La extensa bibliografía sobre la Guerra Civil y los ricos fondos documentales no han sido suficientes para aclarar los detalles de los preliminares de la Guerra Civil y la actuación de sus protagonistas. Todavía hay documentos y revelaciones guardadas en los archivos. Hoy les hago partícipes de uno de los episodios más interesantes de los primeros días de la guerra civil y que tuvo gran trascendencia en el desarrollo político y militar de la contienda.
Se trata del proceso que llevó al nombramiento de Franco como “Mando Único” para las operaciones militares y Jefe del Estado Español. Son varias las versiones -con baile de fechas incluido- sobre las reuniones de la Junta de Defensa en Salamanca y confusas las decisiones que allí se tomaron. El excesivo protagonismo de unos y el silencio de otros han hecho que algunas sombras, y muchas dudas, rodeen estos acontecimientos; incluso alguno de los personajes que merodeaba cerca de los protagonistas ha contado la verdad a medias, con lo que la confusión ha sido mayor.
La trascendencia de la figura de Franco ha desviado la atención de las decisiones que adoptó la Junta de Defensa Nacional en los comienzos de la contienda. Estas decisiones son la clave para entender como se desarrollaron estos inicios y las consecuencias que tuvieron para el futuro.
El General Sanjurjo iba a incorporarse para dirigir un Directorio Militar. Al producirse su muerte se constituyó oficialmente en Burgos la Junta de Defensa Nacional que dirigió los primeros pasos de la guerra en el bando nacional.
En sus reuniones iniciales se trató el asunto del mando único de las operaciones, aunque sin prestar mucha atención a las propuestas planteadas. Al margen de la Junta se produjeron presiones para que Franco asumiese la Jefatura Militar, pero esta actuó con plena libertad sin dejarse llevar por ellas.
Hasta el 27 de Septiembre en que se libera el Alcázar de Toledo no se toma la definitiva decisión de dar el mando único a Franco. En esa fecha se había logrado consolidar el enlace y el contacto material de los tres ejércitos operantes, Norte, Sur y Expedicionario de África. La falta de coordinación entre sus mandos (Franco, Mola, Queipo de Llano) y sus diferencias de criterio, en algún caso enfrentado, no era lo más apropiado para la coordinación de una guerra que, en principio, se había previsto corta pensando en la rápida caída de Madrid.
Se hacía necesario un mando único.
Entre las diez y las once de la mañana del veintisiete de septiembre de 1936 se reúne, en la Dehesa que Pérez-Tabernero poseía en Salamanca, la Junta de Defensa Nacional.
En principio la reunión está convocada para deliberar y adoptar acuerdos que en consonancia con la situación alcanzada se juzgase procedentes.
Concurren a la reunión el General Cabanellas, Presidente de la Junta de Defensa, los vocales de la misma Generales, Gil Yuste, Queipo de Llano, Saliquet, Franco, Orgaz, Ponte, Mola y Dávila junto a los coroneles, Montaner y Moreno Calderón, dejando de participar en la reunión únicamente el vocal de Marina, Contralmirante Moreno. Acompañando al general Franco llegó al lugar de la reunión el general Kindelán, jefe de las fuerzas de aviación, cuya presencia en el acto, no obstante no pertenecer a la Junta, no fue recusada.
La reunión empezó con amplia deliberación sobre el frente logrado en las operaciones y entre las previsiones futuras se trató el tema del “Mando Único” como de primordial e inaplazable decisión. Fue el general Kindelán (como hemos dicho no era miembro de la Junta) quien de modo más extenso y reiterativo razonó sobre ello. Al no lograrse la unanimidad propugnada, acordose proceder a la votación abierta de la que fueron excluidos los dos coroneles vocales, que permanecieron sin intervenir en la deliberación.
Resultado de la votación fue acordarse por mayoría de votos, lindante con la unanimidad, decretar el Mando Único para las operaciones militares que se ejercitaría por el General Franco sin que ello afectase a las atribuciones y función de la Junta de Defensa.
