
Bajo Corona Real, lanzas de Caballería, en sus banderolas siglas de la Unidad. C.R.E. (Centro de Reproducción Equina), y la ciudad donde se ubica: Zaragoza. Donde las lanzas se juntan, Cruz de Santiago, Patrón de España y del Arma, y en su interior, S.E. (Sementales del Estado), el hierro de nuestros caballos.
Dedicado a todos los Jefes, Oficiales y Suboficiales de Caballería que estuvieron bajo mi mando en aquellos años, y de manera especial a los Suboficiales Especialistas, ya que sin ellos nada hubiera podido realizarse.
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Galopada que me recuerdan el final de los siete irrepetibles años (1989-1996) donde tanto disfruté, y donde siempre tuve a gala hablar sólo de caballos. Hoy lo resumo en puntuales actos, que creo dan una visión más o menos exacta de esos Centros.
A los que nos visitaban siempre les decía: ― Aquí, solo oirán hablar de caballos, es decir, de cosas vivas y concretas que huelen a campo y sol, pues solo nos planteamos el tema vivo campero, soleado y nervioso que es el caballo.
―¡Sí!, el caballo, lo que todavía hoy mantiene el nombre de nuestra querida España en el corazón de Europa, en el picadero de la Joseph-Place de Viena; con la Escuela Española de Equitación. ―¡Sí!, lo que cada día más nos requieren desde todo el mundo, nuestros sementales árabes y españoles, ya saben con el fin de refrescar sangres y asegurar anatomías.
La crisis, que asusta a cuantos amamos a esta fina y heráldica parcela de la crianza equina, es un producto lógico de la técnica maquinista en que vivimos, pero la vida animal es muy «terca» y se reserva siempre una baza final para burlarse de esa técnica.
Lo que está muy claro es que el caballo es una decantación de logros estéticos y filtraciones históricas, que como tantas otras cosas, empezó como recurso de utilidad, y hoy se ha convertido en un elemento importante para el deporte y el ocio.
Lo del español, a pie y a caballo, es arriesgar, comprometerse, eludiendo defensas y ventajas. Comentaba Pemán, que por eso popularmente se reserva la denominación exótica para todo lo que es hacer las cosas a medias o aliviándose. Así convidar «a la inglesa», pagando a escote, cada uno lo suyo, no es convidar. Despedirse «a la francesa», sin decir adiós, no es despedirse, pero podéis creerme, aquí sí vivimos de verdad el caballo y, siguiendo con el símil, diría que trotamos a la española haciendo con él un bloque perfecto, sin introducir en el esfuerzo, el alivio o trampilla que significa el tiempo en suspensión del británico aire o trote a la inglesa.
Las comidas de hermandad que celebrábamos, no eran más que un pretexto o vehículo para enhebrar los sentimientos, lo de menos era lo que comíamos o bebíamos, lo importante era la unión entre todos, aunque desde la Jefatura de Madrid tuvieran los ojos cerrados a estas realidades y no supieran distinguir la sustancia del accidente.
Siempre que podía les hablaba de caballos, pero en mi despedida, y por una sola vez, me dirigí a ellos como militares y especialistas que eran, Cuerpo de Suboficiales Especialistas del Ejército: (Guarnecedores, Herradores, Remontistas, Paradistas, Picadores, y Auxiliares de Veterinaria). Les dije las que en mi opinión debían ser las dos primeras virtudes militares que les debían adornar, me refería a la fidelidad y a la lealtad.
De la «Fidelidad» les decía que es la fé que uno debe a otro, vector de una dirección y un sentido, con un solo objetivo. Si hay Arma combatiente en el Ejército, que la posea en grado sumo esta es la Infantería, y su himno nos lo recuerda: la fiel Infantería que por saber morir sabrá vencer…, en sus muchas misiones siempre al final prevalece la ofensiva, el ataque… lo dicho, una sola dirección.
De la «Lealtad» que era cosa de dos, vector de una dirección, pero con dos sentidos: ascendente y descendente, lealtad que obliga al subordinado con el superior y a la inversa. La Caballería en grado máximo la posee y ese doble sentido también se refleja en una de sus misiones: protección de la retirada, en donde tantos días de gloria se alcanzaron, llegando hasta el sacrificio para proteger la retirada de los nuestros.
Estudiosos de las razas animales consideran al perro como al más fiel de todos, pero también se ponen de acuerdo al afirmar que el caballo es el más leal y esta lealtad que en sí tiene, se debe transmitir al que a su lado está y al que lo monta, reflejándose en la forma de ser de aquellos y en la equitación de estos.
