LA LEGIÓN CAMINO DEL CENTENARIO (55) Volviendo la vista a Kosovo Mateo García Cabello

Dedicado al CL Javier del Castillo Peinado, fallecido en Kosovo en 2001

El 11 de junio de 1999 acababa oficialmente la guerra de Kosovo y horas después las primeras fuerzas internacionales de la Kosovo Force, también conocidas como KFOR, bajo el mando de la OTAN, entraban en la aún provincia yugoslava. Su objetivo era verificar el cumplimiento de los acuerdos de paz, establecer un entorno seguro para el retorno de los refugiados, así como proporcionar seguridad pública. España colaboró en esta misión con un contingente al mando del Coronel Vicente Díaz de Villegas formado principalmente sobre la base dela VII Bandera del Tercio Don Juan de Austria, 3º de La Legión, y yo tuve el privilegio de ser testigo del día a día de aquellos hombres durante unas semanas de aquel verano. Estos son algunos recuerdos de una experiencia de la que ahora se cumplen 20 años.

Dicen que uno jamás olvida el primer amor. Supongo que eso también vale para la primera guerra. Y Kosovo fue la mía. Por aquel entonces yo tenía 27 años ya pesar de que ya había trabajado en lugares“calientes”como Líbano o Mozambique, Kosovo suponía una verdadera prueba de fuego para mí ya que,como enviado del Ministerio de Asunto Exteriores, tenía una difícil misión que cumplir: llevar a cabo una primera estimación del aporte de nuestro país a la reconstrucción de la región, cuya infraestructura había quedado casi totalmente destruida por años de lucha soterrada entre las guerrillas del Ejército de Liberación de Kosovo (ELK) y el ejército federal yugoslavo, así como por meses de bombardeos aliados.

De los días previos al viaje, que tuvo lugar a principios de agosto, recuerdo en particular que tuvimos muchas reuniones con representantes del Ministerio de Defensa al objeto de coordinar cuestiones de logística y seguridad. En una de ellas, y supongo que viéndome un poco preocupado, un coronel se me acercó, justo cuando acabábamos, y me dijo algo así como “chaval, no te preocupes, que La Legión va a cuidar estupendamente de ti”. A mi madre, con quien hablé esa noche por teléfono, esas palabras no la tranquilizaron en absoluto. Al fin y al cabo una madre siempre es una madre. Sin embargo, para mí si fue muy importante saber que iba a estar en buenas manos.

¡Y en qué manos! Ahora ya poca gente se acuerda pero el prestigio del que gozaba La Legión en 1999 poco tenía que ver con la mala prensa que la institución todavía arrastraba apenas una década antes, durante los 80, cuando incluso en determinados círculos políticos se hablaba abiertamente de su posible disolución. Sin ir más lejos, el Tercio Alejandro de Farnesio, 4º de La Legión,tras llegar a Ronda en 1981 había sentido durante años en sus propias carnes el recelo no sólo de las autoridades civiles sino también de parte de la población, lo que se tradujo en no pocos encontronazos y faltas de entendimiento, así como en unas cuantas peticiones formales para que se marchara de la ciudad.

Ironías del destino, tuvieron que ser precisamente los miembros de este Tercio, integrados en la Agrupación Málaga desplegada en Bosnia en octubre de 1992, y posteriormente los del Tercio Don Juan de Austria, como parte de la Agrupación Canarias, quienes contribuyeran a mejorar la imagen de La Legión a base de profesionalidad, valentía y no pocos sacrificios personales.[1] Gracias a ello nuestros legionarios consiguieron, entre otros logros, mantener abierta la ruta del río Neretva, en Herzegovina, que en aquellos momentos era la única vía a través de la cual se podía hacer llegar ayuda humanitaria a los miles de civiles atrapados en la ratonera de Mostar. El goteo de ataúdes envueltos en la bandera rojigualda que en los meses posteriores fueron apareciendo en los telediarios, prueba de las dificultades y la peligrosidad de la misión, fue crucial para que muchísimos españoles empezaran a ver a La Legión con otros ojos; para que comenzaran a apreciar el valor de una institución siempre presta a darlo todo por España, bien sea representando a nuestro país en misiones internacionales al servicio de la paz, acudiendo a sofocar incendios en el monte o incluso limpiando chapapote en las playas de Galicia, como también ocurriría años más tarde.

