Hace unos días en una entrevista televisiva el periodista Alfonso Merlos me preguntaba si existía actualmente un serio problema con la unidad de España y su defensa. La respuesta no es para andar con paños calientes ni para hacer un ejercicio de hipocresía diplomática. Como en la televisión el tiempo es muy reducido y se te exige enorme brevedad, voy a intentar ampliar mi respuesta a tan interesante pregunta. Decir que la unidad de España actualmente está amenazada es tan evidente como leer las portadas de cualquier medio de información. También lo es decir que ir contra esa unidad es ir contra la Constitución, o sea que es ilegal. Respecto a la defensa de la unidad de España también está claro, para el que quiera hacerse eco de ello, que es una obligación asignada a las Fuerzas Armadas, también por la Constitución, por mucho que eso irrite, casi exclusivamente, a los que atentan contra esa unidad. Son esos mismos los que consideran una constante amenaza a las libertades la existencia del artículo 8 en la Constitución, cuando la única y preocupante amenaza contra la unidad de España son ellos. Quieren hacernos ver que España es una democracia vigilada en una interpretación mezquina y ofensiva para las Fuerzas Armadas. No, el artículo 8 no se hizo para espadones y su redacción nunca fue circunstancial ni motivada por amenazas del momento. Las Fuerzas Armadas cumplen las misiones que le encomienda el artículo 8, bajo la dirección del Gobierno. Su actuación el 23F del año 1981, bajo el mando supremo del Rey, y con un Gobierno secuestrado, además de ser decisiva, fue un ejemplo de ello y de su necesidad para restablecer de forma inequívoca, el orden constitucional.
Se anuncia un simposio en Cataluña con el provocativo título “España contra Cataluña…” y, sin más opinión que emitir sobre el mismo, sólo se puede decir que ya el título es ofensivo e insidioso. Lo es para todos los españoles y catalanes, tan ofensivo como si el título fuese Cataluña contra España, aunque algunos catalanes y españoles se empeñen en enzarzase. El ponente que abrirá el simposio, un historiador de cuyo nombre no me quiero acordar, ha declarado que la independencia solo se arregla con una guerra de independencia. Mira por donde ahora vemos donde están los espadones del siglo XXI. Ese es un lenguaje más propio de un antiguo espadón, de un salvador de patrias, que de un historiador. Si se pierden las formas y el fondo, los resultados son muy peligrosos. Las palabras lanzadas como un misil pueden doler y ser tan dañinas como las balas y los cañones. La amenaza con una guerra es más que suficiente para descalificar al que lo dice y a los que organizan el denominado simposio. Muy bien está el artículo 8 de la Constitución y repito, cada día comprobamos que no fue algo circunstancial. El orden jurídico-político que es el Estado, institucionaliza la fuerza para defenderse y asegurar su soberanía, independencia y su integridad territorial. Es sin duda la última ratio del Estado.
Nadie con sentido común y de Estado, duda que corresponda al Gobierno, previa autorización del Congreso de los Diputados, dirigir la política militar y la defensa según el art. 97 de la Constitución. Esto es, las Fuerzas Armadas cumplen las misiones que le encomienda el art. 8, incluida la de garantes de la Constitución, bajo la dirección del Gobierno.
No caben opiniones ni interpretaciones, ni tampoco alarmismos fuera de lugar. En las Fuerzas Armadas no se actúa con un individual criterio sino con el estricto cumplimiento de su misión. Su actuación es ejemplar y digna de ser copiada por otros, aquellos que ponen sus propios intereses o los de su partido por delante de España y de los españoles, por ejemplo. Algo de disciplina, honradez, sacrificio y amor a la Patria, España, son ingredientes muy necesarios cuando se asume una función pública. No todos lo hacen sino que amenazan con uno de los más graves incumplimientos constitucionales, la unidad de España y su integridad territorial.
Artículos hay de sobra en la ley de leyes para acabar con tanta insidia y hay que hacerlo porque lo que se está sembrando acabará dando una mala cosecha que recogerán generaciones venideras.
Parecían tiempos lejanos, aquellos en los que aradas las tierras, mochas las torres de soberbia, aquellos dos Reyes, los Católicos, El Rey y la Reina, vieron el horizonte de oportunidades de unas tierras tan duras como bellas. Y lo adivinaron en la unidad de reinos diferentes curtidos en las vertientes de distintos mares, en la unidad de España.
Aunque para ello tuvieran que mochar aquellas torres que se alzaban de soberbia y subyugaban al pueblo con sus engaños. Aunque tuvieran que crear y organizar un ejército con todas las fuerzas reales, señoriales o municipales y así acabar con las mesnadas señoriales y convertirlo en la República mejor y más política del mundo, el Ejército español.
General de División (R)