Muy comentados han sido los resultados de una encuesta sobre Defensa Nacional y Fuerzas Armadas realizada en 2013 por el Instituto Español de Estudios Estratégicos en la que, entre otras cuestiones, se preguntaba acerca de la disposición a participar voluntariamente en la defensa del país. Ha llamado poderosamente la atención conocer que sólo un 16% de españoles sí lo estaría con toda seguridad, frente a un 39.6% que no lo estaría con toda seguridad, (posición que ha aumentado de manera significativa en los últimos años). 
Dato que se une a otros, tanto o más graves, como ver que en algunas comunidades autónomas como País Vasco y Cataluña se observa un acusado crecimiento del desafecto hacia España y como contrapartida del sentimiento nacionalista que ha tenido un incremento del 6,5 % en el caso de Cataluña y un 6,1 en el País Vasco en los últimos dos años. Preocupante.
Como comprobar, que el sentimiento colectivo hacia España o sus símbolos como representativos de la nación están en retroceso, o que la mitad de los entrevistados consideren que al margen de su familia no existe nada por lo que sacrificarse y/o llegar a arriesgar la vida.
En estos resultados la supresión del servicio militar no me cabe duda que tiene su influencia y así se ve analizando con detalle la encuesta. Quizá también tenga su repercusión el no existir una ley de movilización con la que el ciudadano se vea protagonista en la seguridad y la defensa de su nación. O dicho de otra manera, el que no se haya articulado un mecanismo que permita cumplir con el deber y derecho de todo ciudadano de defender a España, como marca la Constitución.
Pero hay otras razones que señalar y que en mi opinión son las verdaderas culpables de tan pesimistas resultados.
No hay interés social por los temas de Defensa porque se ha desvirtuado la razón de ser de las Fuerzas Armadas. La politización de lo militar ha causado un daño enorme y entre los culpables están también algunos uniformados. El oficio militar no tiene otra razón de ser que la existencia o la amenaza de conflictos bélicos, es decir, eso que aquí con cinismo se ha evitado nombrar, la guerra. Se oculta y engaña a la sociedad mintiendo sobre la verdadera razón de ser de los ejércitos con falsos conceptos buenistas y utópicos que provocan una grave desorientación que cala incluso dentro de la propia institución. La figura épica del combatiente se ha transformado en la imagen de un cooperante ocultando la del guerrero. El relativismo invade la vida militar y llega a extremos tan confusos que te llevan a oír, incluso a algún alto mando militar, que estamos equivocados los que pensamos que el Ejército está para la guerra, que ahora la sociedad demanda otra cosa. 
La realidad es que la guerra abre a diario las portadas de los periódicos, pero nosotros seguimos en la polémica interesada. Hemos asistido a graves enfrentamientos sobre los heridos, muertos, condecoraciones, accidentes, escenarios, enseñanza, armamento, materiales, presupuestos, todo se ha puesto bajo sospecha y enfrentamiento. Han intentado vender humo para tapar una realidad que ahora se revuelve.
Las carencias en la cultura de seguridad y defensa siguen siendo importantes en todos los estamentos de la sociedad española, a pesar del esfuerzo realizado en la última década por el Ministerio de Defensa para la divulgación y la promoción de la conciencia de cultura de seguridad y defensa.
Y así seguirá por los siglos de los siglos porque, una vez dicho todo lo anterior, conviene señalar la razón última de tan pesimista panorama: la ausencia de voluntad política. Nos empeñamos en exportar España como si esto fuese una marca empresarial, cuando tendríamos que empezar por aprender a amar a España, dentro y todos.
El distanciamiento entre Fuerzas Armadas y sociedad civil se forja día a día y cada vez será mayor por la falta de voluntad política. Es simplemente un síntoma de algo mucho más grave: la pérdida de nuestra identidad como nación. Creo que lo estamos consiguiendo.
Rafael Dávila Álvarez. General de División (R)

Mi querido General Dávila: hace poco fui a Apple a subsanar un problema con mi ordenador, el técnico que me atendió era un joven de entre 25 y 30 años, universitario, atento, profesional y con inquietudes; cuando me vio el llavero de La Legión me preguntó sobre ello y me dijo que estaba haciendo el curso paracaidista en el Para Club Aspamur, yo le dije que había sido Caballero Legionario Paracaidista y Boina Verde, y fui el fundador de ese Para Club… llamó a sus compañeros y me presentó a ellos con entusiasmo.