En todo ello iba pensando la mañana de agosto de 1999 mientras el avión que me traía de Madrid aterrizaba en Skopje,capital de Macedonia y que por aquel entonces era la principal puerta de entrada a Kosovo. Conmigo venía Ramón,un ingeniero eléctrico, ya que los primeros informes recibidos indicaban que la reparación de la red de distribución de energía debía ser una de nuestras primeras prioridades.Esa noche la pasamos en una base cercana al aeropuerto en dónde La Legión tenía un pequeño contingente destacado para garantizar el abastecimiento del grueso de nuestras unidades en el área de Istok, en el noroeste de Kosovo. Esta era la zona asignada a la llamada “Brigada del Vino”, porque además de españoles la misma estaba integrada por unidades del ejército italiano y portugués.

De esos primeros momentos en la antigua Yugoslavia se me viene a la mente el calor pegajoso y sofocante de Macedonia y, por supuesto,el espectáculo dantesco que nos encontramos al día siguiente mientras cruzábamos Kosovode sur a norte a bordo de un convoy militar. Hablo de aldeas quemadas por todos lados, de aire fantasmal,con las casas convertidas en esqueletos ennegrecidos;de puentes de hormigón retorcidos por el impacto de los misiles como si fueran castillos de naipes volteados por el viento; de gigantescos campos de refugiados que aun vacíos todavía daban fe de la crisis humanitaria que había ocurrido; de minaretes y campanarios reducidos a montones de escombros, monumentos silenciosos al odio de unos y otros.Y también recuerdo los numerosos grupos de perros abandonados a su suerte que deambulaban por las carreteras, y que se acercaban a los vehículos movidos por la curiosidad y el hambre cada vez que hacíamos un alto para estirar las piernas.

El paso por Peć, donde estaba instalado el Cuartel General de la Brigada fue muy breve: apenas el tiempo justo para recibir nuestra acreditación de la KFOR y asistir a un pequeño desfile de soldados italianos ataviados con plumajes negros en los cascos y a un paso, digamos, poco marcial que hizo que Ramón y yo intercambiáramos unas sonrisas de asombro. Desde allí hasta Istok, donde La Legión tenía instalada su base principal,bautizada como Base España, en una serrería a las afueras del pueblo, apenas había 25 kilómetros, aunque en el trayecto se invertía casi una hora debido a las malas condiciones de la carretera.

En este sentido, no recuerdo quién escribió aquello de que hay lugares que se apoderan de nuestra alma para ya no abandonarla jamás. Eso, al menos, es lo que me ocurre con la serrería de Istok, una nave industrial inmensa, destartalada y fea, sin ningún tipo de encanto, pero que forma parte de mi vida para siempre.Y no es sólo porque fuera mi hogar durante el tiempo que estuve en Kosovo; al fin y al cabo he vivido en muchos otros sitios y de la mayoría de ellos no me acuerdo nunca. Sin embargo, mirando hacia atrás con la perspectiva que dan estos 20 años,tengo la sensación de que aquella serrería era mucho más que un sitio donde descansar o reponer fuerzas.Base España, o al menos es así como la recuerdo yo, se convertía al final de cada jornada, cuando todos volvíamos de cumplir con nuestras obligaciones, en un lugar rebosante de vida, de risas y bulla de legionarios, de música de Camela y tertulias interminables sobre lo divino y lo humano. Todo lo contrario a lo que sucedía afuera, más allá del perímetro de la base, donde al caer la tarde el mundo entero parecía quedar atrapado por el silencio y la oscuridad y las calles de Istok, de Rakos o de Zllakucan quedaban desiertas, y el miedo a lo que había ocurrido y el temor a lo parecía que estaba por venir casi se podía palpar en el ambiente, y los ancianos y los chiquillos tenían un aspecto triste, con una mirada a medio camino entre la vergüenza y el pudor.

En la serrería, por el contrario, la actividad se multiplicaba al llegar la noche, como si fuera una feria improvisada, y nunca faltaban las largas colas de legionarios, entre los que se mezclaba algún Guardia Civil que otro, haciendo turnos ante el teléfono para decirle, vía Hispasat, a su novia o a su mujer que la querían, o a los niños que se portaran bien y que estudiaran mucho.

