Si Vd. sigue este BLOG habrá podido leer las interesantísimas aportaciones a la historia que el General Dávila ha hecho en sus dos últimos artículos. La lectura de los mismos me ha llevado a una reflexión general sobre cuánto ha acaecido en España en esos últimos 40 años.
Dicen que la cultura es lo que a uno le queda después de haberse olvidado de cuánto ha estudiado, y aprendido antes, y es conforme a este sentido con el que emprendo la tarea de escribir estas líneas; es decir, escribo sin ahondar en datos sino en percepciones personales y como tales tal vez equivocadas y distintas a las que otros puedan tener.
Tomo como punto de partida el año 1975, año de la muerte del Generalísimo Franco y comienzo del fin del Régimen político que su persona mantenía. Por aquel entonces yo era un joven teniente recién egresado de la Escuela Naval Militar y hoy, un veterano soldado, a la sazón General retirado. Mucho han cambiado las cosas desde entonces y la sociedad ha evolucionado a una velocidad de vértigo, especialmente en los últimos años, como consecuencia, sobre todo, de la influencia de los avances en la tecnología y desde luego de la mejora de la calidad de vida.
En 1975 todavía se sentían los efectos de la pasada guerra civil pues, guste o no reconocerlo, el Régimen político imperante derivaba del construido por los vencedores en aquella contienda y una parte importante de la sociedad española no se sentía identificada con ese sistema político, por otra parte contrario a los postulados de los países denominados democracias occidentales, y a los que España estaba abocada a unir su destino so pena de quedarse aislada del concierto internacional. Esto es tan obvio que no necesita mayor explicación. De ahí que no puedo objetar que resultara imprescindible cuantas medidas se tomaron en lo que se denominó la transición política y que culminaron con la Constitución española, aún vigente. Una Constitución que siendo de consenso, o precisamente por ello, aún perdura y que hoy algunos pretenden reformar rompiendo la entente cordial que entonces se estableció, lo que entraña el riesgo de despertar de nuevo a las dos Españas enfrentadas durante siglos. Y es que por desgracia vuelven a aparecer los mismos fantasmas decimonónicos: un sistema democrático viciado, y abocado a una partitocracia, en la que los intereses particulares de los partidos ( y sobre todo los de aquellos que los sostienen económicamente ) se anteponen a los superiores de la nación y de otra parte – formando parte de lo mismo – la ruptura creciente de la integración nacional como consecuencia de la creación de lo que se denomina el Estado de las Autonomías , una situación ridícula, cuando no esperpéntica, si nos atenemos a lo que vemos todos los días y que supone un despilfarro económico sin precedentes como si fuéramos un país rico. Estaría dispuesto a admitir que, al igual que sucede con Navarra, alguna otra región – he dicho región – fuera dotada de algún «status » especial por su singularidad española dentro de la propia nación pero de ahí a lo que hemos llegado va un buen trecho. Ahora de nuevo estamos cerca en la historia de la situación cantonal de finales del XIX o a la más lejana pero bien similar de los reinos de taifas de la España musulmana.
Pero volvamos a 1975, año en el que se produjo la retirada española del Sahara. Una retirada que siento decirlo supuso una indignidad nacional por la forma en que se produjo. Una situación propiciada por políticos mediocres quienes por tomar posiciones ante lo que se avecinaba no dudaron en poner en entredicho el honor de España (esto les traía sin cuidado) y el de su ejército. No tengo la menor duda de que el Sahara, otrora español, habría alcanzado su independencia con el tiempo y que hubiera llegado a ser un Estado próspero estrechamente ligado a España con beneficios para ambos, pero la ambición de Marruecos así como la traición de algunos líderes saharauis lo impidió. Todos sabemos cómo acabó aquello. Si alguien, entonces, hubiera tomado las riendas del poder con energía, las amenazas del Sultán marroquí hubieran quedado en agua de borrajas pues nuestras FAS, llegado el caso, hubieran puesto en su sitio al Moro, incluso sin necesidad de guerra, pero de haberla habido también se le habría derrotado estrepitosamente. Lo malo que sucedió entonces es que la única persona con fuerza, honor y energía para liderar aquella contienda estaba al borde de la muerte. El Moro jamás se habría enfrentado a Franco. Y sin su liderazgo abandonamos el Sahara de forma ignominiosa.
