LA BATALLA DE LAS NARRATIVAS General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

Acabo de impartir una conferencia en el ministerio de Defensa a los oficiales que participan en el curso de Comunicación Social y que organizado por este ministerio imparten profesionales de la materia. Su finalidad es prepararlos para hacerse cargo de la planificación, organización y ejecución de las actividades de información pública de las unidades y de las relaciones con los medios de comunicación a que dichas actividades den lugar. Cada vez cobra más importancia este aspecto en un mundo en el que el objetivo de todos, guerras sin declarar, invisibles guerras de la comunicación, es la mente humana. La pacífica guerra está en la red y a pesar de ser silenciosa puede causar tantos estragos como un bombardeo.

En mi ponencia declaraba que las exigencias de transparencia de los medios de comunicación no son compatibles muchas veces con el afán de eficacia de los ejércitos, sobre todo en operaciones. El derecho a la información es indiscutible, pero como todos los derechos, está delimitado por razones de seguridad nacional. En mi opinión este es un tema de especial delicadeza ya que no se puede ni debe abusar de esas razones y recurrir a ellas para no informar con veracidad y responsabilidad. No exagero si digo que con cierta asiduidad vemos pasividad y una orientación más política que operativa en la información de lo que ocurre en los ejércitos, estén o no en operaciones.

Por otro lado no hay cultura en la milicia que fomente dar a conocer el pensamiento militar a través de la comunicación, ni de manera privada no como institución. Es una asignatura pendiente de nuestra democracia. Un soldado no debe tener más limitaciones que aquellos que el honor y la dignidad le marcan, junto al respeto y cumplimiento de la ley. Hay muchas cosas y experiencias que contar y que la sociedad demanda. Es cuestión de contarlo y saber contarlo para evitar aquello que le oí a un sabio coronel: <<Si no se cuenta lo que se hace otros contarán lo que no se hace>>. La comunicación es un arte y exige mucha dedicación y trabajo. Por ello es muy loable que el ministerio de Defensa forme a sus oficiales en este difícil mundo de la comunicación a la vez que anime a los que saben hacerlo a escribir, hablar, contar y participar. Formación que se hace imprescindible en un mundo que ya está inmerso de pleno en lo que viene llamándose la batalla de las narrativas. Hay que saber combatir en ese ambiente. La guerra y la paz se difuminan, una fina línea las separa. La batalla de la narrativa trata de dominar el relato de cualquier operación, militar o no. La percepción es tan importante para su éxito como el evento mismo. Al final del día, la percepción de qué ocurrió importa más que lo que pasó realmente. Tenemos recientes ejemplos de victorias militares que se han encontrado con la derrota informativa y política. La comunicación se ha convertido en uno de los factores principales a tener en cuenta a la hora de tomar una decisión. Nuestros oficiales deben conocer profundamente las técnicas y procedimientos del mundo de la comunicación cuya característica principal es la incertidumbre y rápida evolución.

<<Nunca olvidéis que la guerra es la comarca de la incertidumbre; las tres cuartas de aquellas cosas en que se basa la acción en la guerra yacen envueltas en la niebla de una mayor o menor incertidumbre>>. La cita de Clausewitz podría ser actual y añadirle que la comunicación puede disipar la niebla o aumentarla en función de saber o no utilizarla.

No está de más recordar El arte de la Guerra de Sun Tzu: <<Todo el arte de la guerra está basado en el engaño>>. Conviene no olvidarlo porque hoy existe una herramienta muy poderosa que contribuye a ello si no sabemos manejarla y más cuando la guerra no se hace a cañonazos sino a golpes de relato y la victoria o derrota son simples percepciones.

Me ha sorprendido, no podía ser de otra manera, los conocimientos, la capacidad de nuestros oficiales, junto a su enorme interés e ilusión por conocer a fondo este mundo de la comunicación. Podemos estar tranquilos. Es destacable también la buena organización y planificación del curso con un cuadro de magníficos profesores. Lo mío ha sido una simple charla, contar una experiencia y he salido gratificado.

Al final he dejado una sugerencia, un enigma. Como el final de muchos romances tradicionales españoles que concluyen antes de que haya terminado la historia. El romance del Conde Arnaldos me ha servido para ello.

Yo no digo mi canción sino a quien conmigo va

Don Ramón Menéndez Pidal lo llamaba: saber callar a tiempo.

Tan difícil es hablar como callar.

De cada uno de nosotros depende saber a quién y cómo le decimos nuestra canción.

General de División Rafael Dávila Álvarez (R.)

Blog: generaldavila.com

28 noviembre 2017