Sabemos que Alfonso murió (1157) en su retirada nada más pasar Despeñaperros, probablemente en el hoy llamado El Viso del Marqués, lo que nos lleva a pensar que este mismo sería el camino que le trajera hasta el Sur; y si no él personalmente sería parte del ejército encargado de la pretendida ( por segunda vez) reconquista almeriense el que con la finalidad de asegurar los pasos entre Andalucía y la Meseta le llevara a batallar, y ganar las plazas de Andújar, Pedroche y Santa Eufemia, siempre nombradas así, probablemente por el orden en que dichas plazas fueron ganadas. No sabemos si Alfonso VII tomó parte personalmente en su reconquista; no parece que ante la urgencia del reclamo por parte del rey almorávide se entretuviera, sino que mandara a parte de su ejército con esta misión.
Y sigamos con el Romancero:
Romance Segundo
En pasando la frontera
la de los reinos cristianos,
manda el Rey que lo más presto
sean tomados los pasos
que desde la Calatrava
llevan al Gran Río; y raudo
una parte de los suyos,
-él sigue al Sur cabalgando-
leoneses y gallegos,
los de Calabria llegados,
caballeros de Calabria
y peones castellanos
vuelven grupas a Occidente
por caminos, que romanos
ya un día los anduvieron,
y marchan hacia el Ocaso.
Una villa, la rocosa,
que Pedroche la nombraron
cae luego y ellos siguen,
porque ya les han contado
que un gran castillo se alza,
que da pavor el mirarlo,
y ellos no cejarán
hasta lo hayan ganado.
Por la ribera del río,
por delante va marchando
ligera tropa que pronto
el castillo ya ha avistado:
nuevas dan, y se detienen
justo a la orilla de un vado.
Desde allí bien se divisa
bien se divisa en lo alto;
tallado en la dura roca,
murallas de gran alzado;
desde allí todos toda la sierra,
barrancos, vegas y llanos
las villas y los lugares
por siglos vigila ufano;
desde allí mira a los montes:
Miramontes lo llamaron.
A la vera de unas ruinas,
grandes sillares tallados,
en un lugar apacible
que los antiguos usaron,
allí montan campamento
por descansar de lo andado,
y planeando andan ya
del gran castillo el asalto:
y ya van los caballeros
que de Calabria arribaron,
su número treinta y tres
ribera del río abajo
ellos irán por detrás,
por frente, los castellanos.
Aún, en noche cerrada
con el monte se han topado;
grandes paredes de piedra
que a su paso se estrecharon
como angostos callejones,
por gigantes levantados:
en uno, “El de los Caballos”
de sus monturas bajaron.
Los treinta y tres caballeros,
los de Calabria arribados,
mientras andan y se acercan
al castillo, recortando
su silueta en la rasante,
a su Virgen van rezando:
es casi una niña, Eufemia,
a quien rinden patronazgo,
Virgen y Mártir sería
por no ceder al romano,
y en su tierra sus mayores
lo tienen muy acendrado.
En lo oscuro de la noche
la muralla van trepando,
y en aquel asalto fiero
valerosos y esforzados
sorprenden la centinela,
y el castillo rodeado,
abren rápido las puertas,
dejando ya el paso franco:
claras primeras del día,
y el baluarte es tomado,
y con él cae la villa
para el buen rey castellano.
Si los hechos fueran o no así, poco nos importa a los calabreses que estamos convencidos de la “veracidad” de esta versión que nos “transmite” el romance; porque es ésta la que queremos creer, la que siempre nos han contado y contaremos a los nuestros que vengan detrás. El hecho cierto es que villa y castillo cayeron de parte del rey cristiano hacia 1155, y que los calabreses, algo verían en el entorno y en sus gentes, que aquí se quedaron volviendo a castellanizar el nombre árabe del lugar, que muy probablemente los musulmanes habían tomado de los hispano romanos moradores, Santa Eufemia, como ocurre en tantos otros de nuestra geografía; en Galicia principalmente. Se quedaron, dieron otro nombre a esta tierra, el de “Calabria” y a sus moradores el de calabreses, y Santa Eufemia, la mártir, ejerce desde entonces el patronazgo.
