LOS VERSOS DEL CORONEL IV- 8, 9. Decálogo del Cadete Félix Torres Murillo. Coronel de Infantería DEM (r)

 

 

 

DECÁLOGO DEL CADETE

ARTÍCULO VIII

Sentir un noble compañerismo sacrificándose por el camarada y alegrándose de sus éxitos, premios y progresos.

QUÉ DECIR

(Soneto)

 

“De ayuda, generosos sentimientos”,

contento si progresa el compañero,

afecto, el regocijo verdadero:

abiertos y leales los alientos;

 

los celos desechar, los desalientos,

genuino el pensar, fiel y sincero:

Difíciles conceptos, siendo empero,

la base y los certeros fundamentos.

 

Virtudes, las que dan la fortaleza,

la recta formación y los valores,

en ausencia de envidia y de egoísmo,

 

y denotan, de miras, la grandeza,

de aquellos de la Patria servidores:

Amigos, qué decir: ¡Compañerismo!

 

ARTÍCULO IX

Tener amor a la responsabilidad y decisión para resolver.

 

SU SENTIDO

(Soneto)

 

Un lema en grandes letras presidía

el frontis, el de un aula de la Escuela,

la de Estado Mayor, y en la cartela

“Siempre está solo el Mando” *, se leía.

 

Pues en la soledad que presumía,

servidumbre que marca y lo modela,

exigencia que lo honra y lo cincela

la decisión se emite, día a día.

 

Responsabilidad, que deseada,

por aquel que la tiene, de mandar,

es deber de su alto cometido;

 

y en la tarea del Mando, destacada,

-vocación de Servicio va a su par-

amor al compromiso, su sentido.

*Modificado por exigencias de la métrica; el lema del Aula General Weyler rezaba exactamente: EL MANDO SIEMPRE ESTÁ SOLO.

(Continuará)

Blog: generaldavila.com

 

3 pensamientos en “LOS VERSOS DEL CORONEL IV- 8, 9. Decálogo del Cadete Félix Torres Murillo. Coronel de Infantería DEM (r)

  1. A las órdenes de V.I., mi Coronel.

    Qué bien lo explica y suena a ritmo de endecasílabos. El compañerismo real y bien entendido, que nada tiene que ver, pues eso es otra cosa, con la complicidad o encubrimiento ante posibles comportamientos indignos. Y es que en el combate la vida de cada uno depende de los demás y eso crea un lazo de afectos y sangre indestructible.

    Amor a la responsabilidad. Pues naturalmente que sí, y capacidad de decisión. Pero no comparto del todo ese lema de «El mando siempre está solo». Creo que es una visión muy pesimista y un tanto deformada del concepto. En mi modesta experiencia, y desde luego siendo yo un subordinado, mis mandos nunca estuvieron solos, porque contaron conmigo para todo. Sí fue, lógicamente, responsabilidad exclusiva de ellos el dar las novedades y firmar los documentos. Y como prueba, muchas veces los mandos superiores me refirieron a posteriori haber sido informados de mi colaboración en la realización con éxito de las misiones encomendadas. Otra virtud más de todo buen mando, la nobleza al no ocultar los posibles méritos de aquellos a los que manda.

    El contraste con cualquier otro trabajo en la vida civil es enorme, porque, erróneamente, ahí todo se mueve por intereses económicos y de posición social. Y tengo rotas todas las lanzas, y hasta los huesos, de encuentros a muerte con molinos de viento en defensa del débil necesitado de un poco de ayuda. Fui durante muchísimos años una pequeña esperanza para algunos y un auténtico azote para malvados. Al final, como el Campeador, la última batalla la gané después de muerto; quiero decir, una semana después de estar jubilado. Claro que, inevitablemente, no salí tan maltrecho y apaleado como el bueno de Don Alonso Quijano, pero sí con alguna cicatriz en el alma.

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  2. Muchas gracias, querido amigo; y tus aportaciones, como siempre, enriquecedoras.

    Pero te diré que, entre que no es fácil introducir todo un argumento en la 154 sílabas de un soneto, y que yo, lo más seguro, no me haya explicado bien, quiero comprender en parte tu opinión sobre el lema de la EEM. cuyo fundamento ya incluyes en tus palabras.

    Hay que ponerse en situación y entender que el lema iba dirigido, (he visitado no hace mucho la Escuela, ahora de Guerra y no lo he visto) lógicamente, a los futuros diplomados, cuya misión fundamental es proponer al Mando las distintas Líneas de Acción, llamemos distintas soluciones posibles, a cualquier problema surgido tanto en paz como en operaciones. Ante el Mando se habrán de presentar, razonar y debatir estas LA,s. con conocimiento de causa y máxima lealtad; se puede incluso proponer la que se considere más apropiada. Pero una vez asumidas por aquel, es suya la única responsabilidad de elegir la que crea conveniente, y sobre ella emitirá su decisión que luego el EM. traducirá en la «órdenes» correspondientes. Y es en este momento en el que «El Mando siempre está solo»; sola y única, repito, es su responsabilidad. Y «el deber de su alto cometido». escribo en mi soneto.

    Por eso, al final de cada «cuenta» (informe con propuesta) que el Estado Mayor presenta a su General, siempre se lee: «No obstante, VE. resolverá»

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  3. Así es, mi Coronel, como V.I. explica. Un servidor, al decir que conmigo como subordinado «mis mandos nunca estuvieron solos», se refería sólo a la fase de ejecución de las órdenes, que en función de cómo evolucionen las circunstancias, puede requerir el tener que tomar decisiones imprevisibles a priori y asumir responsabilidades nuevas. Y ahí es donde siempre consideré que el mando necesitaba más que nunca el apoyo y la confianza del subordinado. Esto fue de especial valor y ayuda en nuestra actuación en el caso de Palomares y algún otro inmediato posterior en Sierra Nevada, actuando conjuntamente con otro Ejército no español sometido a una presión mediática tremenda en su país. En la práctica, todos los días había que comenzar de cero, porque cualquier planificación que se hiciera desde despachos tan lejanos como el Pentágono o Alemania, por ejemplo, no era de aplicación por la meteorología.

    Y hay que tener en cuenta que en aquella época no existían los medios de comunicación actuales para estar en todo momento en contacto con los centros de mando y poder informar y consultar en tiempo real. Más solos que lejos e incomunicados en unas montañas, conscientes de la importancia y la urgencia, por ejemplo, de rescatar a personas fallecidas y reunir unas muestras de material que pudieran servir al propósito de averiguar las causas del accidente, nunca lo habría imaginado. Y además, en grave riesgo por enfermedad súbita e incapacitante de un alto Jefe (Coronel) del otro Ejército, a quien acompañaba, y logré trasladar a lugar seguro con asistencia médica tras varias horas campo a través. Mis jefes quisieron darle mucha importancia al hecho, pero les rogué encarecidamente que aquello no transcendiera por el compromiso que podía suponer en su carrera, para aquel otro militar.

    Creo que no me expresé yo con claridad, pero a este tipo de cosas quería referirme. Por cierto, qué lugar más mágico, la cumbre de una gran montaña toda cubierta de nieve en Febrero, para escribir un soneto. Para ascender a Dios y quedar allí transfigurado cuando El nos llame.

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