La energía de Base España fue fundamental para mantenernos las pilas bien cargadas a Ramón y a mi. De hecho, las semanas que estuvimos en Kosovo fueron muy intensas: salíamos de la serrería bien temprano cada mañana y nuestra jornada discurría yendo y viniendo de un sitio a otro,pueblo por pueblo,examinando de forma minuciosa el estado de todo el tendido eléctrico y el tipo de reparaciones que necesitaría. El objetivo era volver a Madrid con un presupuesto lo más detallado posible que permitiese al Ministerio aprobar sus proyectos de reconstrucción para la zona. Para ello contábamos con la ayuda inestimable de un par de electricistas locales con quienes nos comunicábamos gracias al buen hacer de una traductora proporcionada por La Legión.

Con nosotros también venía cada día un teniente y un par de soldados cuya misión era servirnos de escolta. Gracias a ellos, y tal y como me aseguró aquel coronel antes de partir de Madrid, creo que en mi vida me he sentido tan bien cuidado, tan protegido, como durante aquellos días de hace veinte años. A modo de ejemplo basta decir que cada vez que teníamos que adentrarnos a pie por un sembrado o por una pista de tierra para ir a revisar un transformador o un poste de la luz, uno de los legionarios, un chico asturiano muy joven, de unos 19 años, se ponía a la cabeza del grupo y nos decía que lo siguiéramos, teniendo cuidado de pisar por donde él pisaba, sin desviarnos un milímetro, ya que aunque toda la zona había sido desminada nunca se sabía a ciencia cierta lo que uno se podía encontrar. Ramón y yo protestábamos, aunque eso sí, con la boca chica, aliviados de tener a los legionarios velando por nuestra seguridad. Y con cada una de nuestras tibias protestas, el legionario siempre respondía lo mismo, que como a nosotros nos pasara algo a él se le caería el pelo, y que al fin y al cabo estaba allí para protegernos y que ese era su trabajo.

Creo que pocas cosas resumen mejor lo que es La Legión y lo que significa ser legionario que tamaño ejemplo tanto de profesionalidad como de generosidad.

Yo, por mi parte, al menos es algo que nunca he olvidado.

Como tampoco creo que pueda olvidar jamás las manos huesudas de una de las monjas del monasterio ortodoxo de Gorioč, una señora muy mayor, de al menos 80 años, pequeña y menuda, casi un pajarito de mujer, vestida completamente de negro, agarrando con fuerza el brazo del teniente en señal de agradecimiento por la protección que La Legión les brindaba en forma de un pelotón de soldados que vivía allí día y noche, a los que había que añadir uno de nuestros BMR, a modo de elemento disuasorio, aparcado invariablemente a las puertas del monasterio. Sin ellos, seguramente Gorioč habría sido pasto de las llamas hacía tiempo.

Esa imagen, la de los BMR legionarios pintados de blanco en Gorioč o en el Patriarcado de Pec, o en Zac, protegiendo a la pequeña comunidad gitana del pueblo de las iras de la mayoría albanesa,o allí donde se les necesitaba, es una de las cosas que se me viene casi automáticamente a la cabeza cada vez que pienso en Kosovo. Y es que una de las mayores ironías de la guerra,de cualquier guerra desde que el hombre es hombre, es la facilidad con que las víctimas se transforman en verdugos y viceversa a poco que se presente la ocasión.De ahí que cobre más importancia todavía el trabajo que nuestros legionarios hicieron en Kosovo, sin tomar nunca partido por nadie, tendiendo puentes con unos y con otros, siempre desdela más estricta neutralidad y con la única divisa de ayudar en todo momento a los más vulnerables, fueran de la comunidad que fueran e independientemente del dios al que rezaran.