Y entonces vinieron años duros por el golpe continuo de atentados terroristas de ETA contra todo, y contra todos, buscando no sólo debilitar al Estado sino, y sobre todo, destruir España. Hoy casi nos hemos olvidado de aquellos aciagos días cuando, por ejemplo, recuerdo salir de mi casa acompañando a mi padre, arma en mano, mirando para todas partes por lo que pudiera venir ( en la casa de mis padres ETA ya había asesinado a dos Ttes.Coroneles). Y, ¿cuántos conocidos nos quitaron esos asesinos criminales? No es de extrañar que más tarde o más temprano surgieran hechos como los del 23 de febrero de 1981, sucesos en los que no voy a entrar entre otras razones para no divagar, pues este acontecimiento se une, en mi opinión, a los del 11 M o al del asesinato del Almte. Carrero Blanco, años antes, en el sentido de que es curioso que los tres sucedidos más significativos del último medio siglo en España sigan sin tener explicaciones convincentes. Siguen los tres envueltos en un gran misterio pues, digan lo que digan, y se haya dictaminado lo que se quiera, yo sigo sin estar convencido de quienes fueron los autores «intelectuales» en cualquiera de los tres casos. Por razones, que no vienen al caso, he forjado, en los últimos años, una incipiente amistad con quien en aquellos días se lanzó a la aventura del 23F, cuando ya todo estaba perdido para los autores del golpe sólo por una cuestión de honor. Me refiero al entonces Cte. Ricardo Pardo Zancada, un hombre de honor e integridad, único donde los haya; como también lo fueron otros condenados por aquellos hechos a los que luego muchos dieron de lado miserablemente.
El 23F supuso un antes y un después para las FAS que desde entonces han estado sometidas, ley tras ley, a una minoración de su representación institucional empezando por el interior de la propia Institución en un intento dirigido y manipulado para desviarla de su misión fundamental, como tal prefigura la propia Constitución española en su Tratado Preliminar. La influencia política en el seno de las FAS puede tener significado a la hora de la elección de sus mandos superiores, es decir de sus Generales, pero es que, hoy, la selección o elección de sus mandos comienza incluso en los tempranos empleos de Comandante con la consiguiente ruptura e incidencia en el compañerismo y en la propia disciplina. Largo sería extenderme en explicaciones al respecto pero si alguien quiere de verdad saber o conocer qué es lo que ha pasado en nuestras FAS en los últimos 35 años le aconsejo la lectura del libro del que fuera Ministro de Defensa, Narcis Serra, » la transición militar». Allí encontrará la claves del devenir de como, y tal como decía antes, ley tras ley, se han transformado los ejércitos en lo que son hoy. Unos ejércitos ya cuasi ocupacionales, tal que si fueran bomberos o policías municipales, lejos de su responsabilidad institucional, la de la defensa de los valores permanentes de la Patria que es la misión que le encomienda el Art. 8 de la Constitución. ¿O no?
La prudencia es virtud del gobernante pero la inoperancia no lo es, y, hoy, cuando vemos cuanto sucede en Cataluña a uno le entran temores fundados de que lo peor puede estar por venir si no se ponen los medios para impedir tanto desatino. Y, lo siento, las FAS no pueden permanecer ajenas al peligro de desmembramiento de nuestra Patria. Y no pueden estarlo simplemente porque se lo ordena la Constitución por la que se rigen. Por eso, y como dijera Clausewitz, «la guerra es la continuación de la Política, y por tanto, es el Ejército el que mantiene la política cuando fallan los medios pacíficos», es decir, al Ejército corresponde la guardia de aquellas constantes históricas de un país, al servicio de las cuales se halla la gestión política. Es esto lo que con distintas palabras proclama nuestra actual Constitución en su articulo 8.
Sí, sé que estamos en el año 2015 y que hoy las circunstancias no son las mismas que las de los años 30 del siglo pasado, por la sencilla razón de que la sociedad ha evolucionado mucho, pero los valores que conformaron nuestra Patria siguen vigentes.
