Comparte:
- Haz clic para compartir en X (Se abre en una ventana nueva) X
- Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva) Facebook
- Haz clic para enviar un enlace por correo electrónico a un amigo (Se abre en una ventana nueva) Correo electrónico
- Haz clic para compartir en WhatsApp (Se abre en una ventana nueva) WhatsApp
- Haz clic para compartir en LinkedIn (Se abre en una ventana nueva) LinkedIn
- Haz clic para imprimir (Se abre en una ventana nueva) Imprimir
- Haz clic para compartir en Tumblr (Se abre en una ventana nueva) Tumblr
- Haz clic para compartir en Nextdoor (Se abre en una ventana nueva) Nextdoor
- Haz clic para compartir en X (Se abre en una ventana nueva) X
- Más

A las órdenes de V. E., mi General.
Aunque pueda sonar demencial, no sería extraño que todo, la guerra en Ucrania, como una válvula de escape para Rusia, incluso la duración y las variables intensidades de la misma, el espectáculo que pusieron en escena en la Casa Blanca con tanta presencia de medios de comunicación, de lo que no existen precedentes, en el que tan magistralmente actuaron los dos principales protagonistas, Trump y su Secretario de Estado, porque el pobre presidente de Ucrania, en el papel de malo y mal vestido para parecer algo vulgar y sin categoría, solo era como el niño incordio al que no hay que dejar hablar por inoportuno, muy capaz de decir inconveniencias y dejar en evidencia al dueño de la casa. Todo eso a sabiendas de que el enemigo oficial lo estaría viendo y frotándose las manos, es difícil de tragar y digerir.
No sería de extrañar que algún día se supiera que el día y la hora para el alto el fuego definitivo, también estaba acordado entre los dos que se repartirán el botín ese de las llamadas «tierras raras», a las que todos evitan llamar por el nombre de las riquezas que contienen, para que no parezca tan descarado. Jugada maestra porque todo el mundo sabe que ni en mil años Ucrania podría pagar en dinero la deuda de la «ayuda» recibida, y gracias a la cual resiste a estas alturas.
Seiscientas (¿o serán seiscientas mil?) toneladas de litio y de alguna otra cosa es tanto o más que las setecientas del tesoro español que el «Tío Joe» se ofreció a custodiar y los mandos de la república picaron el anzuelo, y no sólo se quedó con él, sino hasta con los tres barcos y sus tripulaciones civiles que se lo llevaron, para eliminar pruebas y testigos.
Que Dios nos perdone a todos.
Me gustaMe gusta