Cuando entablamos conversación, me preguntaron por el hecho de defender a España en caso de conflicto, del concepto de Patria, de los símbolos como la Bandera y el Himno, etc…
Yo respondí a todas sus preguntas como se puede imaginar.
Se quedaron sorprendidos de todos mis argumentos y me comentaron lo siguiente: «es admirable a lo que ustedes pueden llegar a hacer por algo como España, Ejército, Nación, etc… pero nosotros no entendemos nada de ello, no queremos saber nada que no sea nuestro interés por pasarlo bien, nuestro trabajo, nuestras apetencias,… para nosotros la Bandera es una tela teñida que no significa nada más, el Himno es una música como otras de las que escuchamos constantemente pero peor por ser anticuada, el Ejército es algo que no entendemos porque hace la competencia a las ONGs y no sirve más que para que juegen con las armas, etc…
Cuento todo esto porque ratifica lo que acaba de exponer en su artículo.
Yo soy pesimista y no quisiera que en estas circunstancias que se encuentra nuestra juventud, nuestra sociedad, nuestros políticos, etc., hubiese un conflicto armado porque sería entonces cuando se reaccionase ante esta falta de valores.
Ya, con la edad que tenemos, solo pedir que no ocurra esa circunstancia, porque sería catastrófico para nuestros hijos y nietos observar la gran equivocación y falsedad de esta sociedad que mira para otro lado y pierde día a día una identidad que a nosotros nos ha hecho ser como somos.
En fin, ya lo dijo hace años Alfonso Guerra: «a España no la va a conocer ni la madre que la parió…».
Es una pena que nuestra democracia haya sido y siga siendo tan débil en muchas cosas, pero sobre todo en valores, porque lo que se ha perdido en pocos años, tardará generaciones en recuperar.
Siento ser, esta vez, tan pesimista pero es lo que observo constantemente.
Reciba un fuerte abrazo Legionario.
Pedro Motas
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Buenas tardes, General Dávila. Un nuevo artículo que estimula nuestra reflexión, aportando las claves de la misma. El gran problema es que, en la mayor parte de España, no se ha enseñado que España somos nosotros, que no son los políticos, ni los militares, ni el sursum corda, sino nosotros mismos, que España es cosa nuestra; y, en el resto de España, se ha enseñado (porque se ha dejado enseñar) que España es el enemigo. La citada encuesta no hace más que levantar el velo, pero todos sabíamos qué nos podríamos encontrar. Pronto nos hemos de encontrar con nuestros enemigos (de uno u otro tipo, o todos), y los que piensan que España era cosa de otros, se preguntarán, alarmados, en dónde está España para defenderles, y se darán cuenta de que España eran ellos mismos.
Reciba un cordial abrazo. ¡Viva España!.
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Nietzsche en “La rebelión de las masas”, define al hombre superior como el ser de más larga memoria.
Si se acepta esa definición, habrá que reconocer que aquí se ha obrado en contrario quebrándola. La atomización en las Comunidades de la educación ha sido elemento fundamental. Son ya varias generaciones que en su formación han visto no solo mutilados parte de los eslabones que explican la continuidad con el pasado, sino que se han reescrito a conveniencia de aquellos que pretendían la ruptura de España. Hoy muchos jóvenes que repudian su españolidad y para hacerlo renuncian muchos, sin saberlo, a muchos prohombres oriundos de su patria chica que con su esfuerzo, con su sudor y con su sangre incluso, forjaron la España de todos dando lo mejor de sí, en múltiples hechos épicos, en la cultura comun y en la forja de la tradición. Renuncian sin saberlo a gran parte de su propio patrimonio.
Nada bueno se construye sobre el cimiento de la falsedad. Hoy parece que solo cabe la imposición forzosa y tajante de la Ley, al menos es lo que la mayoría parece esperar, pero, aun soslayando así la amenaza, quedaran muchas sensibilidades heridas. Difícil encrucijada nos espera que no encontrara solución si no se recupera la verdad.
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Y eso que no sabemos nada de lo que no sabemos y creo que se me entiende…Un fuerte abrazo
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Gracias como siempre: acertado y conciso. Un fuerte abrazo.
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