Por eso, pese a la distancia en el tiempo, y a que hay que ubicarlas en su contexto histórico, cobran valor las palabras que en su día pronunció José Antonio Primo de Rivera:
«el Ejército es, ante todo, la salvaguardia de lo permanente; pero no debe mezclarse en luchas accidentales. Pero cuando es lo permanente lo que peligra, cuando está en juego la misma permanencia de la patria (que puede, por ejemplo, si las cosas van de cierto modo, incluso perder su unidad), el Ejército no tiene más remedio que deliberar y elegir. Si se abstiene, por una interpretación puramente externa de su deber, se expone a encontrarse de la noche a la mañana sin nada a que servir. En presencia de los hundimientos sucesivos, el Ejército no puede servir a lo permanente más que de una manera: recobrándolo con sus propias manos«. Y en otro lugar añadía: «¿Habrá todavía entre nosotros quien proclame la indiferencia de los militares por la política? Esto pudo y debió decirse cuando la política se desarrollaba entre partidos. No era la espada militar la llamada a decidir sus pugnas, por otra parte, hasta mediocres. Pero hoy está en litigio la existencia misma de España como entidad y como unidad. Cuando lo permanente peligra, ya no tenéis derecho a ser neutrales. El que España siga siendo depende de vosotros. El enemigo, cada día, gana unos cuantos pasos. Cuidad de que al llegar el momento inaplazable no estéis paralizados por la insidiosa red que alrededor se os teje”.
Y es que uno tiene la impresión, por todo cuanto ve y oye, que la insidiosa red, a la que se refería José Antonio, sigue tejiéndose ante la pasividad pasmosa de tantos. Cuando el Estado pierde el sentido de su misión, cuando deja de creer en la filosofía política que le dio nacimiento y fuerza, empieza a adquirir un complejo de inferioridad, inicia una etapa de disimulo, utiliza un idioma contradictorio y débil, abdicante y enfermizo, deja que las fuerzas secesionistas se envalentonen y avancen, pululen y brujuleen.
Ya he dicho que cuanto escribo no es sino una reflexión personal y evidentemente subjetiva o parcial. Reconozco que a muchos todo cuanto digo le pueden parecer ideas trasnochadas y fuera de tiempo o época; y es que vivimos tiempos en los que el relativismo moral se ha adueñado de todo y donde los valores permanentes que han constituido referencia moral para muchos hombres y mujeres de mi generación se encuentran en clara crisis. A pesar de todo, mantengo un optimismo creciente cuando veo a muchos de nuestros jóvenes, y entre ellos a los que mandan nuestras unidades militares, manteniendo enhiesta la Bandera con la misma dedicación y desvelo que sus mayores y es que, pese a tanta medida conducente a que esto no fuera así, va a ser cierto que puede más el ejemplo de padres y abuelos.
Han pasado ya 40 años de la muerte de quien fuera Jefe del Estado y Generalísimo de los ejércitos y, hoy, vilipendiada su figura por grandes sectores sociales, incluso por aquellas personas, instituciones o grupos que le debían su supervivencia, con una actitud cobarde y vil, cobran relieve sus palabras respecto a las FAS cuando dijo aquello de que » la máquina se deshace pero la obra queda”.
General de División (R.) Infantería de Marina Juan Chicharro Ortega
Como ha dicho, cariñosamente, mi querido General Coloma en el anterior artículo: «Querido Don Pedro, siempre Vd. el primero…», no me resisto a iniciar este debate de la misma forma, porque soy consciente de que mi intervención puede contribuir a rompe el fuego y animar a los demás a participar.
Yo, por mi edad, he vivido mi niñez, mi juventud y mi primera época de profesional y de casado en la época de referencia; y no puedo decir nada en contra de ello, porque vivía tranquilo, con valores, seguridad, sin sobresaltos, sin los problemas que hoy día nos acosan continuamente con incertidumbre agobiante: odio, enfrentamiento, división,…
Cuando vimos que los Talibanes destruyeron monumentos religiosos, nos llevamos las manos a la cabeza, pero cuando nuestros amigos de la piqueta, es decir, la izquierda española destruye el patrimonio histórico artístico de España y los monumentos históricos, y no pasa nada… lo vemos como algo normal y muchos les aplauden con las orejas.