Un ejemplo de esta vocación de servicio de la que fui testigo en infinidad de ocasiones lo constituía un matrimonio serbio, con cuatro niños pequeños de ojos azules, incluido un bebé de pocos meses, que vivían a medio camino entre Istok y Durakovac. Un par de semanas antes de mi llegada les habían quemado la casa y desde entonces dormían en mitad de un campo cercano, sobre unas mantas, aprovechando que todavía no hacía mucho frío por las noches. Pues bien, no hubo una sola vez de las muchas que pasamos por allí en que el teniente no pidiera parar un rato para echarles un ojo y comprobar cómo estaban,para ver si necesitaban comida o medicamentos o ropa de abrigo o cualquier otra cosa. Otras unidades que patrullaban por la zona también paraban a diario, y me consta que ese tipo de comportamiento era norma habitual a todo lo largo y ancho del área donde operaban los legionarios españoles.

No quiero alargar mucho más este relato pero si me gustaría mencionar que a pesar el escaso tiempo que estuve allí, Kosovo fue una escuela de vida para mi. Como suele suceder en todo proceso de aprendizaje, algunas de las cosas que allí aprendí, como los nombres de los componentes de un transformador eléctrico tanto en español como en albanés, no me han servido para nada. Otras, sin embargo, si han ayudado a guiar mis pasos a lo largo de todos estos años. Por ejemplo, de mi estancia en la antigua Yugoslavia lo más importante que me quedó es un orgullo imborrable por ser español. De hecho, recuerdo vivamente, casi como si fuera ayer, ver pasar a un BMR con la enseña española ondeando al viento mientras examinábamos una pequeña central eléctrica en Zllakucan y pensar que nunca había visto una bandera tan bonita como la nuestra.

Es también gracias a Kosovo que cada vez que pienso en La Legión se me vienen a la cabeza palabras como entrega, compromiso, compañerismo o sacrificio. Es decir, los valores del Credo Legionario que constituyen la columna vertebral, el alfa y el omega, de la unidad. Por si fuera poco, aquella experiencia hace 20 años me sirvió para apreciar todavía más la incalculable valía de nuestras FFAA y de los hombres y mujeres que las forman.

Esto es particularmente importante porque yo pertenezco a una generación de españoles que fue educada de espaldas al ejército y sus valores, casi como si fuera algo de lo que uno debe avergonzarse.Esta es todavía la triste realidad en algunos ámbitos cotidianos de nuestro país, en dónde mucha gente se manifiesta incómoda, cuando no directamente hostiles, cuando se habla de nuestras FFAA o nuestros militares; como si el ejército, en el mejor de lo casos, fuera algo que conviene tener arrinconado en un lugar apartado, alejado de la vista de todos, dónde no moleste mucho.

El contraste con lo que ocurre en Inglaterra, dónde por cuestiones laborales he vivido la mayor parte de estas dos últimas décadas, no podía ser mayor. Allí,cada 11 de noviembre se celebra el Día del Recuerdo, en el que se conmemoran los sacrificios de los miembros del ejército en tiempos de guerra. Y año tras año el país entero se vuelca con sus militares y la inmensa mayoría de la población luce orgulloso en el pecho la amapola roja que es símbolo de esta comunión entre pueblo y el ejército.

Ello no solamente me ha generado siempre mucha envidia; también me ha servido para constatar que una sociedad no está en armonía consigo mismo hasta que no consigue crear un entorno de reconocimiento y respeto con los hombres y mujeres que voluntariamente dedican su vida a defender a esa misma sociedad y los valores que las sostienen.

20 años después mi experiencia en Kosovo, creo que esa sigue siendo todavía la gran deuda pendiente de  nuestro país con sus FFAA y en especial con La Legión, la unidad de nuestro ejército que más decisivamente ha contribuido al éxito de la participación de España en misiones internacionales y que además ha pagado por ello el precio más alto en forma de sacrificios personales y vidas humanas.

A modo de epílogo, decir que mis últimos momentos en Base España los pasé conversando con el entonces Comandante Juan Jesús Martín Cabrero, que en aquellos momentos era la persona encargada de coordinar misiones como la mía y que años más tarde se convertiría en General de la Brigada de La Legión. Le di las gracias por toda la ayuda que nos había prestado, pero también por el trabajo tan impresionante que estaban haciendo los legionarios en Kosovo. Me respondió que sólo cumplían con su obligación y antes de irme me regaló un llavero con el emblema de la Brigada de La Legión “Rey Alfonso XIII” que todavía conservo con todo el cariño del mundo.

