REY SIN ATADURAS. General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

 

Sabemos que el camino al infierno está lleno de buenas intenciones. El periódico digital El Debate nos mostraba ayer una de ellas al hablar de las visitas del Rey a las zonas devastadas por los incendios.  El artículo anda por la fina y peligrosa línea de la tibieza que pretende justificar lo injustificable lo que da lugar a que navegue entre graves errores que ningún favor hacen a la Corona. La información la lleva alguien que parece ser especialista en los temas de la Casa del Rey; en fin solo decirle con cierto conocimiento de causa que en ese tema  nunca se es especialista. Asuma el consejo antes de que se dé cuenta por usted mismo.

Dice El Debate que el rey está deseoso de acudir a los lugares de la tragedia «…su deseo era acudir sobre el terreno a las zonas afectadas cuando la evolución de la situación y las circunstancias así lo aconsejen». Continúa: «pero para hacerlo Don Felipe necesitará contar con el refrendo del Gobierno» (alude al art.64 de la Constitución). Para rematar: «Si Don Felipe fuera en pleno incendio, su visita obligaría a desviar recursos para el operativo de seguridad y no ayudaría resolver antes el problema. Sin embargo, cuando el fuego se extinga, el Rey podrá escuchar a los afectados, acompañarles, valorar el alcance de los daños y convertirse en un altavoz de sus demandas». Todo ello aderezado con una errónea e innecesaria lección constitucional que mejor sería dejar en manos de especialistas.

No caeré en el mismo error, pero conviene ser claro y no acuñar doctrinas equivocadas que alguno puede asumir como un catecismo. Cuando se habla de temas políticos complejos, interesados las más veces, hay que ser claro y hablar para todos. El lenguaje constitucional en boca de aficionados suele ser retorcido; incluso entre interpretadores constituidos en Tribunal. Ese es el peligro de vivir entre golpistas que atacan con permanencia  la unidad de España. Hasta en la tragedia salen a buscar su rentabilidad.

Por mucha buena voluntad que ponga, hay veces, como ésta, que intentar justificar lo injustificable es contraproducente.

La figura del rey no es tan  irrelevante como alguno pretende hacernos ver y para nada el artículo 64 de la Constitución permite a Gobierno, en su recta interpretación, limitar la función constitucional del rey como símbolo de la unidad nacional, impidiendo Su presencia cuando las circunstancias lo requieren, o, por el contrario, exigiéndola, cuando precisamente esas circunstancia no lo aconsejan.  Creo que no es necesaria mayor explicación. La presencia o la ausencia es precisamente uno de las potestades regias con las que se arbitra y se modera. El «gesto Real» suele penetrar más hondo que la palabra.

El rey no es un objeto que se mueva a voluntad del Gobierno de turno y menos para sus intereses partidistas. Máxime en momentos de crispación política.

Hay algo aún más relevante que explica la figura del rey en toda su dimensión, sobre todo en la de su auténtico valor como símbolo de la unidad de todos los españoles. Es precisamente eso: ser símbolo de la nación, reinar. Un matiz esencial que diferencia a la Corona de otra cosa. Solo faltaría que el rey estuviese secuestrado en sus movimientos por aquellos que gobiernan apoyados por los que pretenden romper la nación: España. ¿O no recuerdan las palabras del rey el 3 de octubre de 2017? Sería paradójico que nuestra nación esté secuestrada por un prófugo de la justicia que obliga al secuestro del Rey.

¿Saben ustedes lo que a algunos molesta del Rey?: Simbolizar la unidad y permanencia del Estado. El rey no puede intervenir en el proceso de dirección política, pero es el símbolo de la nación, es España, y a Él se dirigen las miradas cuando aparece la posible «no España». ¿Les parece poco? No es en este caso árbitro, sino fiel cumplidor de sus obligaciones como rey recogidas en la Constitución. Si no fuese así nada valoraría su existencia.

La presencia del rey entre los afectados por la tragedia de los incendios es más que un acto de Gobierno, es un acto de Estado, de toda España simbolizada en Él, y también con la Reina; hasta me atrevería a apuntar que era el momento de la Princesa de Asturias. No es necesario explicarlo. Ustedes saben lo que quiero decir y digo.

No inventen leyes ni interpreten. El Rey debe estar donde le corresponde porque no Gobierna, sino que Reina. Ahora elijan ustedes.

Como dice Alfredo Pérez de Armiñán y de la Serna, Letrado de las Cortes Generales, «El Rey y la Familia Real tienen una función semejante a la de los símbolos no personificados de la comunidad política, como la bandera, el escudo y el himno, que cumplen un fundamental papel identificador y unificador».

Así damos con la clave.

El símbolo. Eso es lo importante y lo que se eleva por encima de las mezquina política que tanto daño nos está haciendo como nación.

La interpretación sesgada o equivocada del artículo 64 de la Constitución, si fuera correcta, revelaría una irrelevancia absoluta de la figura del Monarca.

Insistir en que una visita de los reyes a los afectados perturbaría las labores de extinción es falso y una auténtica manipulación. El rey con su presencia, siempre sin exageración de medios, no como hacen otros, no perturba ninguna acción, sino que las impulsa, anima y transmite fuerza y consuelo.

Cuando hay correspondencia entre el pueblo y su rey no es necesaria mucha parafernalia ni seguridad. Se está seguro y querido . Repito: no como otros.

Es necesario ante catástrofes de tal magnitud recoger los sentimientos, más allá de lo político, algo solo posible a través del símbolo de la convivencia y solidaridad de todos, que solo representa el Rey; y la familia Real.

Solo el símbolo es capaz de movilizar sentimientos, identificarse con el propio grupo, con su pasado y su futuro. Es lo único que permite creer en un proyecto y no en invalidadas promesas.

Es por eso que el símbolo debe estar en su lugar sin que nada ni nadie marque sus movimientos que equivaldría a tener un rey encadenado.

La Constitución se fundamenta en la unidad y permanencia de España: «La indivisible unidad de la Nación española«. Es la Monarquía la representación simbólica de España, como magnitud histórica, y política y también la de los pueblos que sin perder su personalidad la integran. Eso es así si  respetamos la Constitución.

No se debe hacer peligroso funambulismo en temas tan graves como la unidad de España. Esa es la única razón que lleva a la maldad del desgobierno a separar la figura del Rey de su pueblo con el que siempre se ha identificado y cuya unidad y sentimiento es su única razón de ser.

Convendría que la Princesa de Asturias empiece a darse cuenta y a participar de la trascendencia de su figura como heredera del trono de esta compleja nación: España.

El Rey reina, pero no gobierna. Pues eso: déjenle reinar y permitan que España crea en su futuro como nación. Mucho más cuando sufrimos una desoladora tragedia.

Si el rey, o la Casa del Rey, aceptase que el Gobierno ponga límites a su presencia y movimientos en territorio español estaríamos ante el fin de la monarquía, porque la Constitución precisamente la misión que le asigna es ser un elemento de integración nacional y no de discusión nacional.

En este caso concreto de la tragedia que ha provocado el fuego, los afectados necesitan no solo ayuda, sino también la cercanía y el consuelo que trasmiten sus reyes.

Llegar tarde es no llegar.

General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

Blog: generaldavila.com

20 agosto 2025