Entre pícaros y juglares, funámbulos y trileros, se mezclaban unos aprovechados mensajeros que vendían o intercambiaban sus indecentes propuestas amparados en lo que decían representar. Aprovechando los festejos en algunos pueblos leridanos, adecuada cobertura para no llamar la atención, tanteaban al personal a la vez que medían sus capacidades. Se intercambiaban informes personales y hubo inconfesables delaciones, lo que obligó a refugiarse en las alcantarillas para seguir con la negociación política. Nadie se sorprendió al verse en tan extraños lugares y con tan singular compañía. Aquello te hacía importante en una España que se encontraba navegando por un proceloso mar. Entre el ruido y la música alguien elevó la voz, “es necesario un golpe de timón”. Unos lo oyeron y otros se hicieron los sordos, pero los más se preguntaban ¿quién lo ha dicho?, que en la intimidad se convirtió en ¿quien te lo ha dicho?, sutil matiz que creó incertidumbre y hasta equivocadas interpretaciones. Se oyeron muchas cosas, tantas cosas que se oyó ruido, mucho ruido. Todo terminó un 23F en lo que pudo ser una tragedia. Después desaparecieron casi todos, no hubo protagonistas, y por un tiempo se hizo el silencio. Pero una vez vacunados, y amparados en la necesidad de controlarlo todo, volvieron las intrigas, los dosieres, los tahúres y los juegos peligrosos. Ya no había militares. Hasta las clausuras fueron controladas y se compraron traiciones tanto en oscuros mercadillos como en iluminados salones enmoquetados. Informes, dosieres, dinero, poder, y el enigma que vuelve acusándose unos a otros. ¡Cuántos secretos!, tanto por saber y mucho que esconder. Anclados en el tiempo, sin evolucionar, seguimos en la intriga; sólo algunos, muy pocos, saben algunas cosas y los porqués. Van desapareciendo los que conocen el guión y al guionista que lo escribió; se pueden ya contar con los dedos de una mano. Nunca hablarán porque…
Ahora son los contadores o inventores de historias los que se enzarzan en la polémica y publican hasta los más mínimos detalles de lo acontecido, envuelto en la permanente duda que empaña nuestra historia. La duda y la polémica mantienen vivos y recientes los hechos oscuros que no por juzgados quedan aclarados. Vuelven el recuerdo y las palabras, las imágenes grotescas del tricornio pistola en mano, libros, artículos, nuevas interpretaciones… y más dudas.
Se conjugaba entonces el verbo saber en presente indicativo, “yo sé, tú sabes, él sabe” y ahora se conjuga en pretérito imperfecto simple “yo supe, tú supiste, él supo”, aunque alguno haya preferido escudarse en el pluscuamperfecto “si yo hubiese sabido”. Lo que cada uno sabía, decía saber o dice saber, no ha logrado componer el puzle al completo.
Antes del Golpe de Estado en política se jugaba a conspirar; la prensa aireaba sin descanso y sin rubor, incluso alentaba, situaciones de dudosa constitucionalidad; los servicios de información, militares, y de cualquier otra índole, eran Mortadelo y Filemón o así pretendían hacerse ver; un autor material del golpe, que había sido condenado por algo parecido, estaba, se supone, sin vigilancia; todos sabían, todos insinuaban, todos informaban y se informaban…y nadie hizo nada o no quiso saber nada. Todos dejaron hacer sin saber que hacer, sin querer hacer, hasta que Goya con sus pinceles trazó el cuadro más negro de nuestra historia reciente. No fueron las Fuerzas Armadas ni la Guardia Civil las autoras de este horrendo cuadro. En su mayoría presenciaron, como todos los españoles, atónitas y avergonzadas aquella comedia sin saber quien la representaba. En el cepo cayeron los conejos y se escaparon los zorros, aunque allí dejaran su olor que llega hasta nuestros días.
Se ha escrito y se seguirá escribiendo; se ha insinuado y se seguirá insinuando; se han ocultado datos y se seguirán ocultando; se ha novelado y se seguirá novelando; se ha mentido y se seguirá mintiendo. Cada uno vive con su verdad pero las operaciones con estas verdades dan los mismos resultados que los misteriosos números primos sólo divisibles por uno y por sí mismos.
Quizás todo sea más sencillo de lo que pensamos y el error fue que en el Congreso sonó aquella tarde una música estridente muy distinta a la esperada por algunos.
Sólo nos queda un concierto malinterpretado- y peor dirigido-, gracias a Dios, por unos actores que repiten: “lo que yo dije”, y “lo que quería decir”; “lo que yo hice” y “lo que yo tenía que hacer”; y el aderezo, “no era eso” “no era eso”. Todo unido por un tenue hilo de seda que enlaza lo abstracto y lo concreto, lo que sabemos y lo que no sabemos; lo que ciertamente pasó y lo que supuestamente algunos sabían que tenía que pasar.
Por mucho que escuchéis, no entenderéis; por mucho que miréis, no veréis.
Aquello pasó a la historia trágica o cómica de España. Ahora los golpes de Estado se dan desde las Instituciones y sin mover un dedo. La Ley los ampara a través de sus intérpretes.
23 febrero 2023
Rafael Dávila Álvarez. General de División (R)
Blog: generaldavila.com
ARTÍCULO PUBLICADO EN ABC POR EMILIO ROMERO EL 31 DE ENERO DE 1981(un mes antes del Golpe).
Las tertulias de Madrid
Madrid era anteanoche un heredero de tertulias. Casualmente me encontré en dos: en la primera tuvo
lugar el nacimiento de la noticia de la dimisión de Adolfo Suárez, y algún día la contaré por ¡lustre, por
excitante y por galdosiana. En la otra, tenía el carácter exuberante de un despliegue de las hipótesis.
Todavía en España la democracia es un sistema provisional y la dictadura una contingencia histórica.
Aquí no se estabiliza otra cosa que las cordilleras. El ambiente era de «acontecimiento nacional» y esto
habría que inscribirlo más cerca de la psicopatía que del raciocinio. Ni el suceso, ni el personaje que lo
protagonizaba merecían la ansiedad, ni la masturbación mental. De Gaulle, Churchill o Adenauer —tres
personajes históricamente universales— no produjeron en sus países, con su marcha, conmoción, sino
noticia de interés a toda plana y episodio interesante de normalidad democrática. Los dos grandes temas
eran «los estímulos de la dimisión», la verdadera revelación histórica de las causas de la marcha —que es
un ovillo y no un hilo— y las profecías sobre el sucesor. Para lo primero se precisa una mentalidad
analítica a lo Pedral Ríus en el legajo del asesinato de Prim. Para lo segundo, la exigencia es menor; basta
un retrato-robot de las condiciones necesarias. Dentro de lo que hay en los cuadros de UCD salieron
siempre Leopoldo Calvo-Sotelo y Landelino Lavílla. Y por todas estas cosas: por una exigencia de
integración; Suárez había separado. El sucesor tenía que reunirse o juntar. Tendría que estar familiarizado
con la economía, que es la exigencia principal en todos los presidentes actuales de Europa.
Y hasta sería también un mérito conocer Europa en sus entresijos económicos. Tendría también que tener
algunas
condiciones parlamentarias de conocimiento de cosas y de repentización. No debía alarmar a la izquierda,
a los militares, a la Conferencia Episcopal. Y, por supuesto, tendría que ser un hombre de clara confianza
para la Corona, en primer lugar porque el Rey es el protagonista principal de la restauración democrática
la Monarquía de todos—, y después porque la relación obligada entre e! presidente del Gobierno y e! jefe
del Estado no autoriza sombras recelos. De todas maneras, la primera acción de posibilidades que ha de
tener el sucesor de Suárez es la aceptación e identificación de su partido, representado ahora
principalmente en sus parlamentarios. El partido y el Congreso de Mallorca son todavía una nube.
Después de esta presunta normalidad de procedimientos, se manejaba otro factor que no debo silenciar, y
es que se decía que aquí están pasando cosas que obligan a una remodelación sustancial. Si para hacer
esto UCD no proveyera, entonces existiría la vía de «un hombre ajeno y políticamente bendecido».
Ahora o pasado mañana. Un tranquilizador neutral y en aquel objetivo. Eché entonces un vistazo a los
profesores y a los militares, y de profesores me rendí. Los había, pero en la endoesfera. Estimulé entonces
a la imaginación y encontré al general Alfonso Armada. Todo esto no quiere decir otra cosa que las
tertulias de Madrid eran prisioneras del «clima esotérico de las hipótesis» que decía Rusell. Pero hay una
realidad que me consta, y es que lo que pasa es tan importante, o tan grave, que no es aceptable ningún
continuinlsmo. Un golpe de timón, en la versión Tarradellas, es un golpe de timón. No le demos
vueltas.—Emilio ROMERO.
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