LA INMACULADA CONCEPCIÓN PATRONA DE ESPAÑA Y DE SU INFANTERÍA: PRESIDE LA FORMACIÓN EL CABO PRIMERO ALFONSO USSÍA Y MUÑOZ-SECA. CAPITÁN GENERAL DE LAS LETRAS

Son los primeros días de Diciembre de 1585. La infantería española está desplegada por Europa en defensa de la fe católica y el derecho a la paz, a la vida, ante las matanzas de los calvinistas. Para los soldados aquella es una causa justa. Pronto van a ser conocidos como la mejor infantería del mundo. Una dura instrucción, estar bien mandados, o una disciplina aceptada no son las únicas razones. Hay otras que residen en el alma y que hacen a la infantería española ser distinta y única. Es el honor y la honra lo que mueve a aquellos hombres hasta límites insospechados.
Pero aquellos primeros días de diciembre de 1585 la situación para nuestros soldados en Flandes roza la tragedia. Defendían el monte de Empel en una pequeña isla holandesa. El Tercio de Francisco de Bobadilla después de la toma de Amberes estaba bloqueado por la escuadra holandesa. Cercados y aislados, el hambre y el frío ponían a prueba la resistencia de aquellos infantes españoles. El sábado 7 de diciembre la situación era desesperada y el Maestre Bobadilla llamó a los capitanes y soldados exhortándoles “a rezar para que Dios los librase del espantoso peligro en que estaban”.

“En esto, estando un devoto soldado español haciendo un hoyo en el dique para guardarse debajo de la tierra del mucho aire que hacía junto a su tienda y cerca de la iglesia de Empel, a las primeras azadonadas que comenzó a dar para cavar la tierra saltó una imagen de la limpísima y pura Concepción de Nuestra Señora, pintada en una tabla, tan vivos y limpios los colores y matices como si se hubiera acabado de hacer”.

La imagen, entre las banderas, es llevada en procesión a la iglesia y los soldados rezan con fe a su Virgen Inmaculada. Por la noche ocurre algo que no era normal en esa época del año; una gran tormenta de frío congela la superficie de las aguas, aprovechando los infantes para salir de su asedio caminando sobre el hielo sorprendiendo y derrotando, no sin grandes sufrimientos, a la escuadra holandesa. Todos atribuyen a la protección de la Inmaculada su salvación y victoria y allí mismo la proclaman Patrona de los Tercios de Flandes. La Virgen Inmaculada se instaló en el corazón de los infantes para siempre. Será su Patrona, su Madre protectora, ayer, hoy, y mañana, que ningún infante de España pide permiso para sentir el fervor y el amor a una madre. Poco han cambiado las cosas para estos hombres de a pie, que siguen encomendándose cada mañana a su Virgen Inmaculada antes de empezar el caminar incierto por esos mundos de Dios.
Como nos enseñan nuestros compañeros de la Armada, “El que no sepa rezar que vaya por esos mares, verá como lo aprende sin que le enseñe nadie”.

Todos, los que todo lo andamos y vivimos somos infantería. Ser infante es sentir mucho y haber vivido intensamente cada instante. Es sentir la necesidad del centinela que espera la aurora. Es saber caminar con las plantas de los pies calcinadas y derrumbarte si te paras. Es conocer y haber sufrido quebrantos, los del enorme esfuerzo que exige enfrentarse cara a cara al enemigo en las cortas distancias.

Ser infante es valorar los horizontes que se atisban cuando el descanso te permite mirar por encima del punto de mira de tu fusil. Y saber que siempre hay alguien que te coge la mochila con treinta kilos de equipo cuando llevas los hombros desollados por el correaje y el sudor.

Ser infante no requiere un arma, sino una azada que remueva la tierra para cada día darle sentido a tu vida buscando la semilla de la fe. Todos somos infantes, buscadores del refugio que nos proteja del aislamiento, del hambre y del frí0 que nos asola con diferentes modalidades. De todas ellas hoy se nos aparece la más cruel: la pérdida de la fe. No se puede combatir sin fe. Eso es destrucción y es por ello la crueldad del momento actual en el que no encontramos la paz. Porque ser infante es haber sentido la angustia anhelante de intuir que en unos instantes todo desaparece para siempre.

El que no es infante es que no ha rezado nunca, ni ha sentido la tragedia, la desolación y la muerte; muy cerca.

Por eso es la Inmaculada nuestra Patrona. Porque el infante encuentra la fe en medio de la batalla. Y esta batalla de la vida ya sabemos como termina. La fe no exime al que cree en su Patrona de la angustia de tener que morir, pero Ella es el alivio, es la única esperanza.
Ser de infantería es ser una canción que brota de almas que son suyas y de labios que han besado la Bandera; haber besado la Cruz aquella que formaban la enseña de la patria y el arma con que habían de defenderla.

Hoy 8 de diciembre de 2025, como cada año forma la Infantería para rendir homenaje a su Patrona, La Inmaculada Concepción. Este año hay un vacío en nuestras compactas filas, falta un jefe de pelotón, el Cabo Primero de infantería Alfonso Ussía y Muñoz-Seca que por primera vez llega tarde a ocupar su puesto en formación. Algo ocurre. No puede ser. Jamás dejó solos a sus hombres…

Es tarde, ya se oye el cornetín de órdenes…

¡Atención General! ¡Firmes!

¡Presenten! ¡Armas!

