LA DICTADURA. Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

Autodefensa contra la constante influencia de lo(s) político(s) hasta en la intimidad de la recámara. No hay restaurante, despacho, o callejuela, en la que no se conspire. Las consecuencias, los resultados siempre contra nosotros todos.

Autodefensa ciudadana contra el todopoderoso mundo de lo(s) político(s).

Viven otro mundo, en otro mundo, y escenifican a diario el drama.

Ilusiones perdidas, esperanzas rotas, y lo que creíamos superado nos arrastra irremisiblemente al punto de partida, al enfrentamiento. No puede recaer la decisión de lo que es y debe ser España en un ejecutivo que se ampara en la división, se apoya en los que apuestan por la ruptura del Estado y la Nación.

Cuando creíamos haber superado diferencias, estas vuelven y se multiplican.

Cuando nos creíamos en el camino, nos descubrimos en la senda de la transitoriedad.

Cada día peor. De los tres poderes nada, queda nada: legislativo, ejecutivo, judicial. Nada, Un solo poder: omnímodo.

Autonomías legislativas, ejecutivas, hasta judiciales. Hasta policías variopintas y parciales. Fracciones, un puzle cuyas piezas erosionadas ya no encajan.

Estamos peor que antes.

Como parapeto para llenar la boca de ejemplaridad, entremés envenenado, hablan de la libertad. Esa que se vende por raciones mínimas y está restringida, limitada, y a un alto precio. En el parqué de los partidos políticos se mercadea a diario. También son unos cuantos los que manejan el IBEX de la libertad.

La transitoriedad define el momento. No está muy claro hacia dónde conduce. Hay signos que revelan la gravedad de la situación, sin guía aparente. El más peligroso de los signos es que el ejecutivo A se convierta en legislativo a base de unos cuantos Reales-decretos de Consejillo de ministros y el ejecutivo B en legislativo autonómico parcial e insolidario. El judicial empieza a dar miedo. Todo ello se resume en un intercambio de intereses de poder y partido, general y autonómico. Un evidente taifas cuyas consecuencias ya padecemos. Nadie se oculta. Está a la vista. Una representación escénica de la que se escapa algún grito tras las bambalinas que hiela el corazón del espectador.

El día que quede al desnudo lo que hay detrás del escenario veremos que lo que se representa es la tragedia. Temor y esperanza es una peligrosa mezcla ya conocida. Cuyo resultado es tan evidente que pasa desapercibido hasta que se instala entre nosotros sin que te hayas enterado cómo ha sido y de dónde ha venido: la dictadura. Tampoco quién la ha traído. A pesar de su evidencia.

Yo no pienso seguir de espectador en esta función. Ademas de aburrirme el poco talento de los actores, me repugna el sainete tanto como la tragedia.

Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

Blog: generaldavila.com

10 noviembre 2018