Aunque la mayoría prefiera las ilusiones falsas a la realidad, España se desliza hacia un desastre económico y social sin precedentes, cuyo momento culminante será la quiebra de las cuentas públicas, a partir de la cual nos espera, “un largo valle de sombras”, donde van a hacer agua todas las grandes conquistas sociales de los últimos años, desde la clase media, al sistema de pensiones, pasando por sistema nacional de salud y las prestaciones a los parados. Es evidente que la incompetencia oceánica, el sectarismo radical, y la carencia absoluta de sentido del Estado han acelerado el proceso, pero no es el único culpable. Nuestra ruina comenzó mucho antes.
Y entonces, ¿cuándo empezó todo? El origen es claro e inequívoco: el pactismo, la frivolidad y la mediocridad de los padres de la Transición, plasmados en la locura colectiva del “café para todos”, que dio paso a un modelo de Estado económica y políticamente inviable, en el que se inventaron 17 autonomías, contrarias en su mayoría a la realidad histórica y objetiva de España; a una partitocracia totalitaria que impide la separación de poderes y somete al Ejecutivo el resto de poderes del Estado; y a un sistema electoral no representativo de listas cerradas, que prima a las minorías nacionalistas, y permite a las oligarquías partidistas, confiscar la soberanía nacional y expoliar a los ciudadanos sin que estos tengan posibilidad de defenderse.
El programa con el que el actual gobierno ganó las elecciones era incorrecto. Abogaba por el cambio de un modelo económico insostenible con sus decretazos. Dedicado a tiempo completo a la involución de España, a enfrentar a los españoles, a fomentar la homosexualidad y el aborto, al ataque sin tregua al cristianismo utilizando para ello el islamismo que aspira reconquistar Al-Andalus, a destruir el sistema de enseñanza pública que ha dejado de ser el ascensor social que fue en el pasado, y a la liquidación, en suma, de la nación española, “algo discutido y discutible”. Y así las cosas, los indicadores de oferta, consumo de las familias y mercado laboral, en lugar de estabilizarse, muestran nuevos retrocesos, y en el futuro inmediato se culminará la mayor subida de impuestos de nuestra historia, cuyo efecto negativo sobre el PIB, como demuestran la evidencia empírica y los modelos teóricos, habrá sido tres veces mayor consecuencia del multiplicador ¿sabrán los señores ministros qué es eso?, lo que nos hundirá de nuevo en una profunda recesión, que ya no podremos arreglar emitiendo más deuda o con menores tipos de interés.
En poco tiempo podemos estar como un país tercermundista, con el doble de tasa de paro, más del doble de funcionarios por mil habitantes (debido al aumento de interinos y asesores de libre designación), el sistema financiero quebrado y unas cuentas públicas desbocadas, un % elevado fuera del control del gobierno. Da igual lo que diga el gobierno interino y en funciones, o que muchos cierren los ojos esperando un milagro. No habrá milagro alguno. El futuro llegará inexorable, mientras la mayoría silenciosa está más silenciosa que nunca, contemplando cómo destruyen su futuro, el de sus hijos, nietos y el de las próximas generaciones.
Una de las ideas para superar la crisis es reinventar la gestión en las organizaciones. La crisis que vivimos y sufrimos en nuestros días ha hecho y está haciendo plantearse a las organizaciones numerosos interrogantes, y ha provocado que numerosas formas de gestión afloren con el fin de permitirles superar con éxito estos momentos difíciles.Uno de los pilares, a la hora de enfrentar este panorama, es el propio capital humano que tienen las organizaciones, ya que es imprescindible ser capaces de adaptarse a los cambios que, cada vez más frecuente, se producen en nuestro entorno. Es por eso que la crisis económica debe servirnos como una oportunidad para retener y cuidar, más que nunca, el talento del referido capital humano.
Las personas son el motor y resultado de las organizaciones, y por ello se deben potenciar sus habilidades y capacidades a través de la formación, la cultura organizativa, la comunicación interna, el liderazgo, la gestión del cambio y la conciliación de la vida laboral y personal.Otro de los pilares, para poder superar este tiempo de incertidumbre, es la cultura innovadora, que aunque reside en cada persona, necesita mecanismos que le hagan ser eficaz y que permitan potenciar la organización.Estos mecanismos pasan por crear climas propicios de trabajo, asignar tiempo y recursos suficientes para innovar, implementar nuevas tecnologías relacionadas con nuestros procesos claves y tener una plantilla de gente diversa pero con vocación y calidad de servicio.
El último, pero no menos importante de estos pilares, es el cliente ya que éste sigue siendo el rey (con crisis o sin ella) y, para conseguir ser eficaces y eficientes, necesitamos la demanda de los clientes satisfechos a los que podamos ofrecerles productos y servicios de valor añadido por el que reconozcan más del valor total que tienen dichos productos y servicios.Por tanto, una cosa que debemos tener clara es que el resultado de la salida de la crisis no será una vuelta al pasado, por lo cual debemos romper las ataduras a situaciones y experiencias pasadas y llevar a cabo los cambios necesarios para afrontar con firmeza ese nuevo trazado al que nos aboca la situación actual.
Todo lo anterior es válido para todo tipo de organizaciones políticas, sindicales, entidades y empresas (públicas y privadas), y por ello también a las instituciones que tienen la responsabilidad formativa: Universidades, Fundaciones Universidad-Empresa, Escuelas de Negocios, etc. Pero todo ello no será posible con una incertidumbre política como nos está tocando vivir en la actualidad, provocada por políticos incompetentes, inútiles, de bajo nivel y solo preocupados por el puesto, el sueldo, el poder y su ideología… olvidándose de lo que debería ser su prioridad: El bien común, España y los españoles.
Un fuerte abrazo a todos. Pedro Motas Mosquera
Blog: generaldavila.com
2 octubre 2019