EL REGALO DE REYES General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

Ustedes no saben nada. Yo tampoco. Mientras estos días de largo puente entre Ley y Religión, Constitución y Patrona de España, una que no se cumple y Ella olvidada, los tahúres juegan su partida. ¿Cómo vamos a salir del atolladero?

Las cartas están echadas, el Gobierno formado y casi conformado. Fin de partida.

Entre mayúsculos escándalos de corrupción, acusaciones vergonzantes de abusos, negociaciones entre togas y despachos, hay prisas, urge el poder.

Nadie se va a enterar de nada. La gente está de fiesta. España es una movida constante. Ya lo dijo aquel que la inventó en Madrid, para entretener, y mientras hacer lo que le venía en gana, el viejo profesor: <<Se sentía como un escéptico con entusiasmo; una pura contradicción>>. En eso acertó: es en lo que entre algunos, como él, han convertido la política en España.

Los parlamentarios gozan ya de sus prebendas: Ipad, móvil, despacho, dietas, trenes, taxis, aviones, carnet, siempre el carnet, y el membrete.

De Cádiz a Madrid, de Palma  a la Capital, van y vienen en menos que tardo yo en llegar cada mañana de mi casa, al sur de Madrid, a la Puerta del Sol. Ellos son otra cosa, otra clase más distinguida y soberana, más lucida y elegante. Además unos piensan en gobernar y los que no pueden, piensan en lo bien que se vive en la oposición.

Les aseguro que están, nuestros representantes, llenos de alegría, conformes con la que está cayendo y dispuestos a pasar unas navidades parlamentarias llenas de prebendas.

En muchas casas faltará el turrón, no en las de ellos.

Ustedes no saben nada. Yo tampoco. Ellos saben que todo está formado y casi conformado.

Ya hay Gobierno. Ni consulta Real ni irReal. Se adelantan los Reyes. El regalo ya está aquí; para ellos, claro.

Me lo ha dicho un mirlo medio blanco que revolotea por los jardines frente al Palacio Real de Madrid, entre los magnolios y la estatua ecuestre -del difícil equilibrio- de Felipe IV, obra del escultor Pietro Tacca. Casi nada. Velázquez en el diseño y Galileo Galilei para asegurar el difícil equilibrio por la posición del caballo en corveta.

El equilibrio.

Y me dice el mirlo, con su blanco plumaje y ronco canto que arrastra de generaciones que han vivido la historia del lugar, que esos jardines siempre han sido privilegiado escenario del difícil equilibrio entre la música del Real y la palaciega. Que España juega entre palacios de ópera y las difíciles operaciones de los palacios.

Todo está consumado y escrito en el magnolio más viejo de la plaza, entre los setos de arrayanes, entre los sindicatos de gorriones: Ya hay Gobierno.

Está el pacto firmado. Gobernará Sánchez con Iglesias y la abstención de ERC. No sabe más el mirlo, pero lo intuye el brote de la flor del magnolio.

¿Para esto tantos millones y tanto lío?

Los otros, sí, esos de antaño con revólver al cinto también.

¡Rey don Sancho, rey don Sancho!, no me digas que no te aviso…

¡Hala! A comer turrón. Fin de partida.

Me lo ha dicho el mirlo que nunca se equivoca en su melodía.

General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez 

Blog: generaldavila.com

9 diciembre 2019