Hoy hace 84 años que murió el Páter Fernando Huidobro. Camino de Santidad ya recorrido. Un proceso lento que se inició en 1946 y estaba olvidado, detenido, casi perdido. De nuevo se ha retomado y hay que empezar de nuevo, casi de cero. Habrá que reunir documentación, testimonios, historias, todo servirá, pero no será esa recopilación lo más importante. Es necesaria la devoción, el permanente recuerdo y advocación al Santo legionario, al Páter Huidobro, y esa devoción le llevará a los altares; tendremos que obligarle a bajar del Cielo para que nos acompañe, no lo dudará, pero antes hay que rezar.
Fernando, José María, Melitón, de Huidobro y Polanco, nació en Santander el 10 de marzo de 1903, siendo el sexto hijo de los nueve que tuvieron sus padres, dos de ellos asesinados en la revolución roja.
Su infancia y niñez se desarrolló entre Santander y Melilla a donde se había trasladado la familia, y posteriormente en Madrid.
Desde niño quiso ser militar, aunque en un momento debió aclarar que cura militar, ya que dos de sus hermanos estudiaban la carrera de las armas.
Se preparó en Derecho en el Colegio de los Padres Jesuitas del Paseo de Areneros en Madrid, y una vez terminada su formación expresó el deseo de ingresar en el noviciado de la Compañía de Jesús, lo que efectuó en Granada el 20 de octubre de 1919.
Fue la Primera Profesión en 1921, dando a continuación comienzo sus estudios de Humanidades y Filosofía en Aranjuez (1927-29) y Madrid, Colegio de Chamartín de la Rosa (1929-30). Pasó a cursar Teología en Oña (Burgos) y en Madrid.
El Decreto de disolución de la Compañía de Jesús (1932) le obligó a trasladarse a Bélgica (Castillo de Marneffe) y de allí a Holanda (Valkenburg) siendo ordenado sacerdote y diciendo su primera misa el 28 de agosto (San Agustín) en 1933.
Portugal, Alemania, Bélgica; allí se enteró del comienzo de la Guerra Civil. Pronto pide permiso al Prepósito General de la Compañía, Padre Wladimiro Ledochowski, residente en Roma, para incorporarse a la lucha por la necesidad que había de sacerdotes.
Con la autorización concedida llega a España y entra por Hendaya donde presencia la batalla de Irún que describe en una de sus cartas.
Al entrar en Pamplona se emociona ante el espectáculo de aquellos requetés que rezan todas las noches el Santo Rosario y marchan al combate después de confesar y comulgar. Se aleja de Navarra al ver que allí sobraban sacerdotes.
El 2 de septiembre llega al frente de Guadarrama donde se encuentra con otro jesuita, el Padre Caballero, al que sustituye para que pueda descansar unos días. Es su bautismo de fuego, su primera Extrema Unción, los primeros muertos a los que consuela en su final.
Se traslada a Cáceres donde logra entrevistarse con Franco: «Trabaje usted, Padre, y sus compañeros cuanto puedan por el bien espiritual de nuestro soldados».
Es destinado a la IV Bandera del Tercio de la Legión a la que se incorpora el 12 de septiembre de 1936.
Escribe al Provincial, Padre Sánchez Roble: «Después de muchos días, logro escribirle en el papel que me prestan los soldados. Estoy con la columna del teniente coronel Asensio, de modo que mis feligreses, aparte las fuerzas auxiliares de Artillería, Ingenieros, Sanidad, son los legionarios. Ya he actuado intensamente».
Produjo su aspecto una inicial desilusión en los legionarios, que se desvaneció enseguida al verlo actuar, grande en el combate, heroico en su proceder, mortificado en su persona, sacrificado en el servicio y con un atractivo que arrastraba tras de sí.
En el caserío denominado El Bravo sufrió su primer bombardeo. Refugiado en el Puesto de Socorro atiende a los heridos mientras un avión Douglas bombardea durante horas, pero milagrosamente ni un solo proyectil tocó el caserón donde se había instalado el Puesto de Socorro.
Cazalegas, San Román de los Montes, Santa Olalla, San Martín de Valdeiglesias, Escalona, Torrijos… Móstoles, Alcorcón. Combate decisivo en Retamares, se toma Cuatro Vientos, Villaverde, los Carabancheles, dice la primera misa sobre el Cerro de los Ángeles y, al fin, Madrid.