Si el contacto con el caballo y la práctica de la equitación son la base del «Espíritu Jinete», creía sinceramente que todos llevaban muy dentro ese espíritu, y con esa garantía, solo les recomendaba lo que dice nuestras Ordenanzas, que no es otra cosa que el no limitarse a hacer lo preciso de vuestra obligación. Y la mejor forma de lograrlo, es por medio de esa lealtad descrita, lealtad en vuestra forma de vida, en vuestro trabajo, hasta lealtad en vuestra equitación.
En efecto, cuando todos los sentimientos, impulsos y vibraciones que el caballo emite (rama ascendente), son bién interpretados por el jinete; cuando todas las ayudas ya sean naturales o artificiales, impulsoras o de retención que el jinete manda, (rama descendente), son bien admitidas por el caballo, entonces se puede decir, que en el tan traído y llevado binomio «caballo – jinete» hay lealtad, y cuando esto ocurre, cuando la equitación es limpia y sin trampa, en una palabra; cuando en ella hay lealtad, se produce algo maravilloso y es que la equitación se transforma en arte, y entonces la gente aplaude en cualquier idioma.
Una cosa es montar a caballo, otra muy diferente, como dicen en Andalucía, es «ir subío».
Esta lealtad es la que militar y deportivamente se exigía en el Centro, y esta lealtad es la que debéis exigir y exigiros siempre.
No hay dinero en el mundo para comprar hombres como ellos, con ilusión, con ganas de trabajar, técnicamente preparados, con afición al ganado y unidos por el compañerismo.
Napoleón comentaba que ―«No se paga el valor con dinero» y, en cuanto a trabajos que el soldado pudiera efectuar, no serían asalariados ni podrían serlo nunca, es deshonrarlos decía, ya que solo por honor, el militar, ciertos trabajos haría».
Vuestro trabajo, bien lo sabéis, debe ser como el que se lleva a cabo en una ganadería, como el de una dehesa o cortijo, de sol a sol, nunca se acaba, sin relojes ni calendarios.
Ante vosotros solo debe actuar el sol, los días y las noches, el frío o el calor, la sequía o la venida de las aguas y los vientos. Al igual que los hombre de campo, debéis siempre mirar hacia arriba en busca del cambio del tiempo, o bien hacia abajo viendo crecer la otoñada, pensando en las yeguas y sus rastras. Imitad a los jinetes de otros tiempos, que supieron hacer de su vida una forma, un estilo, una vocación y un sentido, al mismo tiempo que una profesión.
Nos sentíamos amos del campo, dueños de los mejores caballos y orgullosos de nuestra Unidad y de nuestros hierros: Yeguada Militar y Sementales del Estado.
En mi despedida, era la última ocasión que de manera oficial, tuviese a toda la plantilla reunida, y no quise dejarla pasar, así que la aproveché para dirigirles estas palabras que como siempre con el caballo estuvieron relacionadas.
―Me vais a permitir, les decía, ―que hoy empiece recordando a los que me enseñaron a colocar los pies sobre los estribos, a coger las riendas con las manos y a sentarme sobre el dorso de un caballo. A los que, cuando por primera vez me caí, muy en serio me dijeron: ―¡No te preocupes!, quien no se cae, es el obispo que se sienta sobre un sillón de terciopelo.
Y así fueron pasando los pocos días que me quedaban de mi vida militar activa, sentía que la boca se secaba y cómo el corazón se arrancaba a galopar, lo mismo que el jinete cuando monta por primera vez su potro cerril, recién llegado del campo con solo treinta meses; lo que el garrochista y el amparador en el acoso y derribo, a la espera de que le hagan «seña» desde el soltadero, para iniciar la carrera por el corredero hacia el corral de querencia; lo que el caballero, en el rejoneo, cuando el torero a caballo se coloca frente a la oscuridad del chiquero o toril; o lo que un jinete de saltos, cuando ya abandonó la pista de ensayo, y está preparado o prevenido a la entrada de la pista de competición con «gato» de ganar.
Aunque no hago bandera de la nostalgia lo cierto es que esos días, respiraba ese ambiente, que para bien y para mal nos atrapa a todos, cuando se intuye que algo esta a punto de acabar.
… Y en este punto de escritura, quiero hacer un toque de homenaje y admiración a tantos y tantos hombres que nos supieron legar una tradición y una forma de vivir. A esos hombres de una vida sencilla, ¡Como tiene que ser! que, madrugón tras madrugón, montados sobre sus caballos, lloviendo, con frío o calor se entregaban a su labor, dejándose la vida en ello, con los hígados hechos polvo y quebrados por el riñón.
