EL RETORNO DE LA MILI Salvador Fontenla Ballesta, General de Brigada (R).

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Servicio Militar

Es conocido que el sistema de reclutamiento de soldados, como casi todo en la vida, es cíclico, oscilando entre el reclutamiento forzoso y el voluntario. Roma y la Revolución Francesa, por poner dos ejemplos, impusieron la obligación a sus ciudadanos a defender al estado o a la nación.

Es también conocido que fue el presidente Aznar del PP, el que suprimió el servicio militar obligatorio en España, bajo la fórmula de suspensión, un fraude de ley para sortear la Constitución española de 1978 (art.30.1) que determina el deber de los españoles de defender a España, aunque abría las puertas a la objeción de conciencia.

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La película “Hasta el último hombre” de Mel Gibson, narra la historia, basada en hechos reales, de un objetor de conciencia que participó como médico voluntario en la sangrienta batalla de Okinawa contra los japoneses. Demostración que, aún en las peores circunstancias, es posible participar en la defensa nacional, sin necesidad de participar de forma activa en los combates. Es injusto e insolidario querer y tener seguridad, pero que sean otros los que afronten los riesgos y las penalidades. Aunque no es ninguna sorpresa que la inmensa mayoría de los objetores de conciencia españoles, no lo hacían por razones morales sino por miedo o por comodidad.

Es incuestionable que el sistema de servicio militar obligatorio, en la época que se suspendió, ya estaba obsoleto, era ineficaz y caro. Pero de ahí a suprimirlo de un plumazo hay un abismo. Es también indudable que los ejércitos y las unidades militares han sido importantes instrumentos de cohesión social y nacional, desde las legiones romanas hasta las unidades australianas en la IGM, que fueron el principal motor para crear la conciencia nacional y la independencia de Australia. Fue precisamente por estas razones el principal motivo, por el que siguiendo instrucciones del partido nacionalista catalán se suprimió el servicio militar obligatorio en España, porque era un instrumento de la cohesión nacional que quería romper.

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Jura de Bandera

La reciente propuesta del gobierno español de crear un programa de Erasmus nacional (denominado Cervantes) para estudiantes entre 14 y 18 años, con el objeto de “impulsar la cohesión territorial” viene a darnos la razón, y pone encima de la mesa, una vez más, el desbarajuste nacional, a ponerse en evidencia las dificultades de ponerlo en práctica, porque hay que compaginar programas de estudios de las diferentes autonomías, no solo incompatibles por los diversos idiomas y dialectos, sino por tener asignaturas diferentes de difícil convalidación.

La propuesta del programa Cervantes está dirigida solo a una parte, que suponemos mínima, del selecto sector estudiantil de la población española. Sin embargo el servicio militar nacional, obligatorio y universal, tiene un espectro mucho más amplio y dirigido a ciudadanos civilmente mayores de edad.

Ya hemos comentado que la aplicación del servicio militar anterior había quedado desfasado, y por consiguiente el nuevo debe ser adaptado a los tiempos actuales, tanto en la duración, formación, prestaciones y contraprestaciones. Consiguiéndose con un buen diseño, y sin lugar a dudas, una mejora de la seguridad y defensa, economía de medios, mayor cohesión nacional y formación cívica. El sistema actual recuerda (o encubre) al infumable por injusto sistema de reclutamiento de cuota o de redenciones en metálico.

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Por España y de todos los rincones de España

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La prioridad de Defensa

Los agoreros manifestarán la inviabilidad por razones económicas, porque no recordarán que era viable cuando España era menos rica, que hay que poner en la balanza los costes y beneficios nacionales (no de los separatistas), y las prioridades en el gasto de Hacienda. Es visible cual es la prioridad de Defensa sobre el engrasado de la insaciable maquinaria de los partidos políticos, con costosísimas multiplicaciones de administraciones, funcionarios y policías, que encarecen y entorpecen las gestiones administrativas, subvenciones disparatadas, obras faraónicas (aeropuertos vacíos, autopistas vacías, cajas de ahorros quebradas, etc.) que tanto han contribuido a las cuantiosas corrupciones (en número y cantidades financieras) que están salpicando a toda España. Quizás debieran retornar también los “Juicios de Residencia” para verificar la eficiencia y la buena administración de todos los cargos públicos por importantes que fueran, que tan eficaces demostraron ser durante los siglos XVI al XVIII, cuando España era una potencia mundial, o lo fue precisamente por eso. No es casual que se suprimiera precisamente en la Constitución liberal de 1812.

Salvador Fontenla Ballesta, General de Brigada (R).