Beduinos con un caballo Prá (Pura raza árabe)

El don de don Hidalgo
Es el don de algo
Y para tener ese don
Se necesita tener algo.

…En medio del desierto, se abre paso el camino que atraviesa el legendario Monte Nebo, situado en el oeste de la Jordania actual, entre las ciudades Madaba y Ammán, donde dicen que está enterrado el propio Moisés. Nos lo cuenta la Biblia:
―«Subió Moisés de la estepa de Moab al monte Nebo, a la cima del Pisgá que mira a Jericó»
La historia bíblica narra cómo Moisés, cuando dirigía por ese camino a los israelitas desde Egipto, una vez que se le negó la entrada a la Tierra Prometida, desde la cima de Nebo y poco antes de morir, vio la tierra de Canaán con Jerusalén al fondo, al otro lado del Mar Muerto.
Por allí discurría lo que se hacía llamar «El Camino de los Reyes», o «Camio Real», también «Camino de los Patriarcas» porque Abrahám, Isaac y Jacob, entraron por él a la tierra de Canaán.
Aunque es un poco más larga que la ruta del desierto, siempre fue la vía preferida por las caravanas. El Camino de los Reyes fue una ruta comercial de vital importancia, que unía el rio Nilo con el Éufrates cruzando la península del Sinai. Su importancia estratégica está en el fondo de las guerras entre los distintos imperios, y posiblemente en las que mantuvieron los reinos de Israel y Judá.
Era la ruta de las antiguas caravanas que bajaban desde Damasco hasta El Cairo y que recorrían Aman y el Mar Muerto con destino al puerto de Áqaba en el Mar Rojo donde embarcaban sus mercancías. Un viaje de unos 1000 kilómetros a caballo y camello.
Grandes cantidades de incienso, que en aquellos tiempos era más valioso que el oro, se transportaban cada año por esta ruta desde el sur de Arabia hasta el Mediterráneo, inspirando mitos y leyendas forjando parte de la historia de la humanidad.
Este camino ya lo conocían los romanos que lo convirtieron en Vía Traiana Nova, también lo peregrinaron los cristianos para llegar a los Santos Lugares y después los cruzados dejándonos en sus cunetas castillos fortificados. En sus ocho cruzadas los Templarios, Hospitalarios o Sanjuanistas, Caballeros del Santo Sepulcro, y los Teutones de Santa María, a pesar de permanecer en estas tierras más de 100 años, no lograron su objetivo principal; el dominio y permanencia definitiva en Jerusalén.
Esas caravanas formadas por peregrinos y mercaderes de todas las provincias del imperio turco, eran de gran importancia comercial, y estaban organizadas por el Bajá de Damasco o un delegado suyo que daba la señal de partida y de llegada con un tiro al aire.
Para su seguridad, marchaban con unos cuantos jinetes armados a vanguardia y retaguardia, estos también con la misión de recoger a los rezagados.
Papel importante en estas caravanas, jugaban los llamados conductores o guias. Ejemplo lo tenemos en Mahoma, que fue pastor de rebaños por aquellas tierras, por tanto buen conocedor del desierto, y que a los 25 años ofreció sus servicios de conductor a una rica viuda llamada Jadicha, que había heredado el negocio de las caravanas de su anterior marido y con la que acabó casándose.
Este cuento, relacionado con las caravanas, me lo contó Lamartine, y hoy trataré de contároslo a vosotros:
…«Nuestro “amigo” árabe y su tribu, como siempre, atacaron por sorpresa en el desierto a una de esas caravanas procedente de Damasco, lo hicieron en pleno sabbat, al comienzo de la segunda vigilia o «guardia de la medianoche» cuando acababan de relevarse los centinelas; la victoria fue completa y la escabechina que hicieron enorme.
Ahora los árabes ya estaban ocupados con cargar su valioso botín, cuando los jinetes turcos del Pachá que venían al encuentro de su caravana, se lanzaron de improviso sobre los árabes victoriosos, mataron a muchos, hicieron prisioneros a los demás y tras atarlos con cuerdas, se los llevaron para ofrecérselos a su señor.
Como no era mortal la herida de nuestro “amigo” en el brazo, los turcos lo ataron encima de un camello y se lo llevaron con su montura en calidad de rehén.
Regresando al campamento, a los turcos se les hizo de noche y acamparon con los prisioneros en el desierto. A nuestro “amigo” herido, que tenía las piernas atadas con una correa de cuero, le habían dejado tendido en la arena junto a una tienda.
Durante la noche, cuando lo despertó el dolor de su herida, oyó relinchar a su caballo, reconoció su sonido y no pudiendo resistir el deseo de ir a hablar una vez más al compañero de su vida, se arrastró por el suelo y llegó hasta él.
― Mi pobre amigo le dijo, ―¿Que harás tú entre los turcos?
Vuelve a la jaima que conoces y dile a mi mujer que yo ya no volveré, y asoma la cabeza entre sus vientos y cortinajes para lamer la mano de mis hijos.
Mientras así decía, nuestro “amigo” royó con los dientes la cuerda de pelos de cabra y camello que hacía de trabón en los menudillos de las manos del caballo, y el animal quedó libre, pero este viendo a su amo herido y atado a sus pies, inclinó la cabeza, le husmeó y, asiéndole con los dientes, se alejó al galope y lo llevó hasta su tienda.
Al llegar, después de depositar a su amo en la arena, a los pies de su mujer y sus hijos, el caballo expiró de agotamiento.
Toda la tribu le lloró, los poetas lo cantaron, y su nombre está constantemente en la boca de todos los árabes».
También hoy los ciudadanos de Israel recuerdan el pasado 7 de octubre, el «sábado negro», al cumplirse el primer mes del ataque brutal por terroristas de Hamás, que dejó a miles de personas asesinadas, y secuestrado a cientos de todas las edades.
El caballo árabe es aquel que morfológicamente no se confunde con ninguno otro, y en mis pocos conocimientos de etnología e identificación racial, creo que está cerca del centro geométrico del Trígamo Sinaléptico de Barón, es decir de la perfección. Algunos dicen que es una raza iniciada en medio del desierto, desconocida e imprevista, hasta que fue descubierta por los árabes y conducida hacia la historia por las riendas del Islam.
Pero la arquelogía no apoya esta teoría, la historia la niega y el sentido común la rechaza, pues aunque unos pocos caballos salvajes hayan vagado por el desierto de Arabia alguna vez, los datos que tenemos de esa península nos dicen que no es apta para los caballos en su estado natural. No existe agua en su superficie, ni pasto alguno durante los meses de invierno, y las pocas yeguas que conservan los beduinos son alimentadas, parte del año al menos, a base de dátiles y leche de camella.
Los desiertos de Judea y Negueb solo son el lugar natural de los beduinos, dedicados a la trashumancia como pastores de cabras.
Hoy los problemas de estas tierras, aparte de lo religioso y político, creo que son de tierra y agua, pues la Franja es estrecha, el desiero muy seco, y los asentamientos y territorios ocupados muy conflictivos. Todo se arreglaría si Palestina tuviera un Ejército regular para luchar contra los terroristas de Hamás, pues la tienen oprimida y no la dejan progresar.
De vivir en esa época, Greta Thunberg, insistiría en la teoría demagógica de no podar los oasis, sino regar los desiertos.
Lo que si es cierto es que la «Lealtad» siempre es cosa de dos. El caballo árabe, al contrario que su dueño, es el animal más leal que existe, y esta lealtad que en sí tiene se debe transmitir al que a su lado está; lealtad que obliga al jinete con su caballo y a la inversa como nos contó Alphonse Marie Louis Prat de Lamartine el escritor, poeta, historiador y político del período romántico francés.
A veces, como el caso de nuestro P.R.á, los héroes eligen, sin quererlo, el lugar más hermoso para una muerte gloriosa. A veces, tampoco saben quienes los inmortalizarán con su llanto, pero que sus jinetes tengan en cuenta que:―«Cuando me asaltan los malvados para devorar mi carne, ellos, enemigos y adversarios, tropiezan y caen».(S. 26)
Perdón si he abusado de vuestro precioso tiempo, estad tranquilos, este será uno de los últimos cuentos que os cuente, pues corro el peligro de que me llameís cuentista.
Fuerte abrazo.

Coronel de Caballería ® Ángel Cerdido Peñalver.
Zaragoza noviembre 2023.

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