Pedro Sánchez ha lanzado la idea de reeditar los pactos de La Moncloa, impulsados en 1977 por el entonces presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, y que han servido para avanzar y consolidar una democracia que ha tenido 42 años de vigencia. El escenario es distinto; las circunstancias, diferentes, y los actores, desiguales.
Esa presunta buena intención del presidente del Gobierno revela que pretende hacerse con un respirador que le aporte oxígeno en unos momentos de asfixia sanitaria, económica, política y social. Necesita un respirador para salir airoso de esta crisis, que le ayude a sobrevivir durante más tiempo en La Moncloa. Ese es el único interés personal y no otro.
En 1977, la izquierda (PCE), el centro izquierda (PSOE), el centro (UCD), los nacionalistas (PNV y PDC) y la derecha (AP) fueron capaces de dejar atrás sus diferencias, sus grandes diferencias en algunos casos, y buscaran el interés común: conseguir una democracia plena en la que tuvieran cabida todos, todos, los españoles sin excepción. Se olvidaron del pasado y miraron al futuro con entusiasmo.
Aquellas reuniones, aquellas conversaciones, no debieron ser fáciles. Pero la altura de miras de aquellos actores permitió poner en valor un sistema que ha sido ejemplo para otros países: la monarquía parlamentaria, casa común de todos los españoles, y una Constitución, garante de la igualdad y de la justicia entre los españoles. Una convivencia en paz y en prosperidad.
Ahora, Pedro Sánchez intenta reeditar aquellos pactos, que parecen hoy en día imposibles. Además del PSOE -el principal interesado-, podría ser susceptible que los asumieran PP y C’S, dependiendo del contenido, claro. Pero una parte importante de siglas representadas en el Congreso quedarían al margen, unos por voluntad propia y otros por voluntad ajena. Con lo que el ‘nuevo’ Pacto de la Moncloa nacería incompleto, moribundo, y difícil de llevarlo a cabo.
Seamos realistas: ¿se imaginan sentados en una mesa negociando el futuro de España a PP, EH Bildu, IU-Podemos, C’S, ERC, Vox, PNV…? Seguro que no.
Además, ¿qué se pactaría? El sentido común diría que la unidad de España, el respeto al Rey, el acatamiento de la Constitución, la independencia real de la Justicia, la reforma de la ley electoral, el desvío de las subvenciones prescindibles hacia sectores productivos, ser impecables penalmente contra la corrupción, aminorar el gasto público, aumentar la inversión en sanidad y en I+D, una sanidad y una educación igualitaria para todos los españoles, ampliar el gasto en Seguridad y Defensa, asumir competencias que ahora tienen transferidas las comunidades autónomas, cumplir con los objetivos de déficit de Bruselas, reorientar la política exterior, sobre todo respecto a Venezuela, ‘recuperar’ las aguas territoriales usurpadas por Marruecos y Argelia en las últimas semanas…
De verdad, ¿estaría Pedro Sánchez, el principal inductor de la propuesta, dispuesto a sentarse con firme voluntad de llegar a un acuerdo con las demás fuerzas políticas con estos asuntos sobre la mesa? O, igual, pretende un pacto bilateral Gobierno (PSOE-Podemos)-PP, que no sería ya el ‘Pacto de La Moncloa’, sino otra cosa al no contar con el resto de partidos.
Por otro lado, ¿qué credibilidad tiene el actual presidente del Gobierno para abanderar ese pacto? Ninguna. ¿Y qué disposición? Ninguna. Si ni siquiera por cortesía ha llamado a Casado para informarle que lo va a convocar a una reunión antes de anunciarlo a bombo y platillo en conferencia de prensa. Y todo eso ocurre insultando y menospreciando al principal partido de la oposición. No es la mejor antesala para sentarse a dialogar sin crispación, sin tensión.
La propuesta de Sánchez se percibe como un intento a la desesperada de salir adelante y desviar toda la responsabilidad de esta crisis en unos hipotéticos pactos, que nunca llegarán. No puede impulsar la reconstrucción de España quien la ha devastado dejándola hecha un solar.
Pablo Casado, como líder principal de la oposición, tiene ahora la decisión de corresponder al órdago de Sánchez. O no. Tendría que poner sobre la mesa una relación de proyectos imprescindibles para girar el timón de España. Y eso, su interlocutor principal, no lo aceptaría. Y menos aún el socio del mismo, Pablo Iglesias, bien posicionado ahora por el debilitamiento de Pedro Sánchez..
Todo huele a cortina de humo, a una estrategia más del ivanredondo para apuntalar un Gobierno asfixiado, en declive, desacreditado, a la deriva e incompetente para afrontar una pandemia de gran magnitud, la sanitaria ahora y la económica después. Por cierto, tendrá que rendir cuentas ante la sociedad española de lo que ha hecho en estos dos meses y de lo que no ha hecho. Tiene esa asignatura pendiente.
¿Para qué seguir hablando de ‘pactos de La Moncloa’ si no hay nada que pactar? Se antoja como pactos imposibles.
Antonio Roche Periodista y Antiguo Caballero Legionario
Blog: generaldavila.com
17 abril 2020