Verdad es también que con cierta premura volvieron, villa y castillo, a formar parte del reino taifa de Córdoba, y que su reconquista definitiva se dio en 1236 reinando Fernando III el Santo con la conquista de la capital. Hubo por tanto un periodo cercano a los ochenta años que, aún bajo dominación musulmana y con el peligro consiguiente -lo de la tolerancia entre culturas no deja de ser una bonita invención algo, digamos, alejada de la realidad- la tradición de Santa Eufemia, “La Santa” patrona de aquellos caballeros, probablemente reclutados o mercenarios calabreses que vinieron con los de Génova y Pisa, se mantuvo en nuestro pueblo; tradición que ya definitivamente cristiano se fue transmitiendo vía oral apoyadas en hechos reales: el señor de Santa Eufemia en su testamento ya se encomienda a ella se en los años cincuenta del mil cuatrocientos.
(Continuará)
Muy bonita esta historia, mi Coronel. ¿Por qué se iba a dudar de su veracidad hasta en el más mínimo detalle?.
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Precioso D. Eufemio; usted sabe que leo encantada sus sonetos con estrambote, sin ellos, sus rimas, en fin, no entiendo una palabra sobre composición poética, sólo se que me gusta lo que escribe, y cómo lo escribe, ya sean suyos o, como parece el caso en ésta ocasión, transcritos.
No sólo no me he perdido ni uno desde que, por pura casualidad y gracias a la mujer de un capitán de Navío que me dió la referencia, empecé a leer diariamente los artículos y comentarios de éste blog, es que sus sonetos o como los llame (a veces me pierdo, ya le digo, no recuerdo ni una palabra sobre composición poética) los tengo archivados aparte, porque me gusta reelerlos de vez en cuando.
No soy una aficionada a la poesía (eso ya se nota, creo) sólo a algunos poetas, pocos y elegidos, y no siempre con ideas cercanas a las nuestras, pero cuando existe un verdadero talento no importa las ideas que expresen, sino su valor literario. Más a los modernos que a los clásicos, o relativamente modernos. No los voy a nombrar, no vale la pena,
En cambio si que soy una auténtica aficionada a la música, y aunque me horroriza la personalidad de Wagner, hay ciertos pasajes de sus óperas que escucho con verdadero deleite. Algo así me ocurre con la poesía, aunque en un grado mucho menor, tengo que reconocerlo. Un ejemplo; «La nana de la cebolla» de Manuel Hernández, a quién muy acertadamente puso música Juan Manuel Serrat. Estoy segura de que a usted también se le eriza la piel al leerla…sean cuales fueren las ideas políticas de su autor.
Afectuosamente
Margarita Alvarez-Ossorio
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Gracias, Doña Margarita por sus amables comentarios. Veo que para «no ser aficionada a la poesía», sabe donde escoger:
«Vuela niño en la doble
luna del pecho:
él, triste de cebolla,
tú satisfecho».
«… menos tu vientre,
todo es oscuro,
menos tu vientre
claro y profundo»
Sencillo, y por lo mismo, precioso, y desde luego que compartimos los gustos y opiniones: si algo es bueno lo es. Una cosa más, como dice, que agradecer a Serrat que divulgó la obra del poeta allá por nuestra primera juventud. Pero sí quisiera hacerle una pequeña observación sobre los versos que le llegan gracias a esta maravilla técnica que nos pone en contacto: si están en negritas son originales de este humilde amanuense: «A cada uno lo suyo» que decía el Ripalda.
¿Son poesía?: Podría decir con el genio alcalaíno:
«Yo que siempre trabajo y me desvelo
por parecer que tengo de poeta
la gracia que no quiso darme el cielo…»
Pero creo también que en la lectura hay mucho de subjetivo; si lo leído pega un pellizco en al alma del que lo lee; para mí, y para él, eso es poesía.
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Mi Coronel, magnifico soneto y lección de historia. ¡Arriba España y viva La Legión!. Julio de Felipe
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