VISIÓN DE ESPAÑA TRAS EL VERANO: LAS DEMOCRÁTICAS DICTADURAS Rafael Dávila Álvarez

Trabaja el tiempo. Del que dependen los resultados. La caótica situación de España no es algo nuevo, repentino, sino un proceso que tiene origen y nunca final. Seguirá la tierra, cambiarán los hombres y sus nombres, se removerán las tumbas, pero todo será consecuencia de un acto anterior; habrá unos culpables de enterrar o desenterrar, pero todo quedará escrito, única huella de que fuimos polvo y polvo seremos, y de que no todo polvo fue bueno.

Hay una tierra, una semilla, sembradores y cultivadores que pueden durar generaciones o recoger prontas cosechas, depende de cómo sea la tierra, la semilla, de los cuidados y de la voluntad del que maneja la guadaña. Nunca se vio ni se sabe de nada que haya nacido de la nada. En principio fue el hombre el que todo lo provocó después de que en su soberbia quisiese suplantar a Dios.

No iremos muy lejos para hablar de estos frutos y de sus sembradores; cuando ahora parece que hay que segar la hierba en España; cuando decrece la tierra cultivable y crecen los segadores.

Transición en buena voluntad, entendimiento, todo eso fue y es pasado que ahora resucita para dejar al descubierto que los sembradores eran encapuchados que manejaban la azada de la magistratura y escribieron sobre la  hondura de la tierra aquello: «La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas».

La siembra estaba hecha por los que llamaban franquistas (por  cierto término nunca utilizado durante el mismo), dicen, porque venían de Franco y a él habían servido . Guardaron el recuerdo escondido entre los aperos de labranza. Dejaron caer que entre las palabras estaba el  secreto de todo, la semilla para ellos, «las nacionalidades», y que ese era el fondo constitucional: el enfrentamiento por querer ser más que España.

Solo había que abonar, dejar que los otros creyesen que era trigo sin que se delatase la cizaña, sabían que la guadaña sus hijos y nietos la manejarían cuando el trigo estuviese agostado y floreciente la cizaña.  Solo era cuestión de tiempo, de su tiempo, y de los nuevos vigilantes.

Diversidad y pluralidad unen o separan y ha llegado la hora de dividir las tierras, señalar largas y escabrosas lindes, poner puertas al campo, arar con toros bravos y disparar al cielo de golondrinas que viajeras penetran cielos que no son suyos. Progresismo de barreras culturales, idiomas infernales que construyen este babel de odios vecinales, después del tiempo, de diferencias cada vez más acusadas impuestas por los vigilantes, cada vez más acentuadas por los regadores con agua salada y abonadores con cal viva.

Vemos los primeros frutos que quieren recoger de una cosecha que se seca: «Convención constitucional, nación foral, federalización asimétrica, horizonte confederal del Estado, plurinacional…», que equivale a dividir la tierra seca y que cada cual riegue su terruño, su bancal, su huerta y su futuro, descentralizar para más hambre y menos solidaridad, acabar con este monstruo que es España, deconstruir la nación desde el parvulario de la historia, barbaridades políticas e intelectuales propias de un gañán:

«¿Por qué  en un Estado sólo puede haber una nación? Y ¿por qué el Estado español no puede ser plurinacional, como lo fue en la práctica hasta el siglo XVIII?», ¿y él lo pregunta? Pregunta el segador que sembró la cizaña y ahora pretende engañarnos con trigo. Más escuela, cultura y menos odio.

Por mucho que insistan no pueden dejar de ser españoles. La Historia se ha encargado de ello y ya no es posible borrar una huella que a pesar del empeño en traer a colación la «cultura política anglosajona» son, tanto unos como otros, sembradores y recolectores, tan griegos como Aquiles o Ulises sin tener el valor de uno ni la sagacidad del otro.

Sin duda es la hora del segador de la guadaña, del que nunca pisó las tierras de labranza ni deshizo sus terrones a golpe de biblioteca. Por ahora la Inteligencia Artificial no ha logrado que todos hablemos el mismo idioma ni el comunismo que todos seamos iguales.

España. Nación. Indisoluble. Indivisible. Era el primer paso, luego vino lo divisible para dar paso a lo soluble que además es visible, y todo terminará en la guerra. Una vez más. Divide y vencerás. Penetra en silencio, alcanza la retaguardia y vuélvete contra los flancos: siembra y abona, con tu semilla y tu estiércol de laboratorio. Llegará el momento en el que tendrás que levantarte en armas, pero primero organiza tu nación y aprende en Maquiavelo a hacerlo adecuadamente porque si no volverás a ser derrotado.

El proceso es conocido y ha llevado tiempo. En España se araron las tierras y los labradores se dejaron engañar, como siempre, con semillas traídas de fuera, con abonos cuyo origen era la pólvora, levantaron fronteras de odio entre los campos libres, los jornaleros no se entendían entre ellos y las diferencias empobrecieron a muchas de las parcelas donde no daban ni para el pan. Al final la tierra se fue agostando y ahora es momento de recoger las miserias para acabar con todo si no acaba antes con nosotros la pobreza con su guadaña al hombro.

Esta es España. La de las nacionalidades que nos vendieron como semilla pacífica y ha crecido tanto que ya no hay tierra, sino un páramo agostado.

No se ve una fuerza lo suficiente en número y virtud que haga frente a los recolectores que pretenden que recojamos los frutos que en aquella Transición sembraron y que una vez cosechados rociarán el resto de las tierras de agua con sal y abonarán con cal viva.

Miremos atrás, ahora hay que hacerlo para que la Historia reconozca a los culpables, que no son sólo los de ahora, sino que también lo fueron los que sabían muy bien el significado de aquel artículo 2 y la disposición adicional primera.

Hubo hombres de buena voluntad, hubo también tontos y los más: malvados que esperaban el momento.

El proceso está en marcha. El final es desconocido.

No olviden que esto es un Estado donde ha desaparecido la nación y que hace tiempo dejó de ser un Reino.

No hay nada más triste que un árbol seco o una golondrina muerta. ¿Para qué tan largo viaje?

Rafael Dávila Álvarez

Blog: generaldavila.com

4 septiembre  2023