Los manipuladores de la historia, muy acostumbrados a inventarse sucesos que no acontecieron, por ejemplo, ponen a Francisco Franco, como enemigo de la II República, ocultando todas las acciones y omisiones entorno a la figura del mejor general del siglo XX, para mantener la paz y la concordia entre los españoles, cosa que no hicieron los demás protagonistas (sobre todo de izquierdas), que intentaron por todos los medios el derrumbe de la II República, usando la violencia y el terror.
Y ¿qué decir de los historiadores profesionalmente antifranquistas? pues que hoy los hay de todo tipo y para todos los gustos y bolsillos.
Y ¿qué decir de la Federación Estatal de Foros por la Memoria? En cualquier país un poco democrático una Federación de estas características estaría ilegalizada y perseguida por los poderes públicos. Pues no es memoria histórica sin más, porque si lo fuese tendría en cuenta la de los dos bandos contendientes; y cuándo su único fin, no es la restitución de la memoria de los inocentes, sino generar odio y revanchismo en nuestra democracia, para desestabilizarla. Además de utilizar a la verdaderas víctimas para llenarse ellos los bolsillos con las subvenciones públicas y vivir muy bien a consta de su sufrimiento.
En fin, mi General, es lo que hay y lo que nos ha tocado vivir… por un lado el imperio de la ley de la izquierda revanchista y por otro lado consentimiento y complejo histórico.
Un abrazo.
Pedro Motas
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Sin sus comentarios Don Pedro, este blog no sería el mismo. Usted forma parte consustancial del mismo. Gracias don Pedro.
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Gracias, muchas gracias mi querido General Dávila por sus amables y afectivas palabras hacia mi humilde persona; no sería justo si no pusiese completo lo que mi querido General Coloma ponía en el anterior artículo referente a mi persona, sobre todo para que nadie lo malinterprete:
«Querido Don Pedro:
Siempre Vd. el primero. Siempre el verbo acertado, la reflexión madura, la postilla enriquecedora. Si privilegio es escribir en este blog, más lo es contar con asiduos lectores que enriquecen nuestras exposiciones.
Gracias don. Pedro
Adolfo Coloma
GB (R) del ET»
Eso es para mi una alabanza y un piropo en toda regla de alguien al que admiro, respeto por encima de todo y le doy las gracias por esa consideración.
Un fuerte abrazo legionario, paracaidista y guerrillero.
Pedro Motas
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Una vez más el general Chicharro es certero en su análisis y aunque como bien dice el momento es difícil, hay que ser optimistas. Se ha querido destruir la máquina pero la obra permanece porque el ejército es el alma misma de España… ¡y el alma es inmortal!
Cuantas veces, a lo largo de la historia, el enemigo ha pensado que ya se lazaba con la victoria…. y lo ha despertado de su sueño un toque de generala…. o el bando de un alcalde de Móstoles…. o la imbatible conjunción de ambas fuerzas.
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Buenas noches, General Dávila y General Chicharro. Poco me queda por comentar sino mi total acuerdo con el artículo y con el comentario de D. Pedro Motas. La cita de José Antonio es perfecta para el caso. A veces pienso, de modo imaginario (y recordando a alguna otra nación también amenazada de muerte), que en España habría que ir a votar con el fusil; con el voto por lo que es disputable en democracia, y con el fusil por lo que no se puede poner en disputa, pues nuestra Patria tiene el sino de tener que defenderse periódicamente de su destrucción, sino que suele saltar alguna afortunada generación, pero que vuelve a sus descendientes, y ahora ha vuelto.
