«Al menos 82 niñas afganas han sido hospitalizadas tras ser envenenadas en dos escuelas en el norte del país. El ataque se produce después de que el régimen talibán incrementara el control sobre la educación femenina y prohibiera el acceso a las mujeres a secundaria y a la universidad. Hace dos meses, cientos de niñas también fueron intoxicadas en centros educativos, esta vez en el vecino Irán».
Acaba de suceder, es pasajera actualidad. Quizá ya ni sea.
No es la guerra la peor noticia que podemos leer, aunque las muertes sean irreversibles. La guerra llega, pasa y te lleva. Se va para volver mientras queda un recuerdo que dura pocas generaciones. No más. Hasta la próxima. Ni la guerra ha podido con la peor de las muertes: vivir abrazado a ella.
Recurro a Virgilio: La Eneida
«¿A qué recordar los crímenes infandos, a qué las viles hazañas de un tirano?
¡Los guarden los dioses para él y su estirpe!
Solía además atar los cadáveres con los vivos
juntando manos con manos y bocas con bocas,
espantosa tortura, y en larga agonía los mataba
con horrible abrazo, cubiertos de pus y de sangre»
No queda en una simple metáfora. Hoy es lo mismo que entonces.
Permitimos que en muchos rincones del mundo los vivos nazcan ya muertos, conscientes de que están abrazados a la muerte.
Es Heródoto el que nos cuenta como el rey Darío II pregunta a los griegos que por cuánto dinero accederían a comerse los cadáveres de sus padres y le contestan: a ningún precio.
Al convocar a los indios Calatias que devoran a sus progenitores les preguntó por qué suma consentirían quemar los restos mortales de sus padres a lo que contestaron vociferando y blasfemando por semejante propuesta.
Píndaro dice que la costumbre es reina del mundo. Una reina mortal. La que te hace vivir atado a tu propia muerte: saber que no te está permitido saber es cruel sabiduría, insoportable conocimiento: ¡si al menos pudieses luchar! No es peor la guerra.
No permitir la educación, la libertad de saber y conocer es condenarte a vivir con tu cadáver y consentirlo nos hace cómplices.
Leo la crónica de un soldado español en Qala i Naw:
«Veo a un varón que circula unos pasos por delante de mujer añosa cargada con un fardo de leña de 12-15 kg? a la espalada. En un momento dado la mujer cae al suelo de rodillas, el varón retrocede, le da una patada y le increpa para que se levante y continúe. La escena se repite, el varón se adelanta de nuevo y la mujer le sigue cargada con la leña».
Pensar que la guerra es la continuación de la política por otros medios no resuelve el problema. Aquí no hay política, sino crueldad. ¿Será lo mismo?
La guerra es anterior a toda política y no es aceptable recurrir a la costumbre, como si ella encerrase ancestral cultura, para esgrimir argumentos inadmisibles, crueldades insoportables.
Todo esto que nos escandaliza está más cerca de lo que pensamos y adivinamos. A nosotros nos está permitido mirar un mapa. No sé si también interpretarlo.
Norman Mailer en su novela Los desnudos y los muertos pone en boca de un general americano en plena guerra en el Pacífico: «Nosotros tenemos el nivel de vida más alto del mundo y, por consiguiente, los peores soldados». Ahora que la guerra no es solo asunto de los soldados es hora de cambiar la última palabra y señalar a todos: soldados y a los que no lo son.
Porque esta guerra es de todos y la de todos.
Mientras salta el escándalo de que hay lugares en el mundo donde envenenan a las niñas en los colegios con ese afán de controlar su enseñanza y atarlas a su fatal destino, el control se extiende con métodos más sutiles que hacen creernos que vivimos en el paraíso de la libertad.
Podréis leer, hasta escribir podéis, pero no pretendáis ir más allá. Podréis ver un mapa de la situación geopolítica y económica, pero no se os dará la posibilidad de interpretarlo porque otros lo harán de distintas maneras; y nunca sabrás.
Y resuena a en mis oídos aquello: os lo debemos todo, pero no os daremos nada.
Las armas son el único idioma que todos entienden y practican: el lenguaje de las armas es el gran fracaso de la política, cuando el hombre ata a otros hombres a su propio cadáver; y eso empieza ocultando la lectura, la escritura, evitando el aprendizaje de métodos distintos a los de las armas, en definitiva pretenden darte a entender que eres una simple piedra arrojadiza que ellos tiran, pero esconden la mano.
El control sobre la educación femenina y prohibir el acceso a las mujeres a secundaria y a la universidad es peor que lo que se pueda describir.
Es la metáfora que viene: leer y escribir sin interpretar. Accederás a todo, pero nada podrás cambiar ni siquiera interpretar.
Como ellos han decidido. Se te permitirá leer y escribir de manera modulada. No más allá.
General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez
Blog: generaldavila.com
12 junio 2023