Todo lo referente a lo político, tiene garantizado de antemano un cierto interés, y es que el vocablo lleva consigo como una carga eléctrica que agita en nuestro interior las aventuras que todos llevamos dentro, y ese gusto casi feroz de practicar la disección espiritual del prójimo.

Si el deporte presenta factores dignos de consideración, es en buena parte debido por lo que en él hay de juego, y de aquí podemos sacar tres conceptos ligados entre sí: Deporte, Juego y Política,  pudiendo articular los binomios siguientes: la política como deporte, la política en el deporte y la política deportiva.

Desde el 776 a.C., los Juegos Olímpicos fueron celebrándose cada cuatro años en el primer plenilunio de agosto, hasta que en año 394 de la era cristiana, un edicto del emperador Teodosio puso fin a los mismos por creer que amenazaban a la religión y a las costumbres de la época. ¡Bien empezamos !

Desde las viejas polis griegas hasta nuestros días, el deporte ha constituido  un designio político, y nefastas son las consecuencias que acarrea cuando esa política  es despreciable, como las ocurridas en algunas de las grandes competiciones ya sean Juegos Olímpicos o Campeonatos Mundiales, que en lugar de ser ocasiones de armonía y pacífica comunión entre  hombres y pueblos, con frecuencia los enzarzan en conflictos, apartándose del espíritu del barón de Coubertin. (Restaurador de las Olimpiadas modernas y Presidente del Comité Olímpico Internacional de aquellos años.)

Repasando por encima la historia de los Juegos, nos encontramos que  paralelos  a los de la III Olimpiada de Saint-Luis de 1904, se celebraron unas competiciones entre atletas de distintas razas, llamados «Antrhropological day» reservado a deportistas no blancos. Participaron negros, filipinos, chinos, indios, sioux, patagoneses, pigmeos, turcos y sirios, mereciendo la repulsa de Coubertin y del COI.

Cuando se afirma que la práctica deportiva fomenta y desarrolla la capacidad de convivencia, se está haciendo referencia a una de los aspectos del deporte que también es político, de aquí su relación, cambiante con las épocas, ámbitos y lugares, hasta llegar a ciertos regímenes, donde el deporte se instrumentaliza políticamente de manera global, y se convierte en una pieza más de su máquina propagandista.

Lo pudimos ver en los J.O, de Berlín en 1936, donde Adolf Hitler y el nacional-socialismo los quisieron convertir en una demostración de la superioridad de la raza aria, objetivo que no lograron, entre otras cosas por las victorias del norteamericano de color Jesse Owens y sus cuatro medallas de oro ganadas. Pese a esas intenciones, los organizadores no tuvieron inconveniente en incluir en su equipo olímpico a atletas judíos con posibilidades de ganar medallas, como la tiradora de florete Helen Mayer, que ganó una de plata.

Los olímpicos españoles  debía partir de Barcelona hacia Berlín el día 24 de julio de 1936, y no pudieron hacerlo, debido a nuestra Guerra Civil. El equipo de hípica, que ya estaba en Berlín, (los caballos viajaron antes en tren de mercancías para recuperarse del largo recorrido), tuvo que regresar sin poder participar. Cada vez que se llamaba por los altavoces del estadio a un atleta español para que se presentara en su  respectiva  salida, se actualizaba  en los 100.000 espectadores del estadio olímpico, el drama que comenzaba a vivir nuestro país.

Poco tiempo después, un totalitarismo de signo contrario, trató de organizar en Barcelona una Olimpiada popular denominada del «Mundo del Trabajo», abortada por el inicio de nuestra Guerra Civil. Su inauguración estaba prevista para el 19 de julio de 1936.

A veces ¡Que remedio!, la política llega a oscurecer el ideal que se busca, y asistimos a tragedias como la de Munich con el acto terrorista de la organización palestina Septiembre Negro el 5 de septiembre de 1972; o lo ocurrido en la Olimpiada de Melbourne en 1956 que tuvo como prólogo la invasión soviética de Hungría, al atravesar los tanques rusos el Danubio, comprometiendo la participación del equipo magiar; o lo que apareció en los Juegos de Méjico en 1968 con los atletas velocistas norteamericanos levantando el puño derecho enguantado en negro, demostrando su adhesión al «Black power».

Recientemente, tras la invasión rusa de Ucrania  en febrero de 2022, el COI (Comité Olímpico Internacional) recomendó que se prohibiera a los atletas rusos y bielorrusos competir en eventos deportivos internacionales. ¡Es el reverso de la medalla!

En el polo opuesto a todas estas aberraciones, en la Olimpiada de Roma los deportistas de las dos Alemanias, (la democrática RDA y la federal RFA),  participaron en un mismo equipo, luciendo el mismo uniforme y bajo la misma bandera,   blanca con tres franjas horizontales de colores negro, rojo y dorado, y la inscripción «GER»  en el centro.  El problema de los himnos fue solucionado con la interpretación de la «Oda a la Alegría» de Beethoven. Estos Juegos se  destacaron su  poder de concentración cuando en la Plaza de San Pedro del Vaticano, logró la mayor de todos los tiempos. Más de 5000 deportistas de 85 países y todo el pueblo de Roma se reunieron  para escuchar las palabras de bienvenida que el Santo Padre  Juan XXIII les dedicaba. Acabó con estas palabras: ―«Que la prisa por alcanzar la meta terrena, no os haga perder de vista el camino de la salud eterna».

