No me busquen en la novela de García Márquez. Salí indemne de su laberinto, más sabio quizá.
Hoy escribo sobre un dédalo más sencillo. Elemental como el personaje.
Hay generales que nunca lo han sido y su vida ha sido un constante peregrinar por el laberinto.
Zaragoza, Almería… ahora Madrid. Una huída tras la derrota sin saber que las alas con las que pretende izarse están pegadas con cera. Caerá al suelo como Ícaro.
Ostentar la vara de mando de Madrid es tarea harto complicada para quien la confunde con un cayado o cachava.
Las ovejas cruzan el centro de la capital y su autoridad principal toma ejemplo. Medita ante el espectáculo musical de balidos y se le ocurre que todos, ovejas o no, circulen en una sola dirección. Vara de mando convertida en aguijada. Marchemos todos juntos por la senda que marca la autoridad; municipal. Una jerigonza más.
El general en su laberinto se postula como nuevo pastor o boyero, sucesor de quien ha convertido la ciudad en un dédalo. Demasiado vuelo para tan pocas alas.
Madrid quieren convertirlo en el laberinto para el Minotauro, cabeza de toro y cuerpo humano, que irá devorando al grupo de doncellas y jóvenes que cada año le entregan como tributo. El laberinto los atrapa a todos y es su centro el lugar más atractivo porque allí, en su terror, se reconocen los que entran para quedarse enamorados de las promesas. En el centro de la ciudad-laberinto. Allí donde todos se congregan en asambleas desde donde se gobierna con las vísceras de la pasión. Todo está mal y nosotros somos los únicos que hacemos bien las cosas, vociferan mientras pretenden ser fiel reflejo de la indignación colectiva y atraernos con la esperanza de su virtud.
El laberinto es un lugar formado artificiosamente por calles y encrucijadas, para confundir a quien se adentre en él de modo que no pueda acertar con la salida. Definición para nuestra capital; porque capital es el interior de cada uno. Y ahora nos llega la emocional oferta que nos ofrece el general, el sucesor. El general en su laberinto. Donde continúa. Ligeras alas con las que pretende volar muy alto. Sin duda su ambición no le permite acertar con la salida. Confusión y enredo con el que pretende arrastrar a otros en su vuelo.
<<Después de haber preparado el par de alas de Ícaro, le dijo con lágrimas en los ojos: ¡Hijo mío, ten cuidado! No vueles a demasiada altura para que el sol no funda la cera; ni demasiado bajo para que el mar no humedezca las plumas. Y luego deslizó sus brazos en su par de alas y ambos emprendieron el vuelo. Sígueme de cerca gritó y no tomes un rumbo propio>>.
<<Ícaro se elevó en el cielo pero se acercó demasiado al sol. El calor derritió la cera que unía las plumas de sus alas y cayó al mar>>.
Deseamos lo mejor… a Madrid; y a los que desde el laberinto se postulan. Nuestro deseo y recomendación es que no olviden desplegar el tren de aterrizaje.
General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez
Blog generaldavila.com
19 diciembre 2017
