Todos ustedes saben que finalizada la Guerra del Peloponeso unos 12.000 hoplitas se encontraron sin trabajo ni futuro estable. Su vida se había convertido en un constante guerrear después de haberse educado en las campañas contra el medo y en su propia guerra civil de manera que no tenían claro aquello de la «globalización» que se avecinaba en el reducido mundo de entonces. Para aquellos combatientes se trataba de poder asumir su futuro con las herramientas con las que siempre habían vivido: las armas.
Ciro el Joven, sátrapa de los territorios próximos a Grecia, en las orillas del Egeo, estaba en permanente lucha con su hermano Artajerjes, Rey de los persas, y vio la posibilidad de reclutar a aquellos soldados griegos, presentarse con ellos a las puertas de Babilonia, vencerle y acceder al trono. Así fue y después de un largo recorrido lleno de vaivenes e indecisiones llegaron a enfrentarse los ejércitos de Artajerjes y Ciro el Joven. Los griegos no fueron derrotados, pero al morir Ciro en la batalla de Cunaxa, a las puertas de Babilonia, y ser el ejército de Artajerjes muy superior en número al de los griegos, estos se encontraron desplazados, muy lejos de su lugar de origen y sin medio alguno después de que su campamento fuese saqueado mientras luchaban.
Ciro el Joven debió ser un gran rey según nos cuenta Jenofonte en la Ciropedia, que a todos recomiendo leer, mucho más clara y explicativa de lo que hoy ocurre en el mundo que todo lo que escribimos politicólogos, aficionados, cuentistas de guerra e incluso militares.
A aquellos griegos se les planteó la decisiva pregunta: ¿Qué hacer? Sin sus generales, que habían sido detenidos, sin nadie que les pagase, sin medios y sin patria decidieron que la única salida que les quedaba era el regreso a casa: Grecia. La épica aventura está narrada en la Anábasis de Jenofonte, una de las historias más ricas jamás escrita.
Ayer y hoy se repite esta extraña pero permanente lucha entre Occidente y Oriente que tira de uno y otro extremo como si el mundo estuviese llamado a fracturarse por ese lugar que aún hoy se debate entre la confusión y la ocupación guerrera.
Suenan extrañas las Guerras Médicas, la del Peloponeso, Jenofonte y Tucídides o más adelante Alejandro Magno, y con menos armas y más lectura comprenderíamos al fin de donde venimos y a donde vamos sin necesidad de volver la mirada al Oráculo de Delfos. O del Capitolio o el Kremlin.
Para aquellos griegos y persas su mundo era tan global como para nosotros el nuestro. El oficio de las armas no ha variado mucho desde entonces, solo las máquinas los diferencia, pero sigue habiendo soldados y mercenarios. El ejemplo de entonces nos enseña y no hay mejor oráculo para saber lo que nos espera que conocer el pasado.
En estos momentos hay serios indicios y semejanzas con aquellos hoplitas griegos convertidos en mercenarios al servicio del Rey Ciro. Puede que configuren los nuevos ejércitos bendecidos por leyes futuras que impongan empresas y economías estatales. Hay negocio a la vista: carne de cañón.
Las empresas de mercenarios pisan fuerte y lo que empezó como un apoyo controlado en Irak hoy está tomando una fuerza a tener en cuenta.
El protagonismo de Wagner y su histórica marcha hacia Moscú no debe de quedar en el olvido, en lo anecdótico. Es una seria advertencia de un loco, de un rico, o de ambas cosas a la vez.
Wagner no ha muerto y genera grandes beneficios que se traducen no solo en dinero, sino en influencia y territorio.
En Mali, Europa (España entre otros) ha estado formando soldados combatientes y lo ha hecho material y moralmente. Una destacada mayoría ha olvidado su formación como soldados respetuosos con la ley y los Derechos Humanos y lo ha cambiado por dinero. No hay más moral que la del que mejor pague. No son soldados, son hombres armados y enseñados en la lucha a muerte sin ninguna convicción moral.
Los nuevos ejércitos ya están en marcha y debemos asumir la cruda realidad. No necesitan uniforme ni distintivo alguno. Las armas actuales no requieren más que formación técnica, no moral. En la mayoría de los casos ni siquiera sabrás si matas ni a cuantos. Ese no es tu problema.
ISIS-Estado (?) Islámico, Hamas, Hizbolá, milicias de distinto género, se mueven entre el terrorismo sin adjetivos y el terrorismo de Estado, pero en el fondo actúan como otras empresas que se dedican a formar combatientes sin moral alguna. A las empresas que los forman y contratan las conocen todos ustedes porque son Estados.
Wagner no es un caso único, sino que las grandes potencias occidentales crean empresas privadas (?) donde se forman auténticos guerreros que componen ejércitos privados de mercenarios. Sus mejores clientes son los Estados a través de sus Centros de Inteligencia y Servicios Secretos, incluso ministerios de Defensa.
Son auténticos ejércitos de mercenarios, pequeños por ahora, pero con visión de futuro. Sin limitación legal, pero con licencia para matar. Incluso con poder para entrar en el núcleo de los nucleares.
¿Será el futuro? Un enorme interrogante se abre cuando sabemos que la paz es solo un periodo de descanso entre guerra y guerra, un periodo que prepara un nuevo enfrentamiento.
Para estos nuevos ejércitos hay clientes, es un negocio seguro; como el de las armas. El mercado está abierto y los mercaderes están en los más insospechados lugares. Esos desde los que se alienta la convivencia, la igualdad y la fraternidad, y desde donde se lanzan doctrinas de paz y amor.
¡Que se lo han creído!
Están trabajando ya en muchos lugares y entre ellos uno que ustedes y yo conocemos muy bien.
Claro que ya saben: ¿Quién manda en la Fiscalía?
Después de una guerra por todas partes quedan hoplitas sin trabajo.
NOTA: Este artículo estaba escrito antes de la masacre vivida en Rusia. Me queda añadir que la acción terrorista, sea quien sea quien se esconde detrás, está dirigida por un <<Estado>> y ejecutada por mercenarios. Hoy es muy fácil hacerlo y Occidente debería darse cuenta de que retirándose de Afganistán y ahora de Irak lo único que hace es mostrar su debilidad y vergüenzas. Mejor haberse quedado en casa debajo de la cama. La guerra hoy no se lleva a cabo en los campos de batalla sino en oscuros despachos donde la riqueza y la pobreza conviven, la miseria moral. No es una guerra ideológica como intentan vendernos. Es por el Poder.
Por ello todos matan. Pagan por ello, compran almas y armas. A millones.
General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez
Blog: generaldavila.com
2 abril 2024