Llega la Navidad del 2014 con menos luces que otros años y las que brillan lo hacen con miedo, casi pidiendo perdón. La violencia como amenaza, la insolidaridad y la muerte. Muertes televisadas que cumplen su malvada intención enviando un sobrecogedor mensaje de terror. Escenarios de violencia donde nuestros soldados, lejos de casa y de los suyos, pasarán su Navidad. Son el parapeto que defiende nuestra paz. Son buena tierra y semilla de esperanza para aquellos terrenos pedregosos. Son un nacimiento, el mensaje de una nueva vida en paz y progreso que llega hasta las tierras castigadas por el odio. En Afganistán, Líbano, Somalia, Bosnia-Herzegovina, Uganda, Mali, República Centroafricana, Cuerno de África, nuestros bravos soldados son un alto el fuego, una oferta de paz ante el escándalo de la violencia que allí inunda los corazones desde el nacimiento hasta la muerte. También en Irak a donde volvemos después del desconcierto y enfrentamiento de la retaguardia y el peligro de sus indecisiones. Nada hay nada más amargo para un soldado que verse sometido a las oscilantes decisiones.
Pero ellos están curtidos en el combate de la vida a base de un duro entrenamiento en el que hay que doblegar y endurecer el cuerpo y hacer de tripas corazón. Combaten por una paz ansiada hasta el extremo, allí donde te inundan miradas de desconfianza y terror. Ni una sonrisa abierta del todo; solo los niños parecen vivir con su anhelo. Es un mundo que no sabe lo que se celebra, lo que significa la Navidad. Entre luces, regalos, alegría repentina y abrazos, se escudriña el peligro que ronda y se esconde en cada sombra. Es el riesgo que entraña estar envuelto en una delicada y peligrosa misión.
A pesar de todo, incluso de las fechas, cumplir con el deber produce una agradable sensación. Para un soldado ocupar el lugar de mayor riesgo y fatiga es un honor. No se cuentan ni los días, ni los meses, ni los años. Ni piden ni rehúsan y jamás se quejan ni están cansados. Nadie está solo, jamás abandonado, entre todos un juramento, juntos hasta perecer todos. Nada extraño, ni mérito alguno que no sea sentir que eso es servir, ser soldado.
En Navidad, desde aquellos lugares lejanos, es la familia lo más preciado, la nostalgia que humedece las mejillas del más bravo de los soldados.
Mantengamos desde aquí el recuerdo a ellos y a sus familias, recuerdo de todos, desde esta España, su Patria, que allí les ha mandado.
Izarán nuestra Bandera cada mañana, por nosotros y con nosotros, mientras su momento de Navidad será una breve llamada:
-¡Madre, Mujer, estamos bien!
-¡Hijo, Cariño, cuídate mucho!
Algunas familias, solo podrán recibir la llamada desde el rincón que tienen reservado en el Cielo los bienaventurados héroes. Han sido muchos los que llevando a lejanas tierras el mensaje de paz dejaron allí su vida.
Los que menos tienen suelen ser los que más dan.
Feliz Navidad y PAZ en la tierra a los hombres de buena voluntad, a nuestros soldados y sus familias.
“…las primeras buenas nuevas que tuvo el mundo y tuvieron los hombres fueron las que dieron los ángeles la noche que fue nuestro día, cuando cantaron en los aires: <<Gloria sea en las alturas, y PAZ en la tierra a los hombres de buena voluntad…>>. Esta PAZ es el verdadero fin de la guerra…” (D. Quijote de La Mancha. Cap. XXXVII).
Así es la Navidad de un soldado. Centinelas que esperan la aurora.
Rafael Dávila Álvarez. General de División (R)