Durante quince días he recorrido recientemente el centro y sur de Kenia. Este contacto con ese territorio africano me ha retrotraído 50 años atrás a una época – parte de mi niñez – en la que viví en lo que fuera la antigua Guinea Española; en efecto, allí viví, debido al destino de mi padre – a la sazón entonces capitán de infantería y destinado como Secretario Político Militar en el Subgobierno de aquel territorio de soberanía española – años que dejaron en mí un recuerdo imborrable. Y es ese recuerdo el que me impulsa a escribir hoy sobre la olvidada presencia española en aquella tierra africana.
Históricamente España orientó su labor expansiva y colonizadora hacia América y parte del sudeste de Asia llegando a constituir uno de los imperios más grandes que se han conocido: El Imperio Español, pero, azarosamente, unos acuerdos internacionales del siglo XVIII, implicaron desde hace dos siglos y medio en el Golfo de Guinea a la Corona de España. Y así, fue, en 1778, cuando las primeras fuerzas armadas españolas izaron los colores nacionales en el poblado de Luba, en la costa de Boloco, de la isla de Fernando Poo y allí permaneció España durante 190 años hasta el 11 de octubre de 1968 en que se arrió la Bandera.
No es mucha la bibliografía existente relacionada con nuestra presencia en Guinea, si bien la que existe sí que está muy documentada, y es extensa en datos y detalles, entre las que cabe destacar: “ La Marina Española en Guinea Ecuatorial” de José Cervera Pery, “ Memoria del Gobierno General de los Territorios Españoles del Golfo de Guinea” o el más reciente “ Poto Poto, las tropas de guarnición en los Territorios Españoles de Guinea” de Luis de Sequera editado por el Ministerio de Defensa en el año 2003.
Y volviendo a mi experiencia juvenil de los años 55/65 del siglo pasado en aquellas tierras, vienen a mi memoria los recorridos por la reserva del río Ekuku, del río Campo o del río Benito, aventuras hoy muy lejos de mi alcance, pero el olor de las húmedas mañanas saboreando al tiempo un palo de caña de azúcar, como desayuno, reaparece aún en mis sentidos de forma intermitente e imborrable. Lo siento, no soy capaz de describir la maravillosa sensación de un vuelo que efectúe en una avioneta, única presencia entonces de nuestro Ejército del Aire en el territorio, por encima de la frondosa e impenetrable selva guineana; una selva reino de los gorilas, chimpancés, leopardos y elefantes, en la que sólo unos cuantos audaces militares españoles se atrevían a introducirse de vez en cuando y no siempre. Corrijo: no sólo militares, también los Padres Blancos, orden religiosa católica responsable de que, aún hoy, el 85% de la población guineana sea cristiana. Y es que la historia de nuestra presencia en Guinea es una historia esencialmente militar que comenzó con la presencia naval en sus costas y luego en el interior, a partir de mediados del siglo XIX, cuando un Batallón de Infantería de Marina comenzó las tareas de colonización, función más tarde desarrollada por la constituida Guardia Colonial, una unidad formada por cuadros de oficiales y suboficiales de los tres ejércitos y tropa indígena, sin olvidar a la Guardia Civil que allí fue destacada cuando los movimientos independentistas se expandieron por todas las posesiones de países europeos y la seguridad se hizo precaria.
