Desde los inicios del tiempo, la libertad ha constituido unos de los temas más frecuentados en las investigaciones y discusiones académicas. Pero este es un tema que no está reservado a los eruditos, sino que pertenece al acervo de la reflexión común, en la medida en que constituye una de las aspiraciones vitales de toda persona. Hoy en día, más que nunca, la libertad se presenta como un valor y como un objetivo que debe ser conquistado: aspiramos a ser libres, a emprender nuestro camino sin ataduras, sin coacciones y sin restricciones que pudieran mermar nuestra autenticidad, nuestra identidad.
La vinculación entre la libertad y la autenticidad encuentra sus fundamentos en la Modernidad y en las transformaciones políticas, sociales y económicas basadas en la separación de poderes y la proclamación de los derechos individuales. En efecto, los cambios acaecidos durante los últimos siglos, primero en los países de occidente, y más recientemente en oriente, han marcado un antes y un después en la vida del individuo. Y en España, actualmente, lo estamos viendo con las políticas autoritarias de la extrema izquierda con su ideología dictatorial.
Vivimos en un mundo en el que las personas tienen derecho a elegir por sí mismas su propia regla de vida, a decidir en conciencia qué convicciones desean adoptar, a determinar la configuración de sus vidas con una completa variedad de formas sobre las que sus antepasados no tenían control. Y estos derechos están por lo general defendidos por nuestros sistemas legales. Son logros a los que, con mucha probabilidad, ningún ciudadano renunciaría, pero pongámonos las pilas y reaccionemos para no ser dominados y engullidos por el mal que nos acecha.
Pero, llegado a este punto… ¿Cuáles son los tipos de libertad?
Libertad del sujeto
Aunque esta conquista no toque fin, y las luchas por el reconocimiento y las libertades de los individuos y de los colectivos sigan existiendo, todo hombre y mujer contemporáneos asume que la libertad es una condición indispensable e irrenunciable para alcanzar la realización personal. Desde este punto de vista, la libertad se da por supuesto, es una conquista individual y depende del sujeto.
Libertad social o política
Pero es una condición que le otorgan los demás, porque se requieren unas condiciones necesarias para que ésta pueda darse. La libertad social o política, es aquella que existe en un contexto socio-político determinado, por el cual la libertad de movimientos, pensamiento u opinión no están prohibidos ni penados. Sobre esta “libertad concedida”, es el individuo el que “libremente” camina y avanza a partir de sus decisiones.
Libertad como liberación
Además, y como un modo concreto de entender la libertad, hay que mencionar la liberación, esto es, la eliminación de lazos y ataduras con las cosas, las personas, las instituciones o incluso con los propios compromisos adquiridos. Es esta la libertad genuina del adolescente, quien concibe la elección y el compromiso como una coerción, o también la libertad de quien soporta pesadas cargas y aspira a deshacerse de ellas para avanzar en el camino de su realización.
Libertad innata y adquirida
Mientras la primera tiene su origen en las facultades del entendimiento y de la voluntad, y por lo tanto la poseen todos los hombres en virtud de su esencia, la segunda es una libertad conquistada, en función de los actos perfeccionadores que realizamos –como la libertad moral– o una libertad doblemente otorgada y alcanzada –como la libertad civil–.
La libertad negativa sería la ausencia de interferencias y restricciones; la libertad positiva sería la capacidad de perseguir los propios fines con autonomía, y nacería del deseo de ser dueños de nuestra propia vida y de nuestras acciones, sin que fuerzas exteriores, sean del tipo que sean, decidan por nosotros. Ambos sentidos de la libertad son, por tanto, complementarios
Analogía de la libertad
Si tantas cosas pueden decirse sobre la libertad y sobre los diferentes tipos o modos que tiene de manifestarse, es porque la libertad no se dice sólo de una manera, no son idénticos, pero guardan entre sí una conexión, de modo que se complementan. La causa de nuestras acciones reside en nosotros mismos.
Cuando experimento que mi poder está en elegir, o incluso elegir no elegir; cuando percibo que soy capaz de decir “no”, cuando experimento la duda y la indecisión, cuando recae sobre mí la responsabilidad y el peso de mis acciones, o cuando soy capaz de prometer algo y determinar mi futuro, comprendo que soy un ser libre sin necesidad de demostraciones.
La libertad bajo sospecha
Ahora bien, ¿hasta qué punto somos libres? En la medida en que somos parte de la naturaleza, ¿no es cierto que todas nuestras acciones están determinadas por los elementos que conforman nuestro cuerpo? ¿No es cierto que la ciencia ha ido formulando leyes que explican lo que antes creíamos que era fruto de la libertad, o incluso del azar? ¿No es cierto que somos realmente fruto de nuestra educación, y que nuestras condiciones culturales han delimitado, aún sin apercibirnos, nuestro modo de ser? ¿Somos realmente libres, o se trata en el fondo de una ilusión, de una sensación errónea, de un sueño que nos gustaría alcanzar?
