El CABALLO BLANCO. Coronel de Caballería ® Ángel Cerdido Peñalver

Emilia Pardo-Bazán y de la Rúa-Figueroa condesa de Pardo Bazán. Novelista, periodista, ensayista, crítica literaria, poetisa… Retratada por Joaquín Sorolla hacia 1913.

“Cuentos de la Patria” : (Vengadora, El Catecismo, El caballo blanco, La exangüe, La armadura,El torreón de la esperanza, El palacio frío, El templo, El milagro de la diosa Durga y Entre razas).
En esta compilación de cuentos cuyos protagonistas son militares, soberanos y los acontecimientos que alrededor de ellos se desenvuelven, Pardo Bazán muestra su preocupación por los problemas de España ante la crisis del 98. Contienen relatos de ficción basados en algún hecho histórico, persistiendo a lo largo de ellos con un pesimismo ideológico.
Por otra parte,el 20 de septiembre de 1909, el teniente coronel Cavalcanti arriesgó su vida para salvar la de los soldados de los batallones de Tarifa y de Cataluña en Marruecos. A los 38 años se hizo célebre por la carga de Taxdirt con solo 65 jinetes contra 1500 rifeños , recibiendo por ello la Cruz Laureada de San Fernando.
Cavalcanti fue uno de los generales africanistas que apoyaron el golpe de Estado de Primo de Rivera en septiembre de 1923, propuso sin éxito a Alfonso XIII el uso de la fuerza contra la declaración de la Segunda República en 1931, y también se unió en 1932 a la Sanjurjada, por lo que fue juzgado y condenado.​
La famosa escritora , según dicen amante de Galdós, era la suegra del General Cavalcanti, al que llamaba de forma peyorativa «el Héroe», y por supuesto se llevaban muy mal. No es de extrañar que en este precioso cuento ponga a arar al caballo del Apostol jinete bajo la dirección de San Isidro Labrador.

«El CABALLO BLANCO»

