¿CUÁNTOS ESTÁN DISPUESTOS A DEFENDER LA INTEGRIDAD TERRITORIAL DE ESPAÑA? Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

¿Habrá guerra? La pregunta está en el aire. Probable y posible

-¿Cómo dice usted?

Pues que la pregunta está en la calle. En las de España también.

Antes convendría definir y llegar a un acuerdo sobre el término guerra, pero no lo voy a hacer porque todos saben lo que significa y lo que quiero decir, por lo tanto los que me piden una explicación se quedarán con un palmo de narices. Tenemos a los traidores no solo infiltrados sino dispuestos a dar clases de traición en las sedes de la soberanía nacional y en las universidades. En las Instituciones no dan clase sino que las ocupan, son su poder.

Es obvio que cuando la Constitución de una nación dice que se fundamenta en su unidad y que sus Fuerzas Armadas tienen como misión garantizar la soberanía e independencia, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional, es por algo de mucho peso y por la amenaza de un más que probable ataque a la unidad de la nación.

Si no fuese así, ¿qué fue lo que llevó además de a su redacción a hacerlo en el Título Preliminar de la Constitución y no en otro? El peligro podría venir desde cualquier instancia. Existía y existe el riesgo de acabar con el orden constitucional y por tanto con meridiana claridad se ve la necesidad de ese articulado, cada vez más obligado antes de llegar a la destrucción de la nación. Es palabra constitucional.

Claro que nos falta un factor determinante, desconocido. Saber cuantos estarían dispuestos a luchar hasta sus últimas consecuencias por la unidad de España. A cumplir con el mandato constitucional que a todos obliga.

Si se asoman al patio de vecindad verán un panorama desolador. Los gritos entre vecinos rayan en el enfrentamiento y las mugas fronterizas asoman cada día entre los ideólogos mediáticos y entre los poderes autonómicos, alguno camino a la independencia con la ayuda del poder central si es que existe.

Toda la política española está en manos del poder de la mamandurria de la que todos disfrutan y que constituye uno de los mayores escándalos de esta democracia. Esa política es la que ha cedido y admitido que el riesgo de la independencia de ciertos territorios de España se produzca con un ataque directo a la Constitución, es decir a la integridad territorial de la nación.

A la ruptura de la integridad territorial por Cataluña y el País Vasco, se le une la vergonzante  negociación con Gibraltar. Ayer en un prodigioso artículo y relevantes descripciones gráficas el Capitán de Navío Ángel Liberal nos describía qué y quién es Gibraltar y las razones que dificultan el que Gibraltar vuelva a ser español. Asusta darse cuenta de que la principal de  las razones es militar siendo, como teóricamente somos, aliados. Alguien debería explicarle a los españoles este pequeño detalle. Las imágenes del artículo del Capitán de Navío nos muestran el escándalo.

Gibraltar estará perdida en cuanto llegue a su fin el misterioso movimiento de piezas que el señor Sánchez junto al Albares llevan a cabo,  partida en la que España juega solo como sumiso mirón.

Después puede llegar, algún día, Ceuta,  Melilla y cosas así.

La guerra está perdida. Viva la negociación-cesión, sobre todo cuando es por causa militar que nosotros somos incapaces de asumir.

La guerra está perdida y se impone la rendición. Sin disparar ni un tiro.

No parece que haya alguien dispuesto a cumplir la Constitución sin más limitación que la que la propia Constitución marca, incluso a costa de la propia vida como algunos hemos jurado. ¿O aquel juramento era un vistoso e hipócrita juego para quedar bien?

A la pregunta ¿Hay guerra? el interrogado contestó

-Aquí, en esta sala, huele a pólvora.

Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

22 mayo 2024

Blog: generaldavila.com