España, Marruecos y Europa

Hace un año el Rey Don Juan Carlos realizaba una visita muy especial a Marruecos.

Contenido político de alto nivel y mutuo interés económico, destacaban los titulares de aquella visita. Había algo más que intereses políticos y económicos. Don Felipe lo sabe y en un gesto de enorme valor para la “gran política” ha visitado Marruecos como nuevo Rey de España. No ha sido un viaje de mera presentación. Ha sido un viaje para entregar el testigo recibido de su padre y confirmar el espíritu de unión y entendimiento que Marruecos y España necesitan y sus reyes quieren por encima de todo.

Las visitas de Don Juan Carlos a Marruecos desde el año 1979, primera visita oficial como Jefe de Estado, siempre tuvieron una trascendencia que nuestros políticos no han sabido interpretar ni aprovechar. Algún día se contará el papel de nuestro Rey como “desfacedor de entuertos” provocados por nuestros más inteligentes gobernantes.

Desde 1912 y tras el tratado hispano-francés, la acción militar española en África se limitó a ejercer su acción protectora entre Yebala y el Rif, como el tratado le obligaba. Toda su actividad se centró en mantener la autoridad del Sultán de Marruecos y apoyar a la administración mixta marcada en el acuerdo. El levantamiento rifeño protagonizado por Abdelkrim el verano de 1921, con el ataque a nuestras tropas en Annual, fue el comienzo de una nueva situación y el inicio de una guerra de trágicas consecuencias para España. La rebelión tenía en principio un carácter exclusivamente nacionalista, aunque alimentada con dinero y armas de dudosa procedencia  y una mezcla de xenofobia y de fanatismo religioso. Abdelkrim se enfrentó al protectorado español pero lo que realmente corrió peligro fue la unidad del Imperio, hoy Reino de Marruecos, con el intento de “República del Rif”; algo que conoce el actual Rey de Marruecos. España nunca fue conquistadora en Marruecos sino pacificadora y en amparo de la autoridad del Sultán.

Nuestra relación con Marruecos está llena de luces y sombras y hay que asumirla de una vez por todas. La situación política en el norte de África lo exige más que nunca y la desorientación y crisis en Europa también exige que alguien mantenga abierto ese puente que tiene sus pilares asentados en las dos orillas a través de España. Ceuta y Melilla cobran cada día más valor estratégico, humano y político. Su valor es compartido y de creciente interés para Marruecos, España y Europa. Pero ese valor es fruto de su españolidad como nexo de unión con Marruecos y no de confrontación. Si Ceuta y Melilla dejaran de se españolas Marruecos y Europa se alejarían, algo que a ninguno le interesa. Es hora de que veamos esto con claridad y empecemos a trabajar desde estas dos ciudades españolas de aires africanos con la importancia que el futuro las tiene reservado. Las presiones o taimarse uno y otro no conducen a nada. Hablemos claro y despejemos las dudas históricas. Somos viejos amigos que, aunque en ocasiones nos miramos con recelo, tenemos mucho en común y una necesidad imperiosa de entendernos. No debemos marcar una línea de fractura sino compartir intereses antes de que llegue un tercero en discordia. En los palacios nos entendemos; ahora toca entenderse en los siguientes escalones…y en la calle. Todo pasa porque la política, también la europea, y los que la ejercen capten el mensaje y aprendan de la historia.

General Dávila (R)