Ya salió. Mucho han tardado. Llegó el momento del ¡manda huevos!, quins collons! Tarde o temprano había que recurrir al caballo de Espartero y sus atributos.
Amb dos boles!, el señor Mas va y dice que esto de la consulta por la independencia no es una batalla de testosterona sino de neuronas y que si la batalla es para ver quien los tiene más grandes, vuelven a estar perdidos. Así tenía él planteada la batalla, de cintura para abajo; por eso la ha perdido, por incivilizada y chusca. Ahora recurre a la estrategia de la inteligencia. Esto se pone interesante. Una vez abandonada la vía genital parece que hay diálogo y estamos próximos al entendimiento Se ve perdido y se viene a razones, las de las neuronas. ¡Qué alivio! Es el momento de, olvidados los argumentos puramente viscerales, recurrir a la inteligencia de la humildad dialogante. Ahí es donde queda derrotado incluso antes de entablar batalla. ¡Al fin!
Ahora pondrá en marcha su peligroso “Plan B” que consiste en unas elecciones convertidas en plebiscito independentista y que él, o sus compañeros de aventura, declaren unilateralmente la independencia. Peligroso, tan peligroso como la soberbia herida.
Llegados a este punto permítame don Arturo extraerle, de la hierática cara que se le ha quedado, una sonrisa; le contaré una historia que quizá conozca a través de sus viejos amigos.
Franco, ya sabe de quién le hablo, fue a pescar a una pequeña aldea gallega donde le recibió su alcalde. Mientras esperaban a que la niebla se disipase y el guarda pudiera adivinar donde se escondía el salmón, aquél valiente alcalde permanecía pegado a Franco. Solo esperaba un gesto, una frase del silencioso e inescrutable personaje. Al fin llegó su oportunidad. Franco habló
-¿Va todo bien por su pueblo alcalde? ¿Tienen sus vecinos alguna necesidad urgente?
El alcalde miró a su alrededor y sopesó el riesgo mientras meditaba como dar respuesta a su Excelencia.
Un tímido rayo de sol se abrió entre la niebla iluminando la cara de Franco que entrecerró los ojos ante la luz repentina. Era el momento del alcalde…
-Pues mire Excelencia, por aquí, ya sabe…todo va bien, pero…pero necesitamos una prostituta nueva.
Se disipó la niebla y un salmón huyó despavorido al verse descubierto; como él, lo hicieron los más cercanos colaboradores de Franco.
-La que tenemos está ya muy mayor y no nos sirve para nada…hasta los niños se ríen de ella, insistió el alcalde.
El silencio se convirtió en temor. Se desvanecieron los ánimos de aquellos que apostaban por una jornada relajada en la que el buen humor del Caudillo trajese dádivas y alegrías. Todos desaparecieron repentinamente.
El alcalde se quedó aliviado y se retiró cabizbajo; lo peor había pasado. Ahora quedaba esperar a que el salmón volviese y mordiera el señuelo.
En la incertidumbre de la orilla del río quedaron solos Franco y el viejo y astuto guarda que parecía estar en los secretos más allá del río. Este, entre lance y lance, lanzó el suyo.
-Excelencia, perdone al alcalde…siempre le decimos que es muy burro y que no hable tanto…que un día va a tener un disgusto. Anda mal en su forma de hablar y lo que le pedía a Su Excelencia era una sustituta para la profesora de la escuela, que además de mayor no tiene buena salud. Claro, ya sabe Su Excelencia, entre sustituta y prostituta…pues se ha liado.
El salmón ya estaba sobre la pista. Todo fue coser y cantar y hubo regocijo general cuando vieron a SE. sacar del río aquella espectacular pieza.
Había pasado un año cuando se repetía escena y protagonistas. Junto al río y entre los ajetreos de los inicios Franco con voz tenue y mirando al lecho del río susurró
-Alcalde, ¿llegó la nueva prostituta?
Nadie escuchó la confesión del alcalde excepto el viejo guarda.
– Excelencia, me debe perdonar…Yo sabía lo que le decía pero…Si le pido la sustituta SE. se olvida y en cambio ahora tenemos una nueva y querida maestra.
La respuesta de Franco no se hizo esperar
-¿Alcalde, quiere usted ser Gobernador Civil de Lugo?
Pues bien, don Arturo, a usted le hemos entendido a la primera a pesar de los parónimos. No es necesario que recurra a la confusión. Si usted, con sus machistas y groseros planteamientos de testosterona o neuronas, nos la quiere colar, se equivoca. La testosterona no nos interesa y ante las neuronas tiene usted la batalla perdida. Aquellos tiempos del alcalde y la conversación con el poder ya son historia, alguna hasta divertida. Ahora los salmones se pescan con argumentos, los de las leyes. A usted se le da bien pescar en río revuelto pero no está solo y el guarda de su río sabrá cumplir la ley aunque se adiestre en cursos de asalto y guerrilla. ¿Para pescar salmones? Sólo cuando lo permita la ley. Al final, en cuanto desaparece la densa niebla, todo queda al descubierto.
No nos toque las neuronas.
Franco pescando salmones