A esos hombres silenciosos, parcos en palabras, solo las justas, hombres que solo subían la voz cuando, a caballo, se enfrentaban con una adversidad, pero que, si habían de quitarse el sombrero a la hora de ver un caballo en el prójimo mejor que el suyo se lo quitaban, porque así se lo habían enseñado.
Hoy, con esta última galopada, revivo las andanzas de aquella época y de sus gentes sencillas, feliz evocación de un tiempo cuyo encanto y fascinación advertí cuando ya se me habían escapado de entre los dedos.
A todos ellos, los vivos y los muertos, yo que tuve la suerte de rozarlos, hoy con gran respeto y admiración los recuerdo, y parece que me guian la mano cuando escribo.
A mi también Dios me concedió la inmensa felicidad de pasar una buena parte de mi vida muy unido al caballo. He vivido bastante gracias a él, teniéndolo a mi lado, montándolo de continuo, procurando conocerlo a fondo y también que él a mí me conociera, y os confieso que eso no lo cambiaría por nada.
Que esta confesión sirva de colofón a mis últimos años de mando, que pasaron como galopada en campo abierto, y en los que fui tan feliz como cuando montaba a mi yegua “Cantabria”.
…Llegó el día; y la hora fue como la que pudo marcar el reloj que Pío Baroja tenía en su casa de Madrid con la leyenda, ―«Todas las horas hieren, la última mata».
Lo que pasó pasó… pero aquí seguimos envejeciendo, unos peor que otros, o todos mal.
Coronel de Caballería ® Ángel Cerdido Peñalver
Zaragoza octubre 2023
Blog: generaldavila.com
Atentamente y con el debido respeto
Al Coronel de Caballería, DON Ángel Cerdido Peñalver
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El pasado hace presencia
De formas muy diferentes
Dependiendo de la suerte
Que depare la providencia
Desde el nacer a la muerte.
Me alegro de las venturas
Expresadas con la gallardía
Que hace presente en Usía
Al mentar las cabalgaduras
QUE ESALZA CON ALEGRÍA.
España día 8 de octubre de 2023
Ramón Lencero Nieto
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Mi respetado y muy querido CORONEL CERDIDO, Doble FELICITACIÓN: i) Su onomástica ii) La Excelente GALOPADA EN CAMPO ABIERTO. Una cosa es «escribir bien» y otra «escribir con arte». V.I. dedicó toda su vida, precisamente hacer de LA PROFESIÓN MILITAR EL PURO ARTE DEL ESPIRITU DEL JINETE VINCULABLE AL PAR (JINETE,CABALLO). La decantación de logros estéticos y filtraciones históricas que CONFIGURAN LA CABALLERIA también parten de LA ADMIRACIÓN PERMANENTE. La sorpresa nos lleva a participar del doble sentido del propio sentimiento humano. Los pares (FIDELIDAD, LEALTAD), (PERRO, CABALLO) , (INFANTERIA, CABALLERIA) etc. (Convidar, U.K), (Despedida, Fr.), (Trote, español), (No hay en el mundo dinero para pagar AL HEROICO SOLDADO ESPAÑOL). Por eso : Recordaré en un cielo anaranjado caballos en la sombra iluminados uniendo ansiosamente a los amantes en grutas apacibles de distancia………. MARAVILLOSO E INMENSA GRATITUD. A la orden de V.I. A la orden de V.E. VIVA EL REY VIVA EL ESPIRITU DELJINETE VIVA Y ARRIBA ESPAÑA
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A las órdenes de V. I., mi Coronel.
Entrañable resumen de una época y una vida, que nunca podrán volver para quien tuvo el privilegio de vivirlas. Y que nadie ajeno a uno podrá apropiarse ni borrar de la historia, ni por decreto ni por ley.
Durante los primeros diez años de mi vida crecí entre las patas de caballos, literalmente, y cosa asombrosa, ninguna yegua me dio una coz, un mordisco o un empujón con la cabeza para apartarme y que no me pusiera debajo de ella mientras amamantaba a la cría, que me fascinaba contemplar de cerca y acariciar al potrillo mamando. Con este recuerdo, a la vez que iba leyéndole, se me han escapado un par de lágrimas, y he evocado mis paseos «subío», en pelo primero , sobre potros jóvenes, y con silla vaquera después, ya algo más compuesto, sobre caballos y yeguas adultos. Me hice de un galápago inglés de carreras, pero aquello no iba bien con animales que bailaban, hasta a galope, en lugar de andar.