A renglón seguido hizo el General Franco manifestaciones propias del caso y designó personal para cargos que implicaba la nueva modalidad castrense, terminando con ello la reunión y trasladándose los miembros de la Junta al comedor de la casa donde almorzaron. Finalizó ya entrada la tarde comenzando los vocales a marcharse a sus respectivos puestos de mando.
Esta situación creó cierta contrariedad en el General Dávila al apreciar que no se había desarrollado en la reunión de la mañana la trascendente misión que la Junta debiera afrontar, por lo que intentó retener a los compañeros y continuar con la reunión. El ambiente y la marcha ya iniciada por la mayoría no se prestaban a ello.
El General Dávila le expuso al General Mola cuan preciso e inaplazable era tratar con toda urgencia el tema ya que, aparte la imperiosa necesidad de que el mando militar tuviera absoluta libertad de actuación sin riesgo de las trabas, impedimentos o rémoras inherentes a la actuación de la Junta de Defensa, era muy de tener en cuenta que nuestra Entidad Estatal no estaba reconocida por ningún Gobierno extranjero y por informaciones oficiosas que les habían llegado, alguno de esos Gobiernos deseaba que desapareciese rápidamente el cariz de Pronunciamiento Militar que significaba el regir al País una Junta de Generales.
Mola se mostró conforme, asintiendo a la consecuencia de que debiera la Junta declinar sus poderes en el General Franco nombrándole Jefe del Gobierno que él constituiría con elementos y organización no afectados por la tara que al Estado del momento se achacaba. Sometida la propuesta, en el patinillo de la finca, a la consideración de Franco, este contestó hallarse dispuesto a asumir el cargo y “pechar con la papeleta si se tomaba tal decisión”.
Con la conformidad de Franco el General Dávila se encontró con la difícil papeleta de convocar al conjunto de los vocales de la Junta para plantearles tan trascendente cambio.
La mayoría de los vocales ya habían iniciado el regreso a sus lugares de residencia por lo que hubo grandes dificultades para su convocatoria, iniciándose las consultas a partir del día siguiente a base de comunicación telefónica o mediante rápidos desplazamientos que llevaron a cabo los generales Mola y Dávila.
No fue fácil obtener el voto afirmativo mayoritario. Se habían introducido dos factores de enorme trascendencia y que daban un vuelco total a la dirección política y militar:
-La desaparición de la Junta de Defensa Nacional asumiendo el General Franco el mando militar y el conjunto de funciones que hasta entonces desempeñaba esa Junta.
-La constitución de un Mando Político otorgándole a Franco el cargo de Jefe del Gobierno del Estado español.
En definitiva Franco asumía todos los poderes, el militar como Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas y el político como Jefe del Gobierno del Estado español.
La propuesta no fue del gusto de todos y hubo grandes dificultades para conseguir, de una forma tan acelerada, el voto afirmativo de la mayoría. Dejaremos los detalles para próximos artículos.
FueYanguas Messía (asesor de la Junta de Defensa) el encargado de redactar la disposición legislativa, realizándose con urgencia ya que se quería publicar el 1 de octubre.
Cuando la disposición ya se encontraba en el Boletín para su publicación, de madrugada Nicolás Franco, desde Salamanca, llamó por teléfono al General Dávila para hacerle saber que no se encontraba acertada la disposición ya que era necesario darle a Franco mayor libertad de acción y por tanto de atribuciones, que las que competían a un Jefe de Gobierno. El General Dávila le replicó que quedaba resuelto el tema si se cambiaba en el texto la expresión “Jefe del Gobierno español” por la de “Jefe del Estado Español”.
No había tiempo para ponerlo en conocimiento del resto de miembros de la Junta y la imprenta del Boletín llevaba tirado ya muchos ejemplares, enviados fuera de Burgos, y de dificultosa intercepción. Por tanto y sin más dilación el General Dávila ordenó la rectificación que fue llevada a cabo.
Al día siguiente el Presidente de la Junta, General Cabanellas, el más reticente de todos, se dirigió a Franco como Jefe del Gobierno del Estado español. En circulación estaban dos boletines con denominaciones distintas. Pero ya nadie volvería a dirigirse a Franco, ni de forma verbal ni escrita, como Jefe del Gobierno del Estado español sino como Jefe del Estado.