Primero fueron las numerosas expediciones militares de exploración y ocupación realizadas, después la guarnición y defensa del territorio adquirido. Estas acciones no han sido casi conocidas y es justo reconocer que el comandante del puesto militar, al igual que el misionero, allá en los confines del bosque o de la selva virgen, fueron la mejor garantía de nuestra soberanía del territorio. El control y administración del territorio lo ejercía, bajo el mando del Gobernador General, el Jefe de la Guardia Colonial quien era el inspector de las administraciones, cada una de estas al mando de un capitán, quien ejercía el control territorial de determinadas demarcaciones ubicándose en la cabecera de esta su compañía. A los jefes de destacamento se les asignaba la misión de celebrar mensualmente el tribunal indígena, en que se debían resolver los asuntos de estos entre sí, con arreglo a sus usos y costumbres, siguiendo las directrices marcadas. A los tribunales debían asistir los jefes de tribus y poblados de la demarcación. Y así de forma tan sencilla y eficaz la conjunción de esfuerzos de Ejército e Iglesia con la población consiguieron que en el momento de la independencia la Guinea Ecuatorial tuviera la tasa de alfabetización más alta de África y una red de instalaciones sanitarias sin parangón en el continente y eso que aún no se había descubierto el petróleo que hoy mana en abundancia en dicho Golfo. Fueron once los Gobernadores Generales que gobernaron el territorio, todos militares salvo dos civiles, curiosamente durante el periodo de la 2ª República, pero seguramente son los Almirantes Angel Barrera, Faustino Ruiz y Francisco Nuñez los verdaderos creadores de la Guinea moderna. Orden, disciplina y eficacia, respetando siempre la idiosincrasia del pueblo guineano, son las características principales del Gobierno allí ejercido y las razones de la relativa prosperidad de aquellos territorios si la comparamos con otras del entorno en el momento de la independencia en 1968.
Y llegó el momento de la independencia, un movimiento que se desarrolló casi sin incidentes, al principio, pero que pronto devino en conflictos provocados en su mayor parte por determinados movimientos violentos como las denominadas juventudes de Macías. Y aquí de nuevo tomaron protagonismo heroico las actitudes de muchos jóvenes oficiales españoles – capitanes y tenientes – de los que voy a destacar esencialmente ( no hay espacio para nombrar a todos ) a quien fuera después condecorado con la Medalla del Ejército: al teniente Don Rafael Cárdenas Gonzalez quien pudo llevar a cabo la evacuación de civiles de su distrito con grandes dificultades mientras que otros compañeros quedaron retenidos y no pudieron realizarla. Así, a lo largo de 145 kilómetros, por carreteras o más bien caminos en la selva, una caravana de varios vehículos con unas 30 personas tuvo que atravesar poblados donde vecinos exaltados habían levantado obstáculos con bidones y troncos para impedirles el paso. En la mayoría de ellos, rompieron las barreras con los propios vehículos y en algunos les hicieron fuego, hasta el extremo de que cuando por fin lograron llegar a las inmediaciones de Bata llevaban muchos la carrocería agujereada, la chapa completamente arrugada y sin cristales en los parabrisas… y si salieron vivos fue por puro milagro,… la repatriación de los últimos españoles de Guinea fue uno de los episodios menos conocidos de nuestra historia reciente.
La exploración y sostenimiento de la otrora Guinea Española, hoy República de Guinea Ecuatorial, fue una labor esencialmente militar, una labor colonizadora ejemplar que devino al final en un desastre en cuanto intervino la política y tanto Ejército como Iglesia fueron apartados del devenir de los acontecimientos. Tal parece que cuando en nuestra historia se rompe esta conjunción España entra siempre en declive y en clara decadencia.
Ejército e Iglesia conquistaron, colonizaron y cristianizaron un inmenso mundo; sólo cuando estas Instituciones fueron apartadas de su quehacer comenzó la marcha atrás de todo lo conseguido. Primero fueron las provincias americanas y luego, Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Carolinas para proseguir en este siglo con la pérdida del Protectorado, Ifni, Guinea y finalmente el Sáhara. Y ahora parece que quien quiera que sea no contento con habernos reducido a los límites territoriales de finales del siglo XV pretende desmembrar estos mismos desgajando a Cataluña y a las provincias Vascongadas del tronco común.
Yo no creo en las meigas pero como dicen los gallegos “haberlas haylas”.
JUAN CHICHARRO ORTEGA
GENERAL DE DIVISIÓN DE INFANTERÍA DE MARINA (R.)
Blog: generaldavila.com
25 marzo 2017