Esa misma noche, ya en el vuelo hacia Madrid, me acordé con nostalgia del teniente y los dos caballeros legionarios que habían sido nuestros ángeles custodios durante nuestro tiempo en Kosovo, y del abrazo tan sentido con que nos habíamos despedido esa mañana, casi como si fuéramos familiares o hermanos. Me acordé también de las monjas de Gorioč, de los niños gitanos de Zac, y de la familia serbia con los cuatro niños a la que habíamos visitado casi diariamente en las inmediaciones de Durakovac. Pensé en todos ellos y mentalmente deseé que estuvieran bien. Por un momento me invadió una enorme tristeza hasta que caí en la cuenta de que no tenía que preocuparme ya que La Legión velaría por ellos y que realmente, al igual que había pasado conmigo,se encontraban en las mejores manos posibles.

[1] Es importante resaltar que dentro de los contingentes que formaron las AGTs Málaga y Canarias había una importante cantidad de personal perteneciente al Tercio Gran Capitán, 1º de La Legión, así como al Tercio Duque de Alba, 2º de La Legión. Dicho de otra forma, se puede decir que al éxito de las AGTs Málaga y Canarias contribuyeron en una medida u otra todos y cada uno de los Tercios que forman La Legión.

Mateo García Cabello

Blog: generaldavila.com

15 agosto 2019

8 pensamientos en “LA LEGIÓN CAMINO DEL CENTENARIO (55) Volviendo la vista a Kosovo Mateo García Cabello

  1. Kosovo marcó un antes y un después en mi carrera militar, aprendí muchas cosas buenas y otras no tanto. Las primeras mujeres en la famosa serrería de Istok, no fue un camino de rosas, pero repetiría una y mil veces. Yo despedí al CL Espino con mucha pena y horas de llantos a escondidas hasta que en el pequeño acto que se le hizo, mis lágrimas se juntaron con la de mis hermanos. Duro golpe sufrimos a pocos días de regresar a casa, pero así es la vida, terminamos nuestra misión con la cara bien alta y la satisfacción del deber cumplido.

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  2. Interesante artículo, pese a su extensión.
    La Legión estuvo a punto de ser disuelta no solo en1981 como se cita en el excelente artículo , sino en varias ocasiones, como en 1976, cuando estaban acuartelados en Fuerteventura. Sólo la decisiva actuación de un grupo de buenas gentes, entre ellas al menos un Almirante, impidieron su disolución.

    Lo de “ misiones de paz” nunca lo entendí bien. Todas las misiones son extremadamente peligrosas y son “misiones de guerra”. Si miramos las hemerotecas recordaremos las muertes , mutilaciones y heridos de dichas misiones en el extranjero.
    Al hoy general Martin Cabrerizo tuve la suerte de conocerle personalmente cuando tenía el empleo de Teniente Coronel. Sus experiencias en misiones de guerra en Angola son muy interesantes.

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  3. Cómo bien dicen muchos caballero fuen una guerra que muchos de los civiles no tenían para comer y nuestras fuerzas abastecieron a la población ( tengo gravada en la retina un niño que con la tableta de chocolate que saque de la mochila corrion a darle parte a sus tres hermanos como si fuera un manjar ) y otras aventuras que muchos de los politiquillos que nos enviaron claro está como voluntarios no lo vivieron con lágrimas en los ojos como los qué estuvimos ( hora bien tuvimos una buena recompensa nuestra bandera la legión extranjera poder reacer su cometido como cuerpo de paz si no hoy no estaríamos ( como memoria ni eso) saludos cordiales y dé taconazo damas y caballeros

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  4. Magnifica historia, y hoy toda aprender, de todos. Sr, D. Mareo Garcia Cabello. Gracias,
    Y afectuosos saludos para todos.

    !!Viva España!! !! Viva el Rey !! !! Viva las fuerzas Armadas, Ejército y la Legión !!

    Josefa López del Moral Beltrán

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  5. Con la frente levantada y la mirada en el deber

    Con la frente levantada
    Siempre estáis comprometidos,
    Valientes hijos de España
    Que al deber sois bien nacidos.

    Y en una entrega sublime
    A España le dais honor
    Con laureles que se ciñen
    En la fuerza de la razón.

    Cuando vais a otras naciones
    Se engranda más la bandera,
    Y el aura de sus colores
    Por esos cielos se quedan.

