LOS VERSOS DEL CORONEL.
VELÁZQUEZ
CRISTO CRUCIFICADO, 1632. Museo del Prado
Velázquez pintó un Cristo de dramatismo contenido, sin cargar el acento en la sangre y, a pesar de muerto, sin desplomarse, evitando la tensión en los brazos; y siguiendo la recomendación de Pacheco, su suegro, recuperó la tradición iconográfica de los cuatro clavos.
Su cuerpo es verídico, demasiado humano y por ello su martirio y muerte también lo son. Tanto como su soledad, imagen sagrada sin contexto narrativo, de la que nace su fuerte carga emotiva y su contenido devocional pues, estando solo Cristo, el espectador también es dejado solo frente al crucificado.
Y así, solo ante él, su presencia me ha inspirado estos versos.
CLAVOS
(Soneto)
Ya el relámpago fue, sonó ya el trueno;
ya de espinas tu frente lacerada,
ya tu bella cabeza reclinada,
ya todo consumado, Nazareno.
Y dormido pareces, Tú, sereno,
-de marfil, escultura que tallada,
por un aire de verdes rodeada-
siendo tu alma, del Padre ya en el seno.
Y pues Hijo de Dios, Jesús, divino,
de tu Ser esa Luz que te corona;
pero humano también, solo y clavado
al leño de la Cruz por tu destino,
el tanto tu sufrir me desazona,
así al verte, por cuatro traspasado.
FRANCISCO DE QUEVEDO (1632-34)
Juan Van der Hammen (?) Tradicionalmente considerado copia de un retrato perdido de Velázquez. Colección particular
Don Francisco de Quevedo y Villegas, uno de los más destacados escritores del Siglo de Oro, se dedicó, además de escribir, y de qué manera, a politiquear y a “hacer amigos” por esas Españas, e Italias, de Dios.
Velázquez le hizo el original de este retrato probablemente cuando era secretario de Felipe IV como a un personaje más de la corte; pero su carácter le llevó a enfrentarse (lo dicho) con el todopoderoso Conde Duque de Olivares por lo que tuvo que dejar tan destacado puesto de aquella manera; en dicho retrato el maestro lo clava con sus pinceles en cuanto a su carácter se refiere, y yo he tratado de hacerle otro con palabras después de haber disfrutado, y padecido, leyéndolo.
UN HOMBRE
(Soneto con estrambote)
Contradictorio, crítico, severo,
estoico, cortesano y afligido;
burlón, desopilante, divertido,
socarrón, mordaz y caballero.
Irónico, sarcástico, certero,
poeta, metafísico, instruido;
escéptico, procaz, desinhibido
filósofo, mordaz y pendenciero.
Vitalista, conciso, perro viejo,
amargado, jovial, y ciertamente
de su mundo real desengañado.
Y un hombre, como todos, tan complejo,
nos lo pinta sagaz e inteligente,
tras los suyos, quevedos, cobijado.
¿Misógino tal vez, pelín racista?
Colosal escritor, y conceptista.
(Continuará)

¡Qué grande virtuosismo, mi Coronel, bordar todo un soneto y convertirlo en tapiz de la mejor fábrica, con hilo de un solo color hecho de calificativos!.
Sencillamente grandioso, de concurso y para ganar.
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Sin salir de nuestra ciudadela, revivimos nuestra historia y nos seguimos encontrando soldados poetas, a quienes el buen manejo de la pluma nunca ha embotado la esgrima de la espada. Algo así ya nos decía el clásico. Otra vez, y seguro que muchas más, ENHORABUENA
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Doña Josefa, Rafael, Salvador; muchas gracias.
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