Allá en el primer cielo, en deleitoso jardín, Santiago Apóstol, reclinando en la diestra la cabeza leonina, de rizosa crencha color del acero de una armadura de combate, meditaba. Mostrábase punto menos caviloso y ensimismado que cuando, después de bregar todo el día en su oficio de pescador en el mar de Tiberíades, vio que ni un solo pez había caído en sus redes; solo que entonces el consuelo se le apareció con la llegada del Mesías y la pesca milagrosa. Ahora, aunque en tiempos de pesca estamos, el hijo del Zebedeo, mirando hacia todas partes, no adivinaba por dónde vendría la salvación, siquiera milagrosa, de los que amaba mucho.
Frente al Patrono, en mitad del campo, se elevaba un árbol gigantesco, de tronco añoso, rugoso, de intrincado ramaje, pero casi despojado de hoja, y la que le quedaba, amarillenta y mustia. Infundía respeto, no obstante su decaimiento, aquel coloso vegetal; a pesar de que no pocos de sus robustos brazos aparecían tronchados y desgajados, conservaba majestuoso porte; su traza secular le hacía venerable; convidaba su aspecto a reflexionar sobre lo deleznable de las grandezas. De las ramas del árbol colgaban innúmeros trofeos marciales. Petos, golas, cascos, grebas y guanteletes, con heroicas abolladuras y roturas causadas por el hendiente o el tajo; espadas flamígeras sin punta y lanzas astilladas y hechas añicos; rodelas con arrogantes empresas; albos mantos que blasona la cruz bermeja, trazada al parecer con la caliente sangre de una herida; yataganes cogidos a los moros; turbantes arrancados en unión con la cabeza; banderas gallardas con agujeros abiertos por la mosquetería; el alquicel de Boabdil y la diadema pintorescamente emplumada de Moctezuma… Al pie del árbol, sujeto a él con fuerte cadena de hierro, se veía un ser hermosísimo, un corcel de batalla luminoso a fuerza de blancura: el Pegaso cristiano, aquel ideal bridón que galopaba al través de las nubes y descendía a traernos la victoria.
Los ojos del Apóstol se fijaron en el caballo, cual si no le hubiese contemplado nunca. Notó la lumínica blancura del pelo, la fluida ligereza y ondulación delicada de las crines, el fuego de las pupilas, el aliento ardiente que despedían las fosas nasales, la delgadez de los remos, finos cual tobillo de mujer; la especie de electricidad que desprendía el cuerpo del generoso animal celeste. Con solo advertir que le miraba su jinete de antaño, el caballo se estremeció, empinó las orejas, respiró el aire, hirió la tierra con el reluciente casco y pareció decir en lenguaje de signos: «¿Cuándo llega la hora? ¿Vamos a estar siempre así? ¿Por qué no me desatas? ¿Por qué no cruzamos otra vez entre lampos y chispas el firmamento rojo, el aire encendido de las campales batallas?»
Levantóse el Apóstol guerrero y fue a halagar con las manos el lomo de su cabalgadura. Quería consolarla, quería calmar su impaciencia y no sabía cómo, pues él, glorioso veterano, también soñaba incesantemente renovar las proezas de otros días. Sin duda para acrecentarle el ansia y avivarle el recuerdo aparecióse por allí un alma acabada de ingresar en el Paraíso, pues daba claras señales de no conocer los caminos, de hallarse como desorientada e incierta. Era el recién llegado de mediana estatura, moreno, avellanado y enjuto; rodeaban su tronco retazos de tela amarilla y roja, que apresuradamente igualaba en matiz la sangre fluyendo de varias mortales heridas. Santiago corrió hacia aquel valiente con los brazos abiertos, y el español, al ver ante sí al Apóstol de la patria cayó de rodillas y le besó los pies con infinita ternura.
-Bonaerges, hijo del trueno -murmuraba devotamente el español-, ¿por qué nos has abandonado? En nuestro infortunio, confiábamos en ti. Esperábamos que hicieses vibrar sobre nuestros enemigos el rayo o lloviese sobre ellos fuego celeste, como el que quisiste lanzar contra aquellos samaritanos que cerraban las puertas de su ciudad a Jesús. Mira, Santiago, adónde hemos llegado ya. Te lo diré con palabras de la Epístola que se lee el día de tu fiesta: hemos sido hecho espectáculo para las naciones, los ángeles y los hombres. Hemos venido a ser lo último del mundo. Y todo por faltarnos tú, Apóstol de los combates. Desata tu corcel, guíale al través del aire, ponte a nuestra cabeza. El caballo blanco olfatea la lid. ¿No oyes cómo relincha, deseoso de arrancar el grito de «cierra España»? Desciende: te esperan «allá». Te aguarda la tierra que por ti se creyó invencible. El bridón quiere romper la cadena. ¡Santiago! ¡Buen Santiago! ¡Señor Santiago!
Al oír tan apremiantes súplicas, el Apóstol se conmovía más. ¡Soltar el corcel blanco, salir al galope, esgrimir otra vez el acero llameante! ¡Hacía tanto tiempo que lo anhelaba! No por su gusto permanecía en la inacción, con la montura amarrada al árbol y las armas colgadas del ramaje… Y alzando y consolando al español y apretándole contra su pecho, Santiago empezó a vendarle las heridas cruentas, hecho lo cual llegóse al tronco y desató al blanco bridón, que, loco de júbilo al verse libre, al suponer que remanecían las aventuras de otros tiempos, agitó la cabeza, hizo flotar la crin, corveteó gallardamente y, batiendo el polvo con sus bruñidos cascos, alzó una nubecilla de oro. Por su parte, el Patrón descolgaba la cota de malla y se la vestía, calzábase el ancho sombrerón orlado de acanaladas conchas, afianzaba en los hombros el manto, embrazaba el escudo y ceñía el tahalí y la espada terrible. Entre tanto, el español echaba al caballo la silla recamada de oro y le ponía el freno y el pretal incrustado de cabujones de pedrería. Y cuando ya el Apóstol trataba de afianzar el pie en el estribo de plata para saltar, he aquí que aparece, saliendo del vecino bosque, otro español, vestido de paño pardo calzado con groseras abarcas, haciendo señas para que se detuviese el Apóstol. Este aguardó; en el villano de tez curtida y de rústico atavío acababa de reconocer a San Isidro, pobrecillo jornalero laborioso, que en su vida montó más que jumentos cargados de trigo, porque los llevaba a la molienda.
-¡Orden del Señor! -voceaba el labriego descompasadamente-. ¡Orden del Señor! Ese caballo nos hace falta para uncirlo al arado y que ayude a destripar terrones. Y ese español que está ahí, que venga a llevar la Junta. Bien sabes, Bonaerges, lo que dijo el Señor en ocasión memorable, cuando tu madre le pidió para ti y tu hermano el puesto más alto en el cielo: «Los que quieran ser mayores, beban primero su cáliz.» Paisano mío, a arar con paciencia y sin perder minuto.
1902.-Emilia Pardo Bazán.- (Pazo de Meirás, La Coruña).