Pero no todo fueron medallas, hubo muchas cosas que llamaron la atención, como las minifaldas de las atletas finlandesas en Estocolmo, V Olimpíada, cuando se anticiparon, en más de medio siglo, a la moda femenina, así que no presuma tanto la diseñadora de moda británica Mary Quant, que la «mini» surgió con el deporte.

Un curioso  hecho se dio en la VII Olimpiada de Amberees 1920, con la medalla de plata ganada por nuestros futbolistas, pues allí nació la llamada «Furia Española», de la que el deporte español ha intentado vivir durante muchos años, incluso cuando el tecnicismo y el rigor  en la condición física, habían superado aquella maravillosa cualidad psicológica. Quincoces, Zamora, Regueiro, Pichichi, Belauste, Sabino, Samitier…, y a mitad de partido se oye gritar en voz alta a Belauste:―¡A mí el pelotón Sabino, que los arrollo!. En su debut, España 1-0 a Dinamarca.

Siempre en el deporte, el trance de superación, fundamentalmente anímico, fue muy superior a la belleza física de la forma.

La manipulación de las gentes es un fenómeno de amplias proposiciones. Se calculan y se provocan las fáciles pasiones de las masas impresionables, para arrancarles entusiasmos políticos. Uno de los medios es desviar la atención, hacia espectáculos deportivos apasionantes para evitar demostraciones masivas de actitudes discrepantes. Así, la victoria en los Alpes del ciclista italiano Bartali en el Tour de 1948,se encargó de neutralizar, el efecto causado por el atentado contra Palmiro Togliatti, (secretario general del Partido Comunista Italiano),  salvando a Italia, a decir de muchos de una revolución. Y más recientemente, el Tour de 1965  permitió al General De Gaulle, enfrentarse al Mercado Común sin la oposición de los franceses, demasiado ocupados con el duelo Gimondi-Poulidor.

Los atletas rusos y bielorrusos en los últimos Juegos Olímpicos de París 2024, compitieron como Atletas Individuales Neutrales (AIN), sin bandera, himno ni símbolos nacionales, y sin tomar parte del desfile inaugural debido a las sanciones por la invasión rusa a Ucrania.

Pero desde el momento en que el individuo se desclasifica, pasando de espectador a practicante, adquiere urgencia las viejas ideas de Coubertin sobre la influencia del deporte en el comportamiento social y político de las personas.

Cada siglo ha tenido un factor o unos hombres que los han dominado. El XV fue el de los grandes descubrimientos, el XVIII, lo podemos llamar de las revoluciones. El XIX, el  de la revolución social, pero el XX, es  el siglo en que el deporte empieza a convertirse  en el hecho social determinante de nuestro tiempo.

En su versión espectáculo, el deporte ha pasado a ser protagonista de diversos acontecimientos políticos, y siempre con un sentido paralizante de las actividades rebeldes o revolucionarias.

Interesante resultaba, el estudio de las reglas y costumbres de la práctica deportiva en los países comunistas, y de la intervención del Estado en esta materia. En ellos, el deporte no es una actividad neutra, en el sentido de que su desarrollo no tendrá implicaciones para otros sectores de la vida . Las victorias de los «Atletas del Estado», eran presentadas como signos del valor nacional, a la par que un excelente vehículo propagandístico. La intensidad y falta de disimulo con que se realizaban estas aspiraciones, se encontraban en relación directa  con el grado de fervor revolucionario del país en cuestión.

La administración comunista china, no tenía reparos en hacerlo de manera ostensible, como ejemplo tenemos a sus jugadores de tenis de mesa o ping-pong, viendo sus métodos de entrenamiento y como se les insistía en la necesidad de imbuirse de los escritos de Mao y de su Libro Rojo, convencidos de que aumentaban sus posibilidades de éxito. Un dirigente chino llegó a decir que el mejor modo de jugar  a ese deporte, era golpear la pelota como si se tratase de la cabeza de Chian-Kai-Check. (Militar y dirigente chino  presidente del Partido Nacionalista y odiado por el Partido Comunista de República  Popular).

Cambiando de mano por diagonal, me perdonarán mencionar una frase muy bien dicha, y además reveladora de todas servidumbres que algunos Jefes de Estado tienen, y que está relacionada con lo que pensaba uno de ellos de su deporte favorito que llenaba sus pocos ratos de ocio. Fue del rey Hussein de Jordania, dirigiéndose en una estación invernal donde esquiaba, a sus compañeros de hotel, en la cena de despedida. ―¡Ahora se me ha terminado la vida de rey!.

Del deporte hay que quedarse sobre todo con su lección de orden, en esta época que se caracteriza, entre otras cosas, por la falta de autoridad.

Los acontecimientos diarios demuestran  el valor moral del deporte. Para evocarlos, recuerdo la tragedia de los componentes del equipo que después del accidente aéreo, quedó prisionero en los Andes viviendo en condiciones inhumanas…Todos conocemos el desenlace.

Pues bien, estos 16 uruguayos  pertenecían al equipo de rugby Old Christians Club de Montevideo, y deben su supervivencia  al deporte que les había  inculcado el espíritu de organización y el sentido del orden….¿Es el rugby es un deporte de bestias jugado por caballeros?

El equipo de rugby cuenta con 15 hombres: 8 delanteros fuertes y activos; 2 ligeros y astutos; 4 grandes y potentes que forman la línea de tres cuartos, y un último, el zaguero,  corredor vivaz rebosante de flema y sangre fría.

¡La proporción ideal de los hombres!

Y sin embargo, Rugby, ¡Cuantas cosas se han dicho en tu nombre!.

 

Zaragoza octubre 2025.

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