El año 2014 el entonces Príncipe de Asturias, nuestro actual Rey Felipe VI, visitaba la localidad de Cheste donde se desarrollaba un ejercicio de Emergencia nacional, «Luñol 2014» que abarcaba la amplia zona de Cheste, Buñol y Chiva. La misma situación geográfica de la catástrofe actual. Entonces un supuesto terremoto habría provocado cerca de 200 fallecidos (¿coincidencia de cifras?) y otros tantos desaparecidos, miles de heridos, vías férreas y carreteras cortadas e incluso fugas de productos químicos. Se hacía un cálculo de unos 200 fallecidos. ¡Qué cosas!
La primera consecuencia y experiencia fue pasar al Nivel 3 de Emergencias y poner todo el operativo bajo un mando único.
Las autoridades después del ejercicio lanzaban el mensaje: «La población española está dotada de sistemas de emergencia capaces de responder de forma especialmente eficiente». De esto hace solo diez años. ¿Hemos ido a mejor? ¿Sirvió de algo? No fue el único. Se hacen anualmente. Nada se aprende o viene otro y destruye lo hecho. Recuerdo el Ejercicio EURIWATEREX 2018 celebrado los días 22, 23, 24, 25 y 26 de octubre. En el ejercicio se contemplaba un escenario previsto de inundaciones en la cuenca del Jarama que obligaba a poner en marcha diversos tipos de emergencias y la movilización de medios nacionales e internacionales con alrededor de 600 intervinientes en contención de inundaciones, bombeo y achique de agua, así como acciones de rescate acuático, en túneles o en cuevas, identificación de víctimas y despliegue de puestos médicos avanzados. Hay experiencia comprobada sobre el terreno.
Esta vez no son pruebas ni ejercicios. El entonces Príncipe, el ahora Rey de España, contempla con sus propios ojos la catástrofe que se ha hecho cruda realidad.
Hasta el lugar del dolor se han trasladado los Reyes de España. No iban solos. Algo ha cambiado porque sé por experiencia que en actos de este nivel de tragedia se sigue un riguroso, para mí acertado, protocolo por el que los Reyes no van acompañados del presidente del Gobierno. Convendrá explicar el porqué.
Rey y presidente del Gobierno representan conceptos diferentes y de distinto significado.
El Rey, auctoritas, es el Jefe del Estado, símbolo de la unidad de España y su permanencia, arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones, asume la más alta representación del Estado español.
El presidente asume la dirección de la acción del Gobierno y la coordinación de las funciones de sus demás miembros y representa al Gobierno del que responde solidariamente en su gestión política ante el Congreso de los Diputados.
Nada que ver el símbolo de España con el Gobierno de España. Uno representa a España, el otro al Gobierno del Reino de España.
El Rey es España, y por tanto sobre sus hombros carga con el lamento, las quejas y el sufrimiento de los españoles como si llorasen sobre España, incluso asume los reproches y sonoras palabras, como cuando sin saber las razones gritas: ¿¡¡¡Por qué!!!? sin que haya respuesta. Necesitas abrazarte a alguien, el consuelo de la mirada, compartir el sufrimiento, y aceptar tus limitaciones. Todo eso lo acepta España, que somos todos, y el Rey va como uno más siendo todos, sin representar a nadie en concreto, solo al dolor de España.
Es por lo que no conviene mezclar el sentimiento de impotencia y dolor con la responsabilidad. El Rey reina, no gobierna. Algo por encima de ello ya que aúna y recoge unn solo sentimiento, el de todos los españoles.
El acto responsable, el del Gobierno encabezado por su presidente va en otra dirección y hay que responder ante los españoles de tu responsabilidad. Como tales no son los suyos actos de compasión, ni de caridad, sino de justicia y responsabilidad, para bien o para mal, y ante los que hay que enfrentarse y dar cuenta. El pueblo se manifiesta en estos momentos en la calle, único lugar o púlpito que tiene. Es su Parlamento.
El Rey ha asumido su función y se ha plantado ante una España que se lamenta, llora y grita, ha aceptado los entendibles reproches, no ha huido de su real misión y si por Él fuese la visita habría finalizado como estaba previsto en Chiva, a donde volverá, sin tanto acompañamiento ni protocolo, sin tanto vehículo ni exagerados despliegues, como lo hace siempre, sin molestar y sin pretender fingir otra cosa que ser el símbolo de la España que sufre. El Rey no molesta, sino que acoge y acompaña.
Dicho esto es necesario señalar el olvido de lo ya experimentado y trabajado sobre el terreno (¡en la misma zona donde ha ocurrido la catástrofe!), la renuncia por parte del Gobierno de la nación a asumir responsabilidades, y escusarse en que no se pidió la intervención del Ejército (petición irrelevante y en casos como este innecesaria), lo cual no es cierto como se ha comprobado, lo que produjo un retraso lamentable e imperdonable en la intervención de las Fuerzas Armadas y conviene aclarar «Fuerzas Armadas» al margen de una u otra unidad, UME u otras (por ejemplo el Cuartel General Terrestre de Alta Disponibilidad de Bétera, que lo de Alta Disponibilidad suena a broma de mal gusto en este caso), y, no por último, el gravísimo error de no poner una autoridad nacional de coordinación de una emergencia en la que han muerto cientos de españoles y que nadie entiende cómo ha podido gestionarse de esta manera. Emergencia nacional.
El Rey modera y arbitra. Lo ha hecho con su impulso y ejemplo. No puede constitucionalmente hacer más. Su ejemplo es más moderador que cien discursos.
Lo que no puede hacer quien tiene la responsabilidad de la Seguridad de todos los españoles es protegerse tras el Rey de la suya propia y que le pide la ciudadanía (ni de derechas ni izquierdas). La responsabilidad se asume cuando la honradez es tu guía. Esto era y es una tragedia nacional.
Por último un tema candente y de máxima preocupación. Los protocolos militares están muy claros, pero hay que cumplirlos, el militar que asume el mando operativo debe hacerlo sin hacer declaraciones señalando a uno u otro. Es conveniente revisar los detalles porque nadie los entiende y las únicas explicaciones corresponden al mando político, nunca al militar que se limita a cumplir las órdenes recibidas, y guiarse en casos de tanta gravedad con lo que dicen nuestra Reales Ordenanzas: «no debe contentarse regularmente con hacer lo preciso de su deber, sin que su propia voluntad adelante cosa alguna«.
Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)
Blog: generaldavila.com
6 noviembre 2024