Que la Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, no quieren reconocerlo los que creen que la soberanía nacional está en ellos y no en el pueblo español.
Para satisfacer el parcial punto de vista de los nacionalismos vasco y catalán se crearon aquellos polvos autonómicos y, bajo la presión del sangriento chantaje etarra, entre otros, desembocamos en los lodos del independentismo que rompe cualquier puente que pudiese unir a todos los españoles alrededor de la libertad y la solidaridad
Estamos ante una grave irresponsabilidad que no respeta la voluntad del pueblo español y que menosprecia las tradiciones y sentimientos de una existencia colectiva. Es el liderazgo que pretenden asumir los irresponsables históricos que, como espadones de nuevo cuño, dan un golpe de Estado institucional atribuyéndose una representación autoritaria y excluyente.
El Tribunal Constitucional ha dictaminado que no conoce otra nación que la Nación española y que de los derechos históricos no puede derivarse un derecho al autogobierno ni a ninguna forma de organización ajena a la Constitución. De nada sirve cuando los que más deberían respetar la ley y la justicia se declaran al margen de ella. Hay que hacerles frente, porque cuando la negociación se convierte en un mercadillo de rufianes anclados en la ilegalidad y el único posible acuerdo es la rendición a sus caprichos, el diálogo se hace inútil; es el momento de aplicar la ley.
Habló el Tribunal Constitucional y habrá que volver a esperar su dictamen, pero la Constitución, además de ser clara, dispone de los artículos apropiados al caso. Los mecanismos para exigir su cumplimiento son conocidos, a todos aplicables y no sólo a los ciudadanos de a pie. Si realmente la soberanía reside en el pueblo español, debemos exigir que se cumpla el hecho incuestionable de la indisoluble unidad de la Nación española. Esto ya no es una cuestión de partidos sino de partir España. Hay momentos en que el diálogo infructuoso y ladino debe dar paso a ejercitar la responsabilidad que a un gobierno le corresponde por dura que esta sea.
No es admisible una negociación que pretende enarbolar los sentimientos del pueblo en nombre de la patria como excusa para esconder las individuales miserias y corruptos comportamientos. Impúdica negociación de intereses privados, de los que van saliendo a la luz los que no conocíamos por inconfensables.
“Porque en este Viva España caben todos los que quieren a España de verdad. Los únicos que no caben son los que no quieren caber, los enemigos de la España verdadera. 
¿Españoles? ¡Sí! ¡Más que vosotros!”
Eran palabras del gran poeta catalán Joan Maragall en un artículo publicado en 1907 cuyo título era, Visca Espanya! ; lo publicaba después de exigir a los nacionalistas- que no escuchan- que dirigiesen sus esfuerzos no hacia egoístas fines estrechamente catalanes, sino hacia la regeneración de la totalidad de España.Un hombre, Joan Maragall que “a fuerza de catalán era honda, íntima, entrañablemente español…”, que de él dijo Unamuno.
Cumplimiento estricto de la ley, una exigencia que lo único que pretende es que unos cuantos no rompan esta España de todos. Casi nada.
Así que de negociación, nada, y que sigan chachareando tantos patrioteros.
Visca Espanya! y ¡Viva el orden y la ley!
General de División (R)
Buenos días, General Dávila. Completamente de acuerdo con su artículo. España no sólo es ley, que lo es, tampoco es sólo sentimiento, que así mismo lo es, sino que, también y sobre todo, en la cúspide de esta pirámide, es una cuestión moral, de aspiraciones de las que sólo somos depositarios, ligadas a la sabiduría moral, producto de nuestra herencia, de nuestra Historia, y que estimulan el sentimiento, y se reflejan en la ley. Es así que la ley que reconoce los derechos y soberanía exclusiva del pueblo español sobre su territorio y destino no es renunciable, es un libro que está escrito con nuestra Historia, y esta no la puede cambiar nadie; no es igual una ley que otra, porque no todo vale, no todo es lo mismo. Está bien preguntar a la ley qué es lo que dice (a través de los tribunales), pero la última respuesta no puede ser otra que la primera (¿es que tenían dudas?, ¿qué clase de educación moral han recibido?) y no podemos eternizarnos haciendo preguntas cuando sabemos las respuestas, «mareando la perdiz» en evitación de lo que, tarde o temprano, va a ser inevitable: enfrentarse a los enemigos de España o allanarse a sus caprichos. A los que preguntan tanto a la ley: ya está preguntada, ahora falta que hagan honor al compromiso con España, si es que tienen honor.
Reciba un abrazo.
Me gustaMe gusta
Un fuerte abrazo y gracias por sus palabras.
Me gustaMe gusta
Mi unidad de doctrina con esta entrada es absoluta como no puede ser de otra manera pero ¿Es unitaria entre los españoles?
Responder esta cuestión de manera tajante, se me hace difícil y muy preocupante. En el ámbito de la política española han sido muchas las veces que han primado los intereses por encima de cualquiera otra consideración incluyendo el derecho, que si no ha sido violado, si ha sido interpretado de aquella manera y ha propiciado en muchos una aceptación seguidista.
En esta ocasión, técnicamente se puede decir que la unidad de España y la soberanía que reside en el pueblo español, tal y como sentencia la constitución de 1978, se ha defendido con el recurso al TC y la consiguiente paralización de la artimaña del Gobierno comunitario catalán que pretendía violarla con ese supuesto “derecho a decidir”. Pero eso no me tranquiliza, tengo muchas dudas, oigo voces políticas que hablan de rectificaciones constitucionales en direcciones que parecen conducir a nuevas concesiones que, sin duda, solo pueden crear mayor incertidumbre. El nacionalismo es insaciable y lo será hasta conseguir su objetivo.
Tal parece que la unidad de España puede quebrarse por el simple hecho político si una generación de españoles así lo decide mayoritariamente y eso está en contra de considerar la Patria como un legado en usufructo con ánimo trascendente. No es cosa de aceptar el error por simple mayoría, pues estas pueden equivocarse. La verdadera democracia no consiste simplemente en santificar la mayoría, cosa que perece estar muy aceptada hoy.
Me gustaMe gusta
Estoy como tu, muy preocupado porque las reacciones de los que tienen que defender la unidad con la ley no me convencen. Veo debilidad y como digo en el post, la negociación tiene sus límites. Al afán independentista se enfrenta el pancismo que sirve para avispados pero no para defender una nación.
Me gustaMe gusta