    Desde el puesto de vanguardia
    Levantáis el pabellón
    Que fortalece a la Patria
    Con vuestro guerrero ardor.

    Y el sentir del cumplimiento
    Mitiga todo quebranto
    Cuando la bandera al viento
    La miráis en lo más alto.

    Con sacrificios y anhelos
    Obedecéis los mandatos
    Sobre los lejanos suelos
    De las ciudades y campos.

    Que os ha puesto el destino,
    Y en la voluntaria entrega
    Se florecen los caminos
    Que pasa vuestra bandera.

    Siempre con esa esperanza
    De cumplir sin ser caído,
    Con la fe que se afianza
    En el hacer bendecido.

    Y si en el recuerdo aparecen
    Las ansias de regresar,
    Sentimientos que florecen
    Y se tienen que aguantar.

    Lo aminoráis con canciones
    Que de España son acentos,
    Y sirviendo a otras naciones
    Se extinguen vuestros lamentos.

    Cuando miráis que padecen
    Mujeres, niños ancianos
    Que tal sufrir no merecen
    Y le ofrecéis vuestras manos.

    Con la entrega generosa
    Que tienen los corazones
    De la Nación que es honrosa
    Y de abnegación disponen.

    Y volveréis al Patrio suelo
    Plenos de satisfacciones
    Entre agites de pañuelos
    Que alegran los corazones.

    Con la frente levantada
    Y la mirada en el deber
    La bandera roja y gualda
    En lo más alto se hace ver.

    Dedicado a las Fuerzas Españolas desplegadas fuera del territorio Nacional en misiones de PAZ y de cualquier otra naturaleza necesaria para el bien de ESPAÑA y la Humanidad Entera

    Original del Cabo 1º C.L. Ramón Lencero Nieto=Rogaciano Goana Nelson

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  6. pues si usted aprendio en el poco tiempo……imagine lo que aprendi yo y mis compañeros que nos comimos la mision 1 y estuvimos haciendo todo eso que cuentas durante ni mas ni menos 9 meses……si lo que oye….nueve meses…..mi compañi la 1 Compañia de la VII Bandera del 3 Tercio fue la cabeza de vanguardia de todo el grueso de la fuerza………si le asombro la serreria cuando llego y «ya estaba montado el chiringuito» imagine, cuando fui el 3 en entrar despues del Cabo Platero y el Capitan de mi Compañia con el fin de registrar el mismo por si habia trampas o artefactos improvisados, nosotros fuimos los primeros en dar proteccion al monasterio de mojas ortodoxas (todavia me acuerdo de maica teodora jajajajajajaja), despues siendo relevados por la 5 Compañia, nosotros fuimos los primeros en tomar todos los destacamentos para el resto de compañeros que despues nos relevarian y tomarian esos destacamentos………..durmiendo en sitios y comiendo cosas insospechadas y con medios de risa………….pero eso es la Legion……lo que mas pena me dio de todo…….es que si nos hubieran dando mas medios mas cosas habriamos hecho……y ojo hicimos muchisimas………el unico que se pusieron de acuerdo servios, albaneses y gitanos, fue cuando KASPABAT I fue relevado por la brigada paracaidista…….que salieron en manifestacion porque La Legion se iba, esa fue la unica vez que se pusieron de acuerdo

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  7. Emocionante, instructivo y extraordinariamente interesante su artículo, D. Mateo García Cabello.

    Mil gracias por hacernos llegar éste testimonio, de alguien que sólo habla por puro sentimiento de lealtad hacia un cuerpo de nuestro ejército al que todos admiramos y que comprobamos gracias a personas como usted, que no es sin motivo.

    Un cariñoso y agradecido abrazo, y es la primera vez que dedico semejante despedida a alguien, pero usted lo merece sobradamente.

    Margarita Alvarez-Ossorio

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  8. Con permiso de Vuecencia, mi General. ¿Misiones de paz?, donde hay muertos y heridos. solo La Legión y nuestras FFAA saben bien que no es como nos lo cuentan. ¿Se acuerdan?, «Al grito de ¡A mi La Legión! Acudirán todos y …..». ¡Arriba España y viva La Legión!. Julio de Felipe

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