El determinismo
Estas preguntas se expresan en lo que se ha llamado el determinismo, que es la doctrina que afirma no somos libres y que la creencia en la libertad es una quimera, porque nuestras acciones están causadas por elementos externos –aunque estén dentro de nosotros–, ya sean de carácter físico-químico o económico-socio-cultural.
Veamos el problema de la Modernidad
La duda
La duda sobre la libertad abre las puertas a una cuestión interesante, la de caer en la tentación de pensar que la libertad o es total o no es. En efecto, si estoy sujeto a determinadas limitaciones, e incluso si yo mismo me determino a mí mismo por mis acciones, no puede decirse que sea completamente libre. Y si la libertad no es entera, entonces significa que no existe. Además, si existen diversos tipos de libertad, significa que en cierto sentido “no son”; y “no son”, no puede decirse que sea auténtica libertad.
Una posible solución
Desde este punto de vista, ¿cómo entender la unión de dos mundos separados e independientes? ¿Pueden comprenderse en un único discurso? ¿Sirven las mismas categorías?.
Para el naturalismo la solución es que la conciencia no es más que materia, por lo que la libertad es inexistente, concepción materialista de la realidad. Estas corrientes entienden por materia “cualquier realidad que esté inmersa en el espacio-tiempo y acate las leyes naturales descubiertas por la físico-química”. Así, el problema alma-cuerpo planteado en los términos modernos, encuentra una solución anulando una de las dos realidades.
La negación
La negación del yo
Pensemos, por ejemplo, en una situación forzosa y trágica, como la de padecer una enfermedad degenerativa, al sujeto se le presentan varias posibilidades; lo primero que experimenta es una suerte de herida de su libertad y percibe la necesidad como una negación activa de sí mismo y de sus posibilidades, como una limitación impuesta. Atendiendo a este tipo de negación que ejerce la necesidad sobre el sujeto, se puede concluir, como hace el naturalismo, que la libertad es una ilusión y que el hombre no es más que la suma de sus determinaciones.
Ahora bien, esta “negación del yo” descubre una segunda negación que nace como respuesta y que es más radical: es la del propio yo que se rebela y que se reconoce como un yo precisamente cuando se lo cuestiona desde fuera. Esta segunda negación es concomitante al descubrimiento del sí mismo.
Dicho de otro modo: sólo la conciencia que se apercibe de su ser es la que es capaz de darse cuenta de lo que supone una negación de sí misma. Parece, entonces, que hay una suerte de identificación entre la conciencia y la negación, de tal manera que, incluso, es en el acto de la negación en el que la conciencia se descubre a sí misma. El yo se sabe diferente del mundo y de sus leyes de necesidad, se rebela, y se autoposiciona. Esta segunda negación es, pues, querida, a diferencia de la primera, que era padecida.
La humana libertad de consentir
Llegados a este punto: ¿qué le cabe al hombre hacer u esperar? ante el encuentro del sujeto con el involuntario absoluto, con la necesidad, o lo que le queda a éste es consentir. Esto es: aceptar, afirmar, acoger como parte de mí todo aquello que yo no he elegido y que no proviene de mí. ¿Es este un momento de libertad? Sí, si se tiene en cuenta que nace del sujeto y que está basado en la doble afirmación de sí mismo y del mundo. Porque la libertad no es un acto puro, porque es en cada uno de sus momentos actividad y receptividad; se hace acogiendo lo que no hace: valores, poderes y pura naturaleza.
¿Cómo es la libertad humana?
¿Es posible, entonces, aceptar que el hombre es libre? Y si lo es, ¿de qué modo? A la primera pregunta, hay que responder que sí, lo es. A la segunda, que lo es de un modo específicamente humano. Es decir, no de manera total ni absoluta, pero sí verdadera y genuina.
La libertad humana, al fin, no es algo completamente dado ni terminado, sino que supone una conquista diaria, porque el sujeto debe lidiar con los embistes de la necesidad y con las limitaciones naturales del vivir encarnado y social. A su merced queda decidir cómo afronta la necesidad en su vida: si con un rechazo o un acogimiento de la circunstancia. En todo caso, esta elección final siempre será una demostración de esa libertad que es tan humana como radical a la vez.
Y, con estos argumentos reflexivos ¿Nos damos cuenta de que, esta vez, se nos está quitando la libertad sibilinamente, paso a paso, poco a poco, sin prisa pero sin pausa? Reaccionemos antes de que sea demasiado tarde, por nosotros mismos, por nuestros hijos y nietos… por España.
Un fuerte abrazo a todos.
Pedro Motas. Veterano de España.
Blog: generaldavila.com
30 noviembre 2021