LAS ONG, LA IGLESIA Y LA AYUDA HUMANITARIA Una aproximación personal Adolfo Coloma GB (R) del ET

Ocurrió hace ahora casi 30 años, en Ondjiva, en un remoto poblado del sur de Angola que seguramente no encontrarán ni consultando Google maps. Yo formaba parte de una misión de Naciones Unidas (UNAVEMII) que tenía el cometido de verificar los acuerdos firmados entre el Gobierno de Angola y el movimiento guerrillero UNITA, comandado por Jonás Sabimbi, que incluían la desmilitarización de su guerrilla. Después de un esperanzador comienzo, tras la desinternalización del conflicto angolano, la cosa se fue complicando tras la celebración de una elecciones democráticas cuyos resultados la UNITA no aceptó. Volvieron a hablar las armas.

Me encontraba entonces al frente de un “Critical Point” establecido en el puesto fronterizo de Santa Clara entre Namibia y Angola, para verificar que no se introducía armamento en este último país, cuando me comunicaron por radio que en Ondjiva se estaban produciendo tiroteos y saqueos entre la población. Había allí un modestísimo hospital regentado por médicos locales y asistido por un equipo de Médicos Sin Fronteras (MSF)compuesto por Marisa Sánchez Peinado (médico), Almudena González Vigil(enfermera) y Josep (el logista). Todos jóvenes, todos españoles, todos con sus carreras finalizadas, pero lo suficientemente locos – o solidarios – como para haberse comprometido en aquella empresa, cuyo principal empeño era una campaña de erradicación del sarampión. Ya ven, en nuestras sociedades occidentales avanzadas, el sarampión apenas tiene repercusión, pero en aquellos parajes, esta simple enfermedad causa verdaderos estragos.

Traté pues de llamarles por radio, pero al no conseguirlo decidí ir a ver cómo se encontraban. No teníamos orden de hacerlo así es que mi compañero de equipo, un egipcio, se resistía a acompañarme. Le dejé pues en el puesto, pendiente de la radio y conduje todo lo rápido que pude para cubrir una hora los 30 kilómetros que  nos separaban de la localidad. Cuando llegué no encontré a nadie por la calle. Algún incendio,  humaredas dispersas,alguna ráfaga lejana, pero el pueblo parecía desierto. Me dirigí directamente al hospital que encontré literalmente vacío. Ni rastro de las largas colas ni de la gente sentada bajo los árboles que era el paisaje habitual. Cuando ya lo iba a abandonar oí unas voces. Volví sobre mis pasos y en una sala vacía de enfermos, con las sabanas revueltas sobre las camas que mostraban claramente que habían sido abandonadas con celeridad, en un rincón vi una niña aterrorizada, agarrada a un bastón metálico del que colgaba una bolsa de suero ala que estaba conectada. Junto a la niña se encontraba Marisa, la médico y a poca distancia en la habitación de al lado, haciendo no sé bien qué, estaba Almudena, la enfermera. Todos habían huido, pero ellas seguían allí, junto a su paciente. Nunca olvidaré aquella escena.

Este es mi testimonio de unos cooperantes que encontré en un lugar perdido, pertenecientes a una ONG de la que, hasta aquellos días, yo no había oído ni hablar. Vivían tan aislados como vivía yo, como todos los equipos de observadores militares. Personas, profesionales, capaces de dejar unos trabajos cómodos y relativamente bien remunerados e irse a vivir en mitad del “mato” y en medio de un conflicto cercano y cierto, sometidos a riesgos como el que acabo de describir.

Y saco esto a colación, precisamente ahora que ha saltado a la luz pública un escándalo en Haití protagonizado por miembros de la filial británica de la ONG OXFAM y está siendo primera página en los noticieros. Estos escándalos, injustificables desde cualquier punto de vista, ponen en cuestión la credibilidad de la organización en su conjunto y hacen peligrar la financiación para muchos de los proyectos de cooperación y  ayuda humanitaria que tiene en 41 países. Y lo que es peor, amenaza con extender tal descrédito a otras muchas ONG que trabajan con dedicación sacrificio y muchos riesgos, como se ha puesto de manifiesto hace poco menos de un mes,con ocasión asalto a la sede de la ONG Savethechildren en Halalabad (Afganistán), que se saldó con la muerte de 3 personas y  otras 20 heridas.

Añadiré algo para completar mi aproximación a la cuestión de la ayuda humanitaria y asistencia en conflictos. Mis experiencias en las guerras de Angola, los Balkanes y Afganistán, me han llevado a la conclusión de que la iglesia, por su implantación ecuménica universal y permanente y por su sólida y jerarquizada organización; es una garantía en la asistencia a poblaciones nativas y para la distribución de ayuda humanitaria. Particularmente las misiones, me han parecido mucho más que una parroquia en medio del desierto o de la jungla. Son auténticos centros reunión, de solidaridad, de formación moral y profesional. Los misioneros suelen ser una eficaz y fidedigna fuente de información en cuanto a las verdaderas necesidades de la población. 

En base a esas experiencias, me gustaría señalar que, en mi opinión el término ONG es excesivamente ambiguo. El marchamo de “no gubernamental” ampara muchas actividades, en campos tan dispares como la erradicación de las drogas, la asistencia sanitaria, la educación, ingeniería, agricultura y un largo etc. que no siempre se ejercen con la necesaria transparencia.A veces con tal descoordinación entre ellas, que restan significativamente eficacia a los esfuerzos que desarrollan. Sobre tales organizaciones suelen ejercer un escaso control las autoridades locales, interesadas más en lo que aportan que en el cómo lo hacen. Tampoco las embajadas o consulados del país de origen. Responden fundamentalmente, ante sus organizaciones matrices con un control que, en el caso de OXFAM, ha fallado estrepitosamente amenazando con extender las consecuencias a otras muchas ONG.

El rechazo que siente ahora toda la sociedad es comparable al que produjo el caso de la niña Nadia Nerea, cuyos progenitores se valieron de su enfermedad para lucrarse impúdicamente. Apelando a los sentimientos de compasión y solidaridad, sus padres cometieron una repugnante estafa que llevó a una sociedad tan generosa como la española, a cuestionarse aportaciones de este tipo, como está sucediendo tras el escándalo de la filial británica de OXFAM.

Que se investigue a OXFAM, se esclarezcan los hechos y se depuren responsabilidades. Que se arbitren los controles financieros y de las actividades que realizan las ONG, pero que no se produzca ahora una caza de brujas volviendo la espalda el apoyo a la iglesia y a las muchísimas ONG que operan en las zonas más desprotegidas, en los conflictos más sangrientos y tras las catástrofes naturales más espantosas, porque hacerlo, supone negar la esperanza, simplemente eso, a muchos seres humanos.

 Expreso esta opinión desde mi profunda formación católica, pero también desde mi experiencia personal y la que vivo día a día a través de mi hija África, que desde su pubertad se dedica a estos menesteres y desde hace unos años, a la cooperación internacional con distintas organizaciones desarrollando proyectos en Etiopia, Camerún, India, Burkina Faso y actualmente en Jordania y Líbano, trabajando con refugiados sirios discapacitados.

Adolfo Coloma

GB (R) del ET

 

 

 

Blog: generaldavila.com  20 febrero 2018