De nuevo a votar. Da lo mismo el motivo, incluso no es importante el contenido sino presentar bien el continente. Toca Europa y allí estamos -creo- sin que nadie se haya molestado lo más mínimo en explicarnos con detalle sus pros y sus contras; ni siquiera sabemos muy bien para qué o para quién votamos. Estas campañas del voto podrían ser didácticas y aclaratorias. Europa es aún asignatura de difícil acceso para muchos europeos. En España, las razones sustanciales que nos llevan a votar una u otra opción vienen a ser las mismas que las de una votación de carácter general, es decir mucho de visceral, de costumbre, de división ideológica entre conceptos cada vez más difuminados y parecidos. Dicen que el gran día de le democracia es ese en que se va a votar, pero no dicen que luego vienen cuatro años de peregrinaje en el desierto en busca del voto perdido. Nada ni nadie te representa en aquello por lo que has dado tu voto, tu voluntad, tu ideal y tu esperanza. Y menos cuando casi te obligan a utilizar una moneda que solo tiene cara o cruz.
Uno empieza a analizar la ética del voto, los criterios que debería seguir para decantarse por una u otra candidatura. Lejos del voto visceral o del voto heredado me apunto al voto analizado alrededor de los argumentos más razonables y justos, los del cumplimiento de la Ley. Recurro para ello a su lectura. No he conseguido llegar muy lejos. He tenido que interrumpirla muchas veces. Me muevo en la meditación de lo que es y lo que debería ser, en la diferencia entre lo virtual y lo efectivo. Intento palpar la realidad que se escapa ante lo que únicamente son representaciones de imágenes que, en su falsedad, se nos muestran como si perteneciesen a una existencia real.
Libertad, justicia, igualdad, pluralismo político…
Deber de trabajar, derecho al trabajo, derecho a la educación…y esa justicia que emana del pueblo, igual para todos, sin ingerencias de ningún tipo…
¡Soberanía nacional!… Y la indisoluble unidad de la Nación española, patria común de todos los españoles. ¿Qué me dicen?
La lengua, el castellano, con el deber de conocerlo y el derecho a usarlo.
La Bandera, ¡Ay mi Bandera! Y el artículo 8… “Las Fuerzas Armadas…”, aunque mejor no citarlo, que ha costado serios disgustos a alguno solo por su lectura o recordar su existencia.
En fin leo que está garantizada la seguridad jurídica, la responsabilidad y la interdicción de la arbitrariedad de los poderes públicos…Pregunten a las víctimas del terrorismo, que somos todos.
Asombrado o apesadumbrado, o las dos cosas a la vez, veo que sólo me queda un voto de sorpresa y admiración, por lo que es y no debería ser, por lo que no es y debería ser. Quizás todos deberíamos ser y no somos, a la vez que deberíamos no ser y somos.
Así que ante tanta incertidumbre me preparo para votar y voto, claro que voto, ¡Voto a tal!, que siempre será mejor que el voto de reata al que nos acostumbran, ese que se da sin conocimiento ni reflexión, y solo por seguir el dictamen de otro.
Por eso, a mi ni me sigan ni me hagan mucho caso, son divagaciones virtuales, como las que leo en nuestra Ley.
General de División (R)