 

 

6 pensamientos en “El CABALLO BLANCO. Coronel de Caballería ® Ángel Cerdido Peñalver

  1. Muchas gracias mi Coronel por traer tan entrañable relato.
    Un fuerte abrazo desde mi tierra cántabra.
    Vicente Díaz de Villegas y Herrería

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  2. No sé si el retrato que nos trae Don Ángel lo habrán repatriado para alguna de las tropecientas exposiciones con motivo del centenario de la muerte del prolífico pintor, pero si no estoy quivocado y por esas curiosidades del mercado, en la Hispanic Society neoyorquina creo que andaba, que a algún periodista malintecionado o mal informado le leí que lo situaba en el judicialmente expropiado Pazo que mandara construir la escritora (y es que ya se sabe que Sorolla, como enamorado de España que era, fue también franquista)

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  3. Mi respetado y muy querido CORONEL CERDIDO,
    Muy de actualidad su BRILLANTE EXPOSICIÓN. El titulo ya es poesía. recuerda a «los 5 caballos blancos de os machados», «Los caballos infinitos de Silvina Ocampo»etc.
    Doña Emilia susurraba en alguno de sus poemas .
    «Heraldo de las crisis que sufren las naciones,
    ensalza a los leales, flagela a los traidores.»
    ¿Qué diría en la actualidad?
    Podría opinar sobre el PRIMER CIELO de su Caballo Blanco al igual que de las primeras tumbas del infierno de SANTA TERESA pero lo haré por mi PASIÓN POR EL ARMA DE CABALLERIA RESALTANDO Algo sobre el GENERAL CAVALCANTI Y LOS HEROES DE TAXDIRT.

    CARGA DE TAXDIRT (20.IX.1909)

    Por España a luchar, inmortal Escuadrón,
    impulsor Cavalcanti, Galobardes con clarín,
    miedo y temblor cuando redobla tamborín,
    implacable Cazador de Taxdirt: ¡Al ladrón!.

    Fueron tres cargas de victoria del saltarín,
    los bizarros sables a galope marcan patrón,
    defendiendo Bandera y su heroico padrón,
    bravos centauros rutilantes del polvorín.

    Anónimos luceros en guerra infatigable,
    cuyo romance de sangre le baña todavía,
    altivos dioses y crines de furia inigualable,

    El Alfonso XII dando gloria a la Caballería,
    lobo oscurecido para Alcántara indomable:
    ¡Honor en Taxdirt, Gloria en Annual llegaría!

    HEROES FALLECIDOS EN TAXDIRD:

