Tensa espera. Guerra y economía o lo que es lo mismo: futuro. ¿Lo es Trump? Cuatro años por delante. El mundo no suele ir marcha atrás. Siempre avanