Es el Cid Campeador <<catedrático de valentía>> según el apotegma de Juan Rufo. Cátedra que entre españoles nunca quedó vacante. Su asignatura está escrita en la historia y nunca termina de redactarse el texto definitivo. El valor está en cada soldado, se le supone; hasta que el combate se lo reconoce: heroico, distinguido, reconocido. Los soldados somos permanentes alumnos de esa asignatura.
<<El oficial ha de abstenerse en el combate de realizar alardes inútiles de valor>> […] <<todas sus actividades y todo su valor, en el verdadero concepto de esta palabra, han de tender a conservar durante el mayor tiempo y en el más alto grado, las energías físicas y morales de su tropa…>>. Así dice el antiguo Reglamento Táctico de Infantería, olvidado en muchos casos, obsoleto para algunos, pero insustituible para el que conoce el arte de la guerra.
Aunque ya no haya gritos de guerra, ni se cante en el momento decisivo el himno del Regimiento, siempre será necesario el valor y su expresión en el gesto, en la acción, en el comportamiento y en la formación. Se forman los valientes en el duro entrenamiento de la vida diaria. Coraje, empuje, frialdad, serenidad, furia, distintos tipos de valor que deben pasar por el crisol del honor para una vez fundidos construirse en el amor a la esposa, a los hijos, a los compañeros, al deber del juramento, a tu Patria. Lo hace en las cátedras de formación que están en las Academias Militares, en el entrenamiento diario, instrucción y adiestramiento, pero sobre todo y por encima de todo en la historia. Un soldado se forma en el valor y en el honor de sus antepasados.
Las primeras palabras que el hombre dejó escritas estaban dedicadas al valor: La Ilíada. La literatura occidental empieza con Homero; narrando las hazañas de los héroes alrededor siempre de esas virtudes: valor y honor. Si aquellas historias eran entonces memorizadas por los estudiantes hoy ya forman parte de nuestras entrañas. Porque la ciencia avanza y se desarrollan tecnologías, pero poco lo hace el alma, lo de dentro, que siempre sigue con los mismos interrogantes. La Ilíada sigue encabezando la modernidad. Todos seguimos siendo homéricos. Sus personajes, héroes o cobardes, son la cotidiana rutina de nuestra vida que no ha cambiado por dentro.
El valor y el honor brillan en La Ilíada junto al conocimiento de su irrenunciable necesidad para hacer frente al combate de la vida entera. En ella siempre están juntos el miedo y el valor, el odio y el amor, la sombra y la luz, lo mortal y lo inmortal: la vida al fin.
A veces es necesario reflexionar para ser valiente. Hay distintos valores, desde el reflexivo de Héctor que <<ha tenido que aprender a ser valiente y pelear en primera fila>> al de Aquiles que no necesitó aprendizaje.
El valor en los héroes de la Ilíada significa amar más la vida en su intensidad que en su duración. Es cosa de héroes.
Cada valiente muestra un rasgo definitorio y todos, a pesar de sus debilidades, lo son: valientes y honorables. Diomedes <<valiente en el combate>>, caballero y cortés, se atreve a luchar contra los dioses, lo divino y lo humano enfrentados, hiere a Afrodita, a Ares con su lanza. También es capaz de entablar tregua amistosa con su enemigo Glauco.
El gran Ayante Telamonio, como una roca, que no retrocede de donde le han puesto y allí permanece con impetuoso valor, siempre de cara.
Son soldados. Arquetipos de lo humano. Del valor y su contrario. Todo está en la Ilíada.
El valor junto al honor son rutina entre nuestros soldados. La gran mayoría de las historias permanecen ocultas. Incógnitos héroes. Causa extrañeza que no se haya concedido ni una sola condecoración al valor heroico o distinguido, Laureada o Medalla Militar, desde 1958 fecha en que se concedió la última Laureada al Caballero Legionario Maderal Oleaga en la acción de Edchera, la guerra olvidada de Ifni.
Héroes sigue habiendo. Guerras también. Hechos heroicos cada día. En este blog lo hemos contado. Proceso de concesión, de reconocimiento al valor distinguido, individual, ninguno que sepamos. ¿Qué es lo que impide distinguir el valor?
Esa es otra de sus características. No espera recompensa alguna. Aunque es necesario reconocerlo y difundirlo como ejemplo. Somos poco generosos a la hora de los reconocimientos.
En la entrada al comedor de la toledana Academia de Infantería hay una placa que sobrecoge.
Dice así:
Comedor Capitán Arredondo
Caído en 1924 al frente de su Compañía de la Legión
Sesenta acciones de combate
Diez heridas de guerra
Un ascenso por méritos de guerra
Dos Laureadas de San Fernando
Correspondería que ese nombre <<Capitán Arredondo>> lo llevase el Patio de Armas de la Academia de la Infantería, donde forman a los infantes, donde reside la cátedra del valor.
En uno de los pasillos se puede leer la definición del valor heroico:
<<Es la virtud que, con relevante esfuerzo de la voluntad, induce a acometer excepcionales acciones, hechos o servicios militares, bien individuales o colectivos, con inminente riesgo de la propia vida, y siempre en servicio y beneficio de la patria o de la paz y seguridad de la Comunidad Internacional>>.
La cátedra del valor no está vacante. Son legión sus titulares, reconocidos o no, que cada día imparten su magistral lección desde el silencio y la humildad.
El texto sobre la valentía y el honor sigue escribiéndose. Nunca se acabará su redacción.
Es la grandeza de que este Ejército, el español, pueda seguir diciendo: “Sin novedad”. Tranquiliza escuchar la breve sentencia que resume una jornada en paz y sin desasosiegos, sin que nada haya roto la habitual evolución de los hechos.
Lo escucho ahora en el lenguaje cotidiano, a diario, convertido en introductorio saludo.
-¿Qué tal estás?
-Sin novedad, que con la que está cayendo no es poco.
Muchos se extrañan de aquel famoso “Sin novedad” que dio el general Moscardó cuando se liberó El Alcázar toledano a comienzos de la Guerra Civil. Con una ruina detrás, un paisaje de escombros y desolación, el general se dirigió a Franco y mientras saludaba marcialmente dijo:
“Sin novedad en el Alcázar mi general”. Así era, no se equivocaba.
En la milicia solo hay un factor que cuente como novedad: la pérdida del honor. Cuando ocurre se calla, se agacha la cabeza y se da por perdido todo. La vergüenza asola alma y cuerpo. Mejor morir.
Perder el honor es la única novedad sobresaliente y definitiva. Es perderlo todo. Se puede perder un combate, una guerra, pueden suceder mil avatares, pero mientras el honor esté intacto el parte inicial será: Sin Novedad. Luego vendrá todo lo demás.
El honor es cualidad moral que lleva al cumplimiento de los propios deberes respecto del prójimo y de uno mismo.
Iba a dar comienzo la batalla de Waterloo. El general Uxbridge, segundo de Wellington, fue a la tienda del general español Miguel Ricardo de Álava y Esquivel, persona de confianza de Wellington y miembro de su Estado Mayor, a preguntarle qué deberían hacer. Álava le acompañó a entrevistarse con el Duque que, después de mirar fíjamente y con complicidad al general español, puso la mano en el hombro de Uxbridge y le dijo: «Una cosa es segura, que suceda lo que suceda, usted y yo cumpliremos con nuestro deber». Sonrió el vitoriano general español y se despidió de Wellington acompañando a Uxbridge hasta que se perdió su caballo entre las tropas. Todo estaba dicho. Las órdenes claras.
Se pierda o se gane, el honor se mide desde otros criterios más duros y exigentes.
La vida te sorprende con sus hábiles jugadas, casualidades o no, pero el caso es que volvemos a Waterloo, donde de nuevo se encuentra el enemigo, jefe y Estado Mayor. Desde allí se ataca, se hacen los planes y dirige la ruptura de Cataluña con España.
No veo por ningún lado a Wellington ni al general Uxbrideg. Tampoco distingo entre los generales al vitoriano héroe español Miguel Ricardo de Álava y Esquivel.
Es una batalla que habrá que ganar. Al finalizar, por encima de todo, habrá que decir con la mirada bien alta: Sin Novedad.
Si no es así querrá decir que hemos perdido el honor. Lo habremos perdido todo y no habremos cumplido con nuestro deber. ¿Agacharemos la cabeza humillados por el deshonor?
Que cada cual se examine y vea cual es el deber que hoy, aquí y ahora, debe cumplir. Obras son amores…
Vuelvo a repetir: No me quieras tanto, quiéreme mejor.
General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez
Blog: generaldavila.com
Fue publicado el 28 febrero 2023
Efectivamente, sorprende que las últimas Laureadas se concedieran en 1958. Quizás es que las operaciones posteriores en las que ha participado el Ejército español se han intentado camuflar como operaciones de paz y, claro, no casa conceder una condecoración al valor en combate a quien participa en una operación de paz.
El equivalente británico a la Laureada es la Cruz Victoria. Las últimas se concedieron durante la guerra de Afganistán y las anteriores en la guerra de las Malvinas. Por poner un ejemplo, en esta última guerra fue concedida a un sargento que atacó solo una posición enemiga de ametralladoras a costa de perder su vida. Como la Laureada, muchas Cruces Victoria se han concedido a título póstumo.
Quizás es que los británicos han estado implicados en operaciones de más envergadura o que no tienen complejos a la hora de reconocer el valor en combate de sus héroes.
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Y a día de hoy, son todo lo contrario del marcial «sin novedad», las novedades con que nos amenizan en el BOE quienes lo dictan. Buenos Días, mi General y todos.
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Mi respetado y muy querido GENERAL,
«CUANDO SE PIERDE EL HONORYEL VALOR» ES POSIBLEMENTEUNO DE LOS MEJORES ARTICULOS ESCRITOS SOBRE «VALOR Y HONOR». Por ello solamente añadiré el aforismo del GRAN GRACIÁN : » El primer paso de la ignorancia es presumir de saber» .
CREDO LEGIONARIO
EL ESPIRITU DE MUERTE
El morir en el combate es el mayor honor. No se muere más que una vez. La muerte llega sin dolor y el morir no es tan horrible como parece. Lo más horrible es vivir siendo un cobarde.
De Xeruta a Beni Hassan, el temporal arrecia,
en el combate, el Capitán Arredondo es herido,
en el segundo ataque el enemigo, quedó batido,
el Oficial dio su vida a la patria que le aprecia
Abrazar a la novia en combate, sumo sentido,
así, logra la victoria con valerosa peripecia,
la sombra de cobarde sería tan atroz y recia
que nunca ofrecería leal consuelo revertido.
Imposible de imitar, aúrea pluma decisiva,
que al mismo Dios le pidió la explicación
desde justicia y rigor de su alma tan activa;
y sus desvelos apura igualando su creación ,
siempre mira alrededor, la libertad colectiva,
en lo inerte ve la muerte como libre condición
Podríamos relatar acciones en el anonimato dignas de LA MAYOR RECOMPENSA. Así en CAMPANETA un suboficial del arma del silencio y la razón se descuelga por unas sogas barridas por ametralladoras enemigas y salva de ser masacradas por los rojos a una sección entera totalmente acorralada. Cuando su GENERAL le dijo: «Te has ganado la LAUREADA» , le respondió : » Le ruego a V.E. que no se le ocurra, la envidia y la traición es condición humana. No he hecho ni más ni menos que «MI DEBER COMO SOLDADO POR MI PATRIA».
Aquel GENERAL llevaba 8 tiros en su cuerpo y solamente lucia una de sus tantas medallas españolas y extranjeras. Solía decir» las mejores condecoraciones de un soldado suelen serlas cicatrices. »
ENHORABUENA Y GRACIAS MI GENERAL
A la orden de V.E
VIVA EL REY
VIVAN LOS 27 LAUREADOS LEGIONARIOS
VIVAY ARRIBA ESPAÑA
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Es verdad Mi General, después de ver la valentía en la legión y demás héroes que han pasado por España, ahora da miedo que un prófugo de la justicia, quiera o ya gobierne España, ¿Donde está el honor? parece ser que ya lo quitaron del diccionario de la RAE. ¡Que pena! Los que pueden hacer algo, no se mueven, y los demás no podemos. Gracias y saludos para todos.
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A las órdenes de V. E., mi General.
Exactamente expuesto el problema. Hacen falta muchos Capitanes Arredondo en España, pero la sensación, desde hace ya bastantes años, desde que unos forajidos amparándose en una masacre terrorista en unos trenes, ocurrida precisamente al final de una campaña electoral, y por saber de antemano que tenían las elecciones perdidas, se hicieron con el poder y comenzaron el derribo, vía decreto, del estado de derecho y convirtieron la palabra democracia en un chiste de mal gusto, la sensación, digo, es que esa raza de héroes, ese ADN, se extinguió con la muerte de cada uno de ellos, sin que lo heredase nadie.
Llevamos, desde los primeros órdagos de un tal Altur, o Arturo, Mas, ya no sé cuántos años teniendo que soportar la broma del independentismo catalán, cosa en la que no creen ni los que enarbolan ese señuelo, con su correspondiente saqueo a las arcas de todos, para que la broma la paguemos los demás y a ellos les salga gratis, y aquí, nadie salvo un puñado de valientes pero sin medios y además estigmatizados por el poder, tiene el valor de hacer frente y al menos denunciar a los traidores, comenzando por un presidente del gobierno, cómplice o asalariado de esos enemigos. O peor aún, un maniquí de feria de pueblo pobre, inútil e ignorante, y cobarde, al que cualquiera puede manipular y halagar con unas bolitas de vidrio en colores a cambio de un filón de oro.
Cuando la Ley se ha convertido en papel mojado, y España está ya en coma profundo, la reversión de la situación no se puede conseguir con paños calientes ni buenas palabras (léase negociación, pues nada hay que negociar). Y un ejército sin Capitanes no puede hacer una guerra, pues sería una inmolación inútil que no conseguiría ningún objetivo.
Perdón por la extensión involuntaria.
¡¡¡Viva España!!!
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Con permiso de Vuecencia, mi General. Poca gente considera el honor, el valor o valentía, y menos la heroicidad, como las mejores prendas que un ciudadano puede vestir. Pocos decimos «sin novedad» al final de un dia de trabajo y fatigas, ha quedado en exclusiva para la conciencia militar. Julio de Felipe Jimeno. ¡¡Arriba España y viva La Legión!!
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¡Nunca es tarde, si la dicha es buena!
¡Ánimo!
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Mi general toda la razón del mundo, y me alegra ver la placa del comedor en honor de mi paisano y héroe nacional. Este año vamos a celebrar el centenario de su muerte.
¡Capitán Arredondo!
¡Presente!
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