Luego, con más ansias de libertad y aire, me dediqué a «calgar» sobre aviones, con preferencia por los biplanos de cabina descubierta, que era desde donde mejor se contemplaba la tierra allí abajo.
En fin, una delicia para el espíritu, y una ráfaga de aire fresco para los ojos, haber leído tan apasionado y apasionante relato. Señal de que continuamos tan vivos e ilusionados como entonces, y de que el tiempo es como si no hubiera pasado.
¡¡¡Viva España!!!
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Buen Domingo, mi Coronel y todos; veo que los buenos recuerdos han vuelto a hacer aflorar al poeta.
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Preciosa la despedida Mi Coronel, y que lección mas bella, el caballo, es el animal más noble, bello e inteligente que existe, la prueba es que ahora se está utilizando con niños, y demás personas con problemas, que solo ellos, pueden ayudar. Muchas gracias y saludos para todos.
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Gracias, mi Coronel, gran Caballero español, por su lucida y amorosa loa del caballo, que ha despertado en mi la nostalgia de aquel periodo de mi vida , allá en la Academia en que disfruté de su compañia, en alguna ocasión -no lo niego- «accidentada». lo que no disminuyó en absoluto mi amor y admiración hacia el mundo equino.
Pues si, en el Ejército que servi, que gozó en sus principios del sobre nombre de Instituto Montado, la «querencia» y el recuerdo, seguro, de los que al «incorporarse» a aquella nueva Arma que nacía, procedentes de la noble y valiente Caballería Española, hizo que se creara en la Academia General Del Aire una Sección en la que al mando de un Comandante de Caballeria de voz aguda imposible de no recordar, en que nosotros, los Cadetes practicabamos la monta de tan noble y respetado animal
Dificil de olvidar sus muy apropiados nombres, al pacífico Polinomio, al espantadizo Verdugo´, y como no al altísimo Largo, que mas deuna vez nos hicieron dar con nuestros inexpertos huesos ,en el blando suelo de aquel picadero, que por cierto situado en un punto tal del recinto que coincidia con el final de la linea de despegue de las avionetas de enseñanza y próxima a la estacion del ferrocarril y al punto en que estos a su entrada emitian el estridente pitido. No necesito explicar la debacle que se montaba en aquel picadero cuando una avioneta despegaba o se escuchaba el escalofriante pitido. Pero nada de ello nos impedía acudir siempre que podiamos en nuestro tiempo libre a aquellas cuadras a disfrutar de tan hermosa y bella practica.
Y allá va mi anécdota. A mi salida de la A.G.A. y mi incorporación a Matacan (Base Aérea de Salamanca), un dia, paseando por la Base entre en la Granja, dependencia ya no existente y donde se criaba ganado vario y hortalizas cuyos beneficios se destinaban a la mejora de la alimentacion y alojamiento del soldado). Con gran sorpresa mia divise a traves de la obscuridad de la vaqueria, un caballo. Me acerqué y cual seria mi sorpresa cuando identifique en el equino , al «Largo». su estado era lastimoso, sucio, atado en aquella penumbra , con una rodilla inflamada, olvidado del mundo en suma. Rapidamente me puse en contacto con el veterinario que tras el debida y no corto tratamiento curó sus deficiencias y sus males y entonces se me ocurrió montarlo. El pobre animal apenas vió la puerta abierta y la luz del sol. emprendió tal galopada, que yo no experto jinete, solo pude hacerle girar poco a poco para en amplio circulo regresar al luger de partida. Lo
que ignoraba yo es que el noble animal entro como una tromba en la granja, se detuvo de golpe ante un pequeño estanque de unos dos metros y medio de diametro que contenia todos los pestilentes producto de la limpieza de los establos, y yo me vi lanzado por encime de sus erectas orejas , sobrevolé el deposito de m….. y caí al suelo milagrosamente sin lesión alguna. ante los aterrados ojos de la tropa presente.
Seguí cuidandome de que el «Largo» estuviera atendido convenientemente mientras estuve allí y a mi me parecia cada vez que iba a verle con mi terrón de azucar, que bajaba mi cabeza hacia mi pidiendome una caricia que yo prodigaba sin tardanza. Recordaré siempre a mi «Largo» mientras viva.
Perdón por mi larga plática.
¡¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!! ¡¡¡¡VIVA LA cABALLERIA ESPAÑOLA!!!!
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