Dos golpes secos en los fusiles, vibran las bayonetas, una sola mirada ¡al Cielo!

Suena el Himno Nacional.

¡¿Hay alguien en el pódium!?! Es el General y Almirante de las Letras, de la sintaxis, el que como ninguno luce en su pecho la laureada de la vida que fue una constante orden a las tropas (sus letras) para entrar en el combate. Que todos fueron victoria: Alfonso Ussía y Muñoz-Seca sube al pódium Del deber, de la Patria y del Honor.

¡Honor!

General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

Blog: generaldavila.com

8 diciembre 2025

NO DECIR NI MUUUU Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

Mi amigo y admirado Alfonso Ussía Muñoz-Seca, Cabo Primero de nuestro glorioso Ejército; General y Almirante, o sea Capitán General de las Letras, publicó una antológica columna en el El Debate que titulaba Romance de Sindicatos. Desde entonces ando preocupado porque siempre he dicho que el Cielo debe ser algo así como la una del mediodía sentado a la orilla del mar, cualquier mar, con un vino blanco muy frío, cualquier vino blanco, y unos camarones bien hervidos, que me da lo mismo unas gambas o algo así fácil y muy marinero. Sobre todo solo, sin asociacionismo, ni fábulas junto a los oídos más allá del graznido lejano de las gaviotas, solo. Mejor que acompañado, ni bien ni mal. Solo o en silencio acompañado. Si no, no hay Cielo. La compañía después. Que siempre aparece el sindicato de gorriones

Habla Alfonso de la preocupación de los mariscos ante la avalancha que se les viene encima después de quedar bien untados los sindicatos, no precisamente el de gorriones, sino más bien el de gorrones.

Se nos acaba el cielo a los solitarios.

Ni estrujar las uvas (¡pobres uvas! ¡to pa ellos!), y camarones, gambas o centollos mejor que se sindiquen y pierdan sabor o será su final.

Tengo otro amigo, tan solitario que me dice que vive en las nubes, en permanencia con el cielo, porque están los nublados más tiempo en su casa que en ningún otro sitio, que él vive con ellas que se le cuelan en casa todo el invierno y parte del verano. El azul del cielo es un rato necesario, pero no imprescindible en su paisaje. Vive en las alturas de nubes, en Los Ancares con sus vacas, rubias casi todas. Para mí que son todas iguales, pero él las pone nombre, las conoce y viceversa, como un sindicato. Estabulados están en las alturas de los montes desconocidos por los liberados.

Por allí murió el último de los maquis, por llamarlo de alguna manera, ya que era uno que se tiró al monte y vivía de eso, sindicado con los otros. Hasta que le prendió fuego al cura de la zona y nadie se lo perdonó. Cuando cayó en la trampa que le tendieron, comía chorizo, de cerdo; no creo que fuese de berzas.

A mí, que se me acaba el chuletón, y los callos con garbanzos, o la cachucha, me entra la tristeza de ver a mi amigo despedirse de sus vacas y abrir los campos a las coles y grelos que echarán de menos al lacón.

No volveré a leer la Ilíada ni se me ocurrirá abrir la Odisea. ¡Aquellos bárbaros griegos!

Volveremos a los tiempos del sustanciero del que nos hablaba Julio Camba en su artículo tan recurrido El alma del roquefort. El oficio de sustanciero consistía en ir pregonando de casa en casa el hueso de un jamón que se alquilaba por ratos para darle cierto sabor (sustancia) al agua caliente que serviría de sopa en el almuerzo.

Algunos hemos comido sapos y culebras, y están muy buenas cuando se tiene hambre que no son ganas de comer, sino debilidad. Esa a la que nos conducen como única forma de pensar y sentir bajo la férrea mano de unos iluminados que manipulan hasta los alimentos: «Hambre y sed de justicia».

Se nos comen los mariscos, la carne la devoran los demonios, se impone el hambre ideológica, porque quedamos para ser solo carne, pero de cañón.

El cataollas daba consejos y en todas las cocinas tenía entrada libre para catar los guisos, pero jamás entraba en faena. Era un archivo de sabiduría en el que hasta en las arrugas de la cara llevaba escritas las recetas.

El chivo de la Legión también lo era. Pronto quedará vacante su puesto y la mascota será un manojo de lechugas, Se perderá una tradición y el archivo que custodia. Porque toda la vida legionaria, pero toda, incluso ahora, que ya no se sabe si es o no, está en el chivo.

Después de que el secretario había despachado los papeles con el Capitán, se los entregaba a un viejo legionario, muy hecho en batallas de oficios y balas, y le decía

—«Toma esto parchivo».

Como no se lo escribían, sino al oído, entendía que el papel ya no servía y era para el chivo, para que se lo comiese, y este que estaba cerca, pegado a la mesa de la oficinilla, solo tenía que abrir la boca y masticar despacito el oficio, orden o contraorden. Así funcionaba aquello: a golpe de chivo.

—¡Par chivo!

En la Legión los chivos que se chivan ni desfilan ni pasan de los seis meses antes de que se conviertan en chuletas.

Ahora las lechugas perderán el paso y no dirán ni mu. Serán verdes, eso sí, pero ajustadas a la «Policía del Pensamiento».

De eso se trata. De ir con el paso cambiado y pasar hambre y sed. De justicia.

No decir ni mu. Silencio obligado.

Mi Primero, mi General, solos mejor que mal acompañados. ¡A las mariscadas!

Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

19 enero 2022

Blog: generaldavila.com