La fundación de las primeras unidades paracaidistas españolas del Ejército de Tierra (1954) se crearon siguiendo la estela de la Legión, de la que se considera heredera directa. Así los nombres de las unidades de infantería tipo batallón se denominaron también banderas, los componentes de tropa se llamaron “caballeros legionarios paracaidistas” y muchas prendas de la uniformidad fueron las mismas (camisa verde legionaria) o directamente derivadas de ellas (teresiana); y tuvieron inicialmente el mismo Subinspector, etc.

Posteriormente (1966) se aumentaron las capacidades paracaidistas del Ejército organizando la Brigada Paracaidista (BRIPAC) con la pretensión conseguida de que fuera una gran unidad modélica: moderna, operativa y eficaz.

El 50 Aniversario de la BRIPAC ha coincidido con una reorganización de la misma. Nueva organización cuyas ventajas se nos escapan.

No es pretensión ahora hacer valoración alguna sobre la incuestionable pérdida de las capacidades paracaidistas en nuestro Ejército, pues teniendo solamente una Bandera con esa capacidad, no hay posibilidades de rotación, refuerzo o reiteración de esfuerzos; y eso suponiendo que la Bandera agraciada tuviera sus plantillas al completo, y al día, como fuerza de reacción rápida, su instrucción y adiestramientos paracaidistas.

Tampoco se pretende valorar su nuevo carácter de brigada polivalente, concepto que suele dar la razón al refrán: aprendiz de mucho, maestro de nada.

Una operación paracaidista es mucho más que el salto, como algunos desinformados o malintencionados pretenden. Las operaciones paracaidistas son conjuntas por definición, y de un planeamiento y ejecución muy complejos. Los manifiestos de personal y de cargas son una obra de arte, para que “todos los huevos no vayan en la misma cesta”. El reagrupamiento en tierra, con orden y rapidez, es todo un desafío. Esto exige gran coordinación, adiestramiento, esfuerzos físicos y valor para afrontar el salto en las condiciones más adversas; y para después moverse y combatir en la retaguardia enemiga, delante de las propias vanguardias, expresión máxima del espíritu del legionario. Por estas razones las unidades paracaidistas han sido y son unas excelentes escuelas militares

Quizás la solución, para no perder las capacidades paracaidistas, es dárselas a la UME.

La BRIPAC en su organización inicial, que se consideró y es modélica, prescindió de las unidades regimientos, por no ser unidades operativas, sino solamente administrativas, que alargaban las líneas de mando y aumentaba la burocracia. Los regimientos normales tenían los cometidos de administración, acuartelamiento y ser el órgano de generación de batallones en caso de movilización.

Inexplicablemente en la nueva organización se crean dos regimientos de infantería, uno con dos banderas y otro con solo una. Sin que se advierta ventaja alguna, pues no solamente alarga la líneas de mando, aumenta la burocracia y absorbe recursos de personal (siempre escasos y ahora más), sustrayéndolos incluso de las unidades subordinadas. Encima perjudica, sin ningún beneficio, a las banderas (unidad fundamental de la Infantería, Arma principal en el combate) al no tener sus jefes contacto directo con el General Jefe, relación directa que sí tienen los demás jefes de las unidades de apoyo, de igual o menor entidad (artillería, logística, zapadores, etc.)

Se creó la figura del Coronel Segundo Jefe de la BRIPAC, para cubrir la sucesión de mando, ser un valioso auxiliar y tener capacidad de organizar una agrupación táctica (como ocurrió en Irak y en Bosnia). Si el motivo de la reorganización en regimientos era buscar vacantes de coronel, se podía haber solucionado con dos puestos de coronel en el Cuartel General, uno encargado de la supervisión del adiestramiento y otro de la logística.

También llama la atención que se haya elegido el nombre de Regimiento, y no mantener la tradición de la denominación de Bandera y Tercio. Si se ha tratado de resucitar los regimientos Nápoles y Zaragoza, ambos disueltos la última vez en 1965 (anteriormente en 1823, 1895, 1931 y 1936), es un intento vano, como el que busca sus raíces en genealogías falsas. Las unidades militares tienen cuerpo y alma, y mueren con su disolución, sin que sea posible resucitarlas con volver a bautizar con el mismo nombre a otras existentes o de nueva organización. Se llamarán igual pero son unidades totalmente diferentes. El espíritu militar, el historial, las recompensas y las tradiciones no se heredan, cada unidad tiene que forjar los suyos.

Los cuerpos que no han sido disueltos se reconocen porque conservan sus espíritus fundacionales, tradiciones, uniformidad y memoria de sus caídos. Así, si pasamos revista a los regimientos actuales: ¿Dónde están las gorras montañeras, lepantos de carristas, los banderines de cola de las compañías, etc? ¿Quién conserva la memoria de los caídos de los regimientos de los que dicen proceder (como mucho alcanzan a las misiones de apoyo a la paz)? Solamente, en la práctica,  la Legión y la BRIPAC los conservan, porque son unidades que no han tenido vacios de continuidad en su historial.

El Ideario Paracaidista comienza: En Ifni se abrió el libro de nuestra Historia.  Ahora parece que esta historia se quiere retrotraer al supuesto comienzo de los historiales de los Regimientos Nápoles y Zaragoza. Ya dispuestos a resucitar unidades periclitadas se podía haber elegido el Tercio Viejo de Nápoles, o la Gran Hueste Almogávar.

Salvador Fontenla Ballesta

General de Brigada de Infantería (Retirado).

IDEARIO PARACAIDISTA:

http://www.ejercito.mde.es/unidades/Madrid/bripacii/ESPIRITU/Ideario.html