonrisa dando ejemplo fehaciente de lo que un día él mismo me enseñó y por lo cual me reprendió…»un legionario que no está contento, no es un legionario de verdad».

Tras dejarle me senté en la plaza España en un cafetín y mientras meditaba e intentaba poner orden a todas las elucubraciones que me asediaban en ese momento, una canción empezó a sonar… Era ¡Oh Cárol!

Y esta vez puedo asegurar que sí que la presté atención al ser consciente, de que la vida constantemente nos guiña el ojo invitando a la sonrisa para decirnos, que nada es casual y que todo ocurre por algo.

Aquella letra a la que sí presté atención y mucha esta vez rezaba así:

«¡Oh Cárol! Loco estoy por ti, más si me dejas que será de mí.

¡Oh Cárol! Por tu amor lloré, si no me quieres, yo me moriré.

Nunca llegaré a querer a otra, como te amo a ti, di que no piensas ya jamás partir.

Siempre te amaré querida mía, con ferviente ardor.

¡Oh Cárol! Yo te doy mi amor».

Y entonces, ese guante que me arrojaba la vida invitándome a sonreír, con sumo gusto lo recogí y vaya que sonreí.

Sonreí al darme cuenta que aquel día, en aquel paseo que yo califiqué de  póstumo con aquella canción que yo creí de  estrofas fúnebres, aquella Cárol no se refería a ninguna fémina, aquella Cárol era mi querida y amada Legión. Ese amor que se convertiría en platónico, se me insinuó sin yo percibirlo y dejó grabado en el árbol invisible de recuerdos que se erguía en medio de aquella explanada, las iniciales de este anónimo legionario entrelazadas con las de mi querida institución, aquella que forjó al hombre que hoy suscribe y nunca dejó de suspirar por ella.

Han hecho falta veinte años para cerciorarme  pero no era la canción ¡Oh Cárol!…

ERA LA CANCIÓN ¡OH LEGIÓN!

Caballero Legionario Aníbal Snoid Muguruza.

Tercio Gran Capitán I de La Legión

I bandera primera compañía.

Blog: generaldavila.com

15 marzo 2020

5 pensamientos en “CENTENARIO DE LA LEGIÓN (80-14) ¡OH CÁROL!¡OH LEGIÓN! Caballero Legionario Aníbal Snoid Muguruza

  1. Caballero Legionario Aníbal Snoid Muguruza, me perdonara que le tutee, pero solo lo hago por mis muchos años, pues para mi se merece el Excmo. Sr.
    Debes estar orgulloso de ti mismo, lo que relatas hoy, es pura poesía, pocos pueden lograr y expresar sus palabras como “tu “ lo haces, la Legión puede presumir de personas como tú, eso solo lo puede hacer alguien feliz de su pasado. Dios te bendiga.🇪🇸🇪🇸🇪🇸

    Le gusta a 1 persona

  2. Con permiso de Vuecencia, mi General. Caballero Legionario Aníbal Snoid. Según iba leyendo su (Desde ahora tu, soy bastante mayor) emotivo relato también aparecieron recuerdos. ¡Oh Carol! era la canción que todos los soldados dedicaban a sus novias en un programa de radio que una emisora dedico (No recuerdo cual) a todos los que estaban luchando en la olvidada Guerra de Sidi Ifni.
    Vayan mis felicitaciones por TU maravilloso relato, alguna lagrima de viejo se escapa, los Legionarios también lloran.
    ….donde el caído lloró angustiado, donde el hermano la vida dio…
    Gracias. ¡Arriba España y viva La Legión!. Julio de Felipe

    Le gusta a 1 persona

  3. Gracias Mi General, por subir este emotivo recuerdo del Legionario Aníbas Snoid. Viva la ;Legión. y saludos para todos.

    Me gusta

  4. Caballero Legionario D. Aníbal Snoid Muguruza.

    Permítame felicitarle por su hermoso y emotivo testimonio, de una calidad literaria excepcional.

    Un saludo a todos.
    Pedro Dalmau

    Me gusta

  5. es usted el mejor , siempre a su altura y en posicion, sus mejores letras…. cuando no las prepara y le salen del corazón ,a sus órdenes mi cabo , respetaré su anonimato pero ya sabe lo que pienso de ello , al cesar lo que es el de cesar

    Me gusta

Deja un comentario