EL EJÉRCITO PERDIDO. Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

Puede que estemos ante una epopeya. La primera entre los hombres que adopta carácter mundial y que no significa, por ahora, enfrentamiento de unos contra otros, sino contra algo que creíamos insignificante, desconocido para esta mayoría que solo cree en lo que ve y por tanto ha dejado de ser heroica y primitiva.

Troya era el paso, la fortaleza que dominaba el camino de Europa a Asia. Allí se inicia la historia, al menos el relato de la más fantástica batalla del ser humano en la que los protagonistas son invariablemente las pasiones y los dioses; que es lo mismo.

Se desarrollan en un latido entre el amor y el odio, la vida y la muerte, y no hay virtud o maldad que no tenga su protagonismo sin más juicio que la constatación del paisaje que ofrece el campo de batalla, único lugar donde les es posible vivir. Todos mueren, pero antes han dejado su huella en un gesto final que nadie reprocha ni juzga, sino que conceptúa una realidad que nada ha cambiado -siglo VIII a. C.- hasta nuestros días.

Las mismas pasiones y los mismos dioses que llevaron y llevan a los hombres a la guerra. En lo que más se ha esforzado el hombre en su historia ha sido en aprender a hacer la guerra. Por encima de aprender a morir aprendimos a matar y desde entonces se canta al amor, a la vida y se alaba la gloria y el honor. En ese escenario permanente surge el sacrificio voluntario de los defensores de la Patria, el honor, la cobardía, los duelos, las violaciones, las angustias, la vanidad, el egoísmo…, todo está y se refleja en el campo de batalla. Héroes y villanos son la misma cosa y quedan reflejados en los dioses que actúan y de los que se alimentan hasta encontrarse en la soledad del Hades.

Todo el poema gira alrededor de la ausencia. Nada podrá conducirse sin el guía, el poderoso Aquiles con su fuerza y poder. Todos luchan con coraje, pero son sustitutos, no son el héroe de la victoria cuya ausencia provoca la muerte de sus guerreros más valientes.

Así será desde que Homero escribió La Ilíada. Todo sigue igual. Nada ha cambiado. Todo quedó en sus cantos proféticos sin que ni siquiera las armas hayan variado. Empieza todo con una peste que sale de las flechas de Apolo y termina con la vejez suplicando poder sepultar a la juventud atrevida.

La ausencia prima sobre el relato: Aquiles. El guía hacia la victoria.

Siglos más tarde un ejército perdido se encuentra en la misma situación.

<<¡Demostrad que sois los mejores capitanes y más dignos de guiar ejércitos que los propios estrategos!>>: La Retirada de los Diez Mil. Un puñado de hombres desorientados, sin moral, quizá sin valor, lograron atravesar el Imperio con el ejemplo y la autoridad de quien ocupó aquella ausencia con su ejemplo: <<Entretanto, Jenofonte se paseaba a caballo entre las filas arengando a sus hombres: “¡Soldados, pensad que estamos corriendo hacia Grecia, hacia vuestras mujeres e hijos; haced ahora este pequeño esfuerzo y no habrá más lucha en lo que queda de camino!”. Entonces Sotéridas de Sición replicó lo siguiente: “No estamos en igualdad de condiciones, Jenofonte. Tú vas a caballo y yo estoy completamente destrozado a fuerza de llevar el escudo”. Cuando Jenofonte oyó sus palabras, se bajó del caballo, lo arrastró fuera de la fila y, arrancándole el escudo, prosiguió las marcha con él en las manos lo más deprisa que pudo, todavía llevaba encima la coraza de jinete, con lo que soportaba un enorme peso>> (Anábasis III 4.46-49).

Nada ha cambiado desde Homero, aunque -puede- jamás existió.

La historia sigue siendo un constante percibir la ausencia. Nótenlo ustedes.

Unas veces Aquiles, otras fue Jenofonte, Anábasis. Ahora también: la ausencia nos hace más débiles.

Hemos evolucionado hacia la catábasis. Lo avisó el mensajero en Orestes: <<Porque así es la casta. Los heraldos saltan siempre del lado de los afortunados. Amigo de ellos es todo el que tiene poder y ocupa cargos en la ciudad>>.

Y surge de la boca del Orestes de Eurípides el mayor insulto que recoge la literatura de todos los tiempos: <<¡Oh tú, que, salvo para conducir un ejército en pos de una mujer, para nada más sirves!>>. Nada hay escrito que recoja tanta humillación.

La ausencia de un guía se hace patente y cada vez es más necesario que alguien se baje del caballo, arrastre al triste y al llorón fuera de la fila, y arrancándole el escudo prosiga la marcha con él en las manos lo más deprisa que pueda, aún soportando un enorme peso, el suyo propio y el de los demás.

Su ausencia es el culpable de todo.

General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

Blog: generaldavila.com

Publicado el 16 abril 2020

14 pensamientos en “EL EJÉRCITO PERDIDO. Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

  1. A las órdenes de V.E., mi General.

    Así fue siempre, es y será. La culpa de todos los desastres y derrotas más humillantes, la ausencia de un Jefe con carisma y prestigio que, con su sabiduría y ejemplo, conduzca a sus soldados a la victoria y no dé cuartel al enemigo ni se deje seducir por cantos de sirena. No me atrevo a calificar el hecho de abandonar o entregar la posición al enemigo si haber gastado ni siquiera un cartucho de fogueo.

    ¿Por que siempre tendrá que haber de por medio una mujer?. ¿Es que desde que Dalila hizo dormir a Sansón con el vino, o a saber qué bebedizo envenenado, y le cortó el cabello, parece que no hay hombre que sea imbatible.

    ¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

    Le gusta a 3 personas

  2. General, no hay artículo suyo que no lea con atención y verdadero deleite, pero el de hoy sin duda lo ha bordado y con letras de oro.
    ¡Qué relato más elegante para señalarnos una verdad y una solución, tal vez la única solución!
    Reciba mi agradecimiento.

    Le gusta a 4 personas

  3. En efecto mi General, que esta tierra nunca faltole buenos vasallos más si buenos señores.
    Pero para ser líder hay que ser ejemplo, espejo donde mirarse y aquí solo cantan misa y sueltan sermón los que más pecan puesto que lo que se dice se hace pero lo que se ve, se imita.
    Gracias por utilizar de fondo la Odisea de los 10.000 de Jenofonte por ser una de mis favoritas de la historia clásica .

    Le gusta a 3 personas

  4. No puedo estar más de acuerdo estimado amigo, pero dudo que tengamos un General, Capitan, politico o ciudadano con ese valor Un gran abrazo

    Joan

    Le gusta a 3 personas

  5. Magnífico su comentario Mi General. Nos ha recordado la Ilíada, y desde entonces, se vuelve a repetir periódicamente lo mismo. Hay buena gente, pero hace falta un líder que nos lleve por el buen camino, ¡Pero donde está! Los hay, pero no se que les está ocurriendo, mientras España está agonizante. Muchas gracias y saludos para todos.

    Le gusta a 3 personas

  6. Difícil relato, magnífico relato y que triste relato. Mi General ha puesto el dedo en la llaga, ESPAÑA.
    ¿ Donde hay un líder, donde está El Líder, existe ese líder ? . He aquí el problema. Rajoy no lo fue, su papel fue otro y lo arregló, cumplió a medias.
    Se repite siempre la Historia, y en esa estamos. Muchos podrían mandar, pero solo uno, puede triunfar y ahora lo necesitamos, debe dar un paso al frente y subirse a la “ Palestra”, lo seguiremos con los ojos llenos de júbilo.🇪🇸🇪🇸🇪🇸

    Le gusta a 2 personas

  7. Apreciado General Dávila.

    Magnífico su artículo de hoy. En el nos recuerda, al igual que hiciese Montaigne en sus ensayos, que todo el saber y todas las respuestas se hayan en los clásicos. Sólo hemos de consultarlos.

    Pero qué guía podemos esperar que, predicando con el ejemplo, encabece la marcha hacia la prosperidad y el progreso.

    Quedan acaso héroes como antaño, capaces de dirigir a sus tropas en una marcha de más de 100 Km, sin apenas descansar, para luego embarcar en auxilio de sus compatriotas sitiados?

    El último gran guía que tuvimos, aquél que nos trajo la democracia, la concordia, la prosperidad y también el respeto de todos los países, ahora se haya en el exilio, ante el silencio cómplice de muchos de aquellos que antes le adulaban. Vituperado y escarnecido, juzgado de antemano por miles de compatriotas que antes vitoreaban su nombre. El silencio nos hace cómplices de la ignominia.

    No se ver a ningún otro guía dentro del actual panorama político con esa capacidad de bajarse del caballo y afrontar esa larga y amarga marcha como hizo en su momento nuestro Rey Emérito D. Juan Carlos I. Que quiso y reinó para todo los españoles sin distinción de clase, procedencia, credo político o religioso.

    Más bien da la sensación de que nuestros políticos se hayan en el camino opuesto: Disolver la marcha, dispersar las tropas, dividir el territorio y el botín (si es que a estas alturas queda algo dentro de la saca).

    Sin duda alguna su Majestad D. Felipe VI podría y lo haría pero… Se le permitiría?

    Es lo que nos merecemos? Votamos y esto es lo que hay… Lo que el pueblo soberano decidió.
    Quizá si, en un futuro, podemos volver a votar y lo hacemos con coherencia, veamos surgir a ese guía o guías que nos saquen del atolladero. Si no, únicamente nos quedará seguir el consejo que la sultana Aixa dio a Boabdil el Chico.

    Un saludo afectuoso a todos.
    Pedro Dalmau

    Le gusta a 2 personas

  8. Con permiso de Vuecencia, mi General. Su exposición basada en la mejor literatura clásica muestra perfectamente la situación que padecemos, necesitamos un jefe que nos arrastre a la victoria, si tarda mucho en surgir seremos derrotados por aquellos que lo fueron hace ochenta años. ¡Españoles despertad! el enemigo nos está empujando al abismo y a la ruina moral y económica. ¡Arriba España y viva La Legión!. Julio de Felipe

    Le gusta a 2 personas

  9. Mi General, .¡¡¡Chapeau!!!
    Lo ha bordado. Felicidades por esa pluma.
    Lo que sí se nota en las colaboraciones ,es una toma de conciencia de que el estar desnortados, solo nos puede conducir al abismo.
    Hemos puesto un circo, y nos han crecido los enanos.
    Pululan por doquier, y necesiatan una mano , que no se ve , para que entren en razón .
    Cada dia cuesta más y es más dificil..
    Saludo con taconazo. ¡¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!!!!!!!!!

    Le gusta a 2 personas

  10. Me hubiese gustado ver a Jenofonte, desde el principio, dirigir a los 10.000 a pie y con escudo. Hubiese sido lo justo.
    Y de haber sido Aquiles ya me hubiese inmortalizado el talón, para de esta manera, combatir en mil batallas de forma segura.
    Saludos.

    Me gusta

Deja un comentario