La «memoria histórica» no es más que un intento de borrar el recuerdo de una época que fué tan beneficiosa para esta Nación, que sentó las bases de su desarrollo (capital que hemos ido perdiendo, por malversación o por venta fraudulenta) y con la cual la inmensa mayoría de los españoles estaba, sino de acuerdo (aunque todos sabíamos que no era extensible indefinidamente, pues aquel régimen era una medida extraordinaria para momentos extraordinarios) al menos cómodamente asentada. La «memoria histórica», pues, significa claramente la «desmemoria histórica», la negación de que los impulsores y/o los padres de los impulsores de ese proceso se beneficiaron de aquella época (de ahí su cinismo), y su motivación es clara: aquella época reivindicaba a España, porque estaba bajo la dirección de quien amaba a su Patria sobre todo; así borrar esa época no tiene otro sentido y significado que borrar el recuerdo de cuando España recobraba el orgullo olvidado, el significado de borrar España, pues una forma de destruir a alguien es la de hacer que, a través de la pérdida de su orgullo, pierda o niegue también su identidad.; no por casualidad los que quieren hacer desaparecer a esa época son, al mismo tiempo, enemigos de España.
Es por todo lo dicho por lo que agradezco los testimonios de quienes -sin complejo alguno-, denuncien las MENTIRAS que muchos propalan sin vergüenza alguna sobre la estúpidamente avergonzada callada de la mayoría.
Con ocasión de estos asuntos, me acerqué a la videoteca del NO-DO (que es pública) para ver algunos capítulos, tal vez por primera vez, porque en aquellos tiempos muchos apurábamos el último cigarrillo antes de entrar en la sala de proyección para ver la película , mientras se proyectaba el NO-DO. Como todos sabemos, el NO-DO era un instrumento de publicidad del Régimen. Pues bien, y lo digo para quienes, por edad, no han vivido en aquellos tiempos, me encontré con la sorpresa de que la situación de España que relataba el NO-DO coincide con la memoria que tengo yo de aquellos tiempos, la «memoria de la calle» (que no la de la publicidad). Así que recomendaría a los que no vivieron aquello que, antes de apuntarse o no a borrar esas páginas de la Historia de España, al menos que se den «una vuelta» por su lectura o visionado y que consideren que borrar la Historia de España es borrar a España.
Reciban un cordial saludo.
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Como don Pedro usted es parte del blog y sus acertados comentarios una riqueza digna de agradecimiento. Un fuerte abrazo. General Dávila
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Reblogueó esto en yagovelis.
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Me molesta alabar a mis superiores, porque pudiera parecer «pelota»; pero no tengo más remedio que aplaudir a mi General y amigo, para que no parezca que son pocos los que piensan como él, aunque no sepamos expresarlo con tanta claridad y concisión
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Buenos dias General:
Si hay en la actualidad un estamento donde jamas se nombra a Franco, donde jamas se nombra su obra y donde jamás se recuerda su figura en en el Ejército.
Parece increíble pero es asi, nadie, de teniente a teniente general desea recordar nada de la etapa del Generalísimo, para evitarlo se hacen auténticas filigranas dialécticas e históricas.
Si vas a una conferencia en el instituto de cultura e historia militar el conferenciante evitara con suma discreción cualquier alusión a Franco, a la División Azul o a la Guerra Civil, esto y Vd lo sabe muy bien, es un hecho.
El Ejército y su historia ha quedado reducido, por orden de los poderes políticos, a lo que se puede ver en el llamado Museo del Ejercito, una colección inconexa de uniformes, cuadros falsos y armamento poco representativo, un anodino escaparate que no recuerda en absoluto la increíble historia de España, siempre ligada a sus magníficos Ejercitos.
Antaño el Ejercito tenia un impresionante museo, en donde brillaban las armas, las banderas de grandes batallas, los uniformes de bizarros militares que dieron gloria a su patria, donde se recordaba que España es forjadora de mundos, de civilizaciones y de Naciones, en donde se veía la grandeza del servicio a las armas, un museo que enorgullecia a cualquier español que se vista por los pies.
Pues bien esa comparación entre un museo y el otro sirve para plasmar la comparación que se puede hacer hoy entre lo que debería ser el Ejercito de España y el que los politicos le han obligado a ser.
Si el Ejército actual no tiene conciencia clara de cual es su papel en la defensa de España es mejor que empecemos a pensar que España no tiene futuro
Las cosas como son.
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Saludos y gracias por sus comentarios. Un abrazo
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