    Francisco Castelar López, soldado, Talavera nº 18
    José Cerra Andino, primer teniente, Talavera nº 18
    Antonio Díaz Oliva, corneta, Tarifa nº 5
    Miguel Domingo Muro, primer teniente, Tarifa nº 5
    Generoso Estebas Gerardo, soldado
    Victoriano Fernández Santos, soldado, Tarifa nº 5
    Antonio Florido Pineda, soldado, Talavera nº 18
    Manuel Gallego Estévez, sargento, Chiclana nº 17
    José García Baena, soldado, Tarifa nº 5
    Salvador Godino Sierra, soldado, Chiclana nº 17
    Juan Guerrero Llamas, soldado, Tarifa nº 5
    Pedro Herrera Fernández, cabo, Tarifa nº 5
    Manuel Lavado Ruiz, soldado, Chiclana nº 17
    Antonio Lombardo Pajuelo, soldado, Chiclana nº 17
    Francisco Marín Bares, cabo, Cataluña nº 1
    Melitón Martín Talamanca, soldado, Tarifa nº 5
    Antonio Martínez Laffite, sargento, Tarifa nº 5
    Manuel Medina Nieto, soldado, Tarifa nº 5
    Francisco Mena Calvente, soldado, Alfonso XII nº 21
    José Montero Durán, soldado, Chiclana nº 17
    Rafael Narváez Caro, soldado, Alfonso XII nº 21
    Juan Navarro Muñoz, soldado, Alfonso XII nº 21
    Amador Ortega Ortega, soldado, Tarifa nº 5
    Manuel Pascual Morilla, soldado, Alfonso XII nº 21
    Antonio Pérez Sabio, soldado, Tarifa nº 5
    Diego Pozo Cuenca, soldado, Alfonso XII nº 21
    Vicente Prieto Martín, primer teniente, Tarifa nº 5
    Sebastián Ramírez Rosa, soldado, Chiclana nº 17
    Cristóbal Salas Rodríguez, soldado, Alfonso XII nº 21
    Aquilino Sánchez Fernández, soldado, Tarifa nº 5
    Pedro Sánchez Martínez, soldado, Tarifa nº 5
    Cesareo Simal Ávila, soldado, Tarifa nº 5
    Eulalio Solera Moreno, soldado, Alfonso XII nº 21
    Juan Bautista Tabares Moreno, soldado, Tarifa nº 5
    José Tornay Román, soldado, Chiclana nº 17
    Rafael Vargas Campos, soldado, Alfonso XII nº 21
    Y …. DESCANSEN EN PAZ

    LA MARCHA DE TAXDIRD de Mariano Galobardas de la Torre. (Genial)
    27 JULIO DE 2021 / Mediados de Diciembre 1921

    NOMBRADO COMANDANTE GENERAL DE MELILLA EL GD CAVALCANTI
    Sustituido por el Gral. SANJURJO

    Tensa la luz del mundo, bravo lajero,
    de florentino padre y madre española,
    aún siendo de isla, se cuido de la ola,
    con diecisiete en la AGM, guerrillero.

    Heroicos jinetes con sable y pistola:
    Dámaso, Silvestre y él, más puntero,
    batallador nato, y asciende primero,
    Taxdirt le dió titulo y gran Laureola.

    Jefe de Melilla y por convoy acusado,
    dirige el Cuadrilátero contra G-Prieto,
    por S.M admirado y con él destinado.

    Su trote vital nunca le dejaba quieto,
    sin familia y con hija de literata casado:
    ¡Al Ejército verdadero, siempre alistado!

    De chavalillo montaba en ocasiones en un CABALLO LINDISIMO Y BUENISIMO con un GRAN AMIGO AMBROSIO POR LAS CABEZADAS. Gracias al dueño D. SERGIO(+) que me quería como a un nieto.
    Reitero FELICITACIÓN
    A la orden de V.I
    A la orden de V.E
    VIVA EL REY
    VIVA EL RELAMPAGO DE LA CABALLERIA
    VIVA YARRIBA ESPAÑA

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  4. Buenos dias, mi Coronel, y todos. Por lo visto doña Emilia era una suegra de armas tomar, y colgar de las ramas de un árbol muerto, capaz de tomarla, siquiera simbólicamente, con la montura de su yerno, el General Cavalcanti. Supongo que así podríamos definir el talento, «cualidad del que posee, además de una lengua viperina, una pluma, un pincel, o un cincel, igualmente «ocurrente». «

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  5. A las órdenes de V. I., mi Coronel.

    Sería interesante conocer quién haría, o querría hacer, el papel de San Isidro Labrador, Patrono, además, de Madrid.

    Santiagos puede haber muchos, pero Isidros puede que no tantos.

    Perdón por el retraso. ¡¡¡Viva España!!!

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