No lo entenderán. Solo los que valoran más el sacrificio por los demás que la propia vida. Los dispuestos a tener una patria, una familia, una bandera, un lugar donde servirla en primera línea. Los que pudiendo tenerlo todo nada quieren que no sea entre todos, para todos y por todos.
¿Pero de qué me habla? De unos locos andantes de la vida, muy española, que un día para el aumento de su honra como para el servicio de su Patria decidieron hacerse Caballeros, pero de los que son Legionarios e irse por todo el mundo con sus armas y pertrechos a buscar las aventuras y a ejercitarse en un Credo que era imposible oponerse a su atracción.
Caballero Legionario, con que a su parecer declaraba muy al vivo su linaje y patria, y la honraba con tomar el sobrenombre de ella: Caballero Legionario de España.
Era «la razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece…».
Les sonarán los párrafos que son nuestra historia encarnada en el de La Mancha, cada vez más olvidada.
Quijotes de la vida.
El día 29 de octubre de 2024 hubo una guerra en España en la que fuimos vencidos todos los ejércitos por querer enfrentarnos a unos molinos de viento que sabíamos donde estaban y como soplaban cuando enfurecían.
Lo intuían los que saben, esos a los que nunca se escucha; los técnicos también se temían lo peor.
«Se está desbordando el barranco. La zona no la han cortado».
Llegó la tragedia. No es contable. Ni en el cine se sentiría lo que la gente cuenta. Hay que ver su cara, sus ojos, su pavor ante el futuro, también su indignación.
Todo es todo. Perderlo. No son muebles, ni siquiera la casa, es perder lo de dentro, la fuerza, las ganas, el empuje para seguir andando con ese bastón que ya no tienes.
En Benetúser se cebaba la tragedia. Era como si el mar se los tragase. Desaparecían de tu mano. No los volvías a ver, bajo el agua fangosa; todos los mares del mundo se habían juntado en aquel Barranco del Poyo.
Josep Menéndez Soler había estado en la Brigada Paracaidista, luego pasó a unidades de Montaña, él buscaba y buscaba. Hasta que se encontró con la Legión. Eso era lo suyo. Con el buen abono que llevaba de paracaidista y montañero enraizó con los novios de la muerte. Ya no quiso más aventura, no quiso servir de otra manera.
Josep fue y es Caballero Legionario, de los que ha vivido muy duras experiencias, no en maniobras, en guerras reales, pero sabiendo a quién y cómo te enfrentas. Esto era distinto. Hace algunos años que la vida militar, que poco ayuda para el futuro de soldado, tuvo que dejarla para establecerse y buscarse el porvenir. Ya casado y con hijos, se instaló en su tierra: Benetúser.
Dejó la Legión, pero nunca dejó de ser legionario. El día 29 de octubre de 2024 todavía le ronda por la cabeza. Lo hará toda la vida. Es uno más de esos caballeros andantes que lucharon hasta lo inexplicable por salvar vidas, sin esconderse ni refugiarse, sin temer a la muerte, que ¡a tantos se llevó!
Su mujer, hijos, familia, ponerles a salvo era lo primero, y con ellos a los vecinos que pedían ayuda. No era un enemigo el que atacaba, era un monstruo invencible contra el que solo valía un fuerte espíritu de lucha, compañerismo, amistad, unión y socorro, sufrimiento y dureza, disciplina, bravura, todo aquello que en la Legión le habían enseñado.
Fin de la batalla. No quedaba nada. Muerte y desolación sin saber porqué. Soledad infinita después de abrazarte a los tuyos. Ya nada puede ser igual.
Josep asume los llantos de todos y va a su casa, de la que no queda nada. Nada es el pasado, el presente y ya veremos el futuro.
Escribe el poeta José Hierro:
Después de todo, todo ha sido nada,
a pesar de que un día lo fue todo.
Después de nada, o después de todo
supe que todo no era más que nada.
Busca entre escombros que son lodo repugnante, sucio y maloliente todo, donde no hay nada. Busca su uniforme legionario que guardaba con celo y honor, su uniforme sarga, sus recuerdos… ¡Al fin! el gorrillo legionario aparece ¡El Chapiri! Lo recoge como algo clave en su vida y se lo lleva a su suegra, Rosa, para que intente recuperarlo. Está destrozado. ¡Quién mejor que las manos de Rosa!
Entre la nada siempre queda alguien. Fuerza y espíritu. Aparece otro Quijote en su Rocinante: Ángel Gaitán. Espíritu de compañerismo, amistad y unión y socorro. Ángel hace lo que puede, todo lo que puede y a la familia de Josep y a otras muchas les señala con su ayuda el camino de la recuperación. Les devuelve a la vida. Ya tienen con lo que empezar de nuevo.
Josep se acerca a Ángel y no sabe como darle las gracias.
-Mira Ángel, no tenemos nada, solo palabras y amistad para agradecerte lo que has hecho por nosotros, pero hay algo que he recuperado de mis cosas de la casa, lo que más quiero, y es para ti. Lo fue y lo es todo para mi: el chapiri. Mi gorrillo legionario. Tómalo Ángel y llévalo en recuerdo a su espíritu, a su Credo, que nadie como tu ha puesto en práctica.
Todo renace. Ángel Gaitán, emocionado, me lo cuenta porque sabe que he mandado a estos hombres, los legionarios.
Por eso en su honor y en el de todos los soldados, se lo cuento a ustedes, lo proclamo. Allí donde hubo cobardes que ni se arrimaron, lucieron las bravas y valientes formas de un Caballero; allí estaba Josep el legionario. Un español más de todos los que en su soledad lucharon contra la nada y nada sacaron. Sus vidas han cambiado.
Guarda, querido Ángel, ese chapiri legionario, limpio ya, niquelado, como ellos dicen, porque es el símbolo de España, por unos días abandonada, cuando una vez más fue la gente sencilla y luchadora la que tuvo el coraje y el valor de, perdido todo y sin ayuda, ellos solos, con el empuje de cuatro valientes, resurgir de la nada.
Es un símbolo de la España dolorida y a pesar de todo agradecida y valiente.
Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)
Blog: generaldavila.com
28 mayo 2025