Hoy los ejemplares que se conservan en los archivos son los que se habían enviado antes de la rectificación y es difícil encontrar el Boletín rectificado que debió de ser de tirada muy escasa, dado el número de ejemplares anteriores que ya se habían impreso. A partir del día 2 de octubre del año 1936 no volvió a aparecer el término Jefe del Gobierno del Estado español y en todas las disposiciones, tanto escritas como verbales, Franco fue oficialmente el Jefe del Estado español.
Como les decía estos acontecimientos nunca se han contado como ahora les expongo. Lo que acaban de leer abre nuevos interrogantes para la historia. Desde las relaciones personales entre los protagonistas en los comienzos de la Guerra Civil hasta las ocultas razones que llevaron al nombramiento de Franco como Jefe Supremo con todos los poderes. Episodios, algunos interpretables, sobre los que intentaremos dar luz aportando datos hasta ahora desconocidos. El camino está abierto y los documentos desempolvados…
Les espero.
General Rafael Dávila Álvarez (R)
Curioso y muy interesante…
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Reblogueó esto en Verdades que ofenden...
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Gracias amigo y es sólo un aperitivo.
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Buenos días, General Dávila. Aquí estaré para las nuevas entregas de esta información tan interesante. Sin duda, el cargo de Jefe del Estado comportaba un gran «salto cualitativo», pues suponía la permanencia en el cargo (cosa que no supone una presidencia de gobierno) y, para los monárquicos, que esperaban la restauración al final de la guerra (pese a que la monarquía se consumió por abandono), más que eso. Los grandes movimientos históricos (y una guerra lo es), crean nuevos escenarios, para los que no siempre (incluso, raramente) tienen adaptación posible los escenarios anteriores («la guerra lo cambia todo»). No se podía esperar que de esa guerra resultase un escenario ya visto; sin duda, hubo gente (Franco, entre otros posibles) que se dió cuenta de ello.
Un abrazo.
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Yo tenía otra versión, mi general, supongo que como muchos, pero desde luego debió tener su trascendencia y quizás tuvo cierta relación con el enfrentamiento verbal entre Unamuno y Millán Astray en la Universidad de Salamanca.
En el Dominical “EL FIGARO MAGAZINE” del 1 de Octubre de 1995 se publica de una conversación privada de Millan Astray con el periodista Cristóbal de Castro mantenida el 20 de Noviembre de 1946 y en ella cuenta entre otras cosas lo siguiente: “se levantó Unamuno y dijo: Yo presido esta fiesta en nombre del Jefe del Gobierno del Estado” cosa que Millán Astray interpretó como rechazo público a Franco como Jefe del Estado. Esto y otras frases que no gustaron al fundador de la legión, provocaron su intervención según se cuenta en este dominical.
Si como dice es el aperitivo, que venga pronto el primer plato. Me ha abierto el apetito.
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Escenarios distintos …. Y que razón tiene!!
Un abrazo.
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Son episodios del archivo en mi poder de quien te puedes imaginar.
Muy interesare el dato que das.
¿Tienes la revista? ¿Podrías mandarme por correo copia del dato?
Un abrazo
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A la Historia no se la rebate con argumentaciones subjetivas. La Historia es una ciencia que cuenta lo sucedido basándose en hechos y pruebas. La documentación verídica es una prueba irrefutable con la que las argumentaciones interesadas no pueden.
La Historia de España sobre el pasado siglo, está contaminada interesadamente hasta limites inverosímiles.
Gracias, Mi General, por dar luz a las tinieblas. Espero siga iluminando esta Historia nuestra, que por ser de España, nos pertenece.
Hemos esperado demasiado tiempo para empezar a corregir tanto daño y empezar a poner negro sobre blanco.
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Un fuerte abrazo y tus palabras me animan a ello. Seguiré en lo que sé, tengo documentado y pueda informar.
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A estos historiadores les encantan los perfiles psicológicos de los personajes prueba evidente de la falta de rigor histórico y otros argumentos.
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