Es herido en una pierna el 9 de noviembre siendo evacuado al hospital de Griñón y después al de Talavera. En diciembre ya estaba de nuevo en su puesto con los legionarios. Aprovechó unos días de menor actividad en el frente para hacer su profesión solemne en la Compañía de Jesús. Fueron cinco días de retiro, como una preparación para la muerte. El 25 de marzo de 1937 hacía Páter Huidobro Profesión solemne ante el Rector del Colegio de Villafranca de los Barros, Padre Enrique Jiménez. Dio una conferencia el día 6 de abril sobre su labor apostólica con los legionarios y el día 6 de abril se despedía para incorporarse de nuevo a la IV Bandera de la Legión.
Los días 8 al 13 de abril fueron de un combate durísimo. El domingo 11, el ataque se intensificó. El Páter Huidobro no abandonó ni un solo instante el Puesto de Socorro.
Un obús de cañón 12´40 cayó en el marco de la segunda ventana de la casa. En el suelo yacían varios muertos y heridos, y entre ellos, de espalda, junto a la misma puerta de la habitación, con una herida profunda en el lado izquierdo de la cara, producida por la metralla, el capellán de la Bandera, Páter Fernando de Huidobro. La muerte fue instantánea.
¡Padre! ¡Guárdese, que le van a matar! Le gritaban los legionarios cuando le veían cruzar de una a otra parte buscando heridos mientras las balas parecían respetarle.
Los legionarios cuentan y no acaban de las conversaciones que tenía con ellos en las que procuraba irles poco a poco esclareciendo y aplicando a su vida militar las doctrinas de la Iglesia. Les hacía preciosos y sustanciosos comentarios sobre el Credo legionario y sobre todo les acompañaba en el último momento dando esperanza y una mano donde agarrarse.
Sin dejar nunca de interesarse por los rojos a quienes predicó más de una vez desde su puesto utilizando altavoces.
Dicen los legionarios que la Misa no la omitió jamás durante la campaña. Los días que había operaciones se le veía a las dos y a las tres de la mañana cuidándose de prepararla. Oían muchas veces la Misa entre el silbido de los proyectiles artilleros y el tableteo de las ametralladoras, los morterazos, y sobre todo se sobreponía la voz de aquel cura con persuasión y firmeza.
Al empezar un combate todos querían besar el crucifijo del Páter; con él en alto los arengaba y les excitaba a la contrición. Lo ponía sobre los labios ensangrentados de los que caían heridos en el combate. Tenían gran devoción al Crucifijo y fue su deseo ponerlo en el guion de la IV Bandera al morir su Capellán.
En noviembre de 1936 escribía el Padre Enrique Jiménez, Rector del Colegio de Villafranca (Badajoz) al Padre Sánchez Robles: «Han pasado por aquí unos legionarios heridos. No tiene usted ni idea del concepto elevadísimo que tienen del Padre Huidobro, y, sobre todo, de su valor… Para que esta gente —que son los soldados más bravos del mundo— hable con entusiasmo de la valentía del padre se necesita que haya hecho éste derroche de valor. Cuando asaltan las trincheras el Padre va siempre en primera línea con ellos, les da a besar el Crucifijo y los bendice y absuelve. En ocasiones se ha traído a hombros heridos de los rojos para confesarlos antes de morir».
Podría seguir con cientos de testimonios legionarios, de los mandos, de uno y otro bando, pero hablar de un Santo sobrecoge y mejor es dejarlo para la intimidad.
Sus restos se encuentran en la Iglesia de los jesuitas San Francisco de Borja, de la calle Serrano y quizá en breve se trasladen a la Iglesia Catedral de las Fuerzas Armadas en la calle Sacramento de Madrid. Recientemente el Arzobispado Castrense con el fallecido Obispo Castrense don Juan del Río (D.E.P.) a la cabeza, se hizo cargo de los trámites necesarios para recuperar la causa de beatificación del Padre Huidobro. Está en marcha de nuevo este lento caminar que la humildad de Páter legionario parece que se resiste a realizar, que le tengamos por Santo, cuando él sabe que sin protocolos, sino el legionario, hace ya muchos años que es el Páter legionario y Santo.
Recordad aquello de «Pedid y se os dará». Nada como la intercesión del Páter Huidobro. Acudid a él con esa fe legionaria que se eleva por encima de la adversidad, que no le importa que seas pecador, que acoge a quien acude, sea quien sea y necesite lo que necesite. Todos necesitamos y él espera a sus legionarios, pecadores o santos.
Id a rezarle, que su devoción aumente y venga entre nosotros que buena falta nos hace.
General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez
Blog: generaldavila.com
11 abril 2021. Hoy hace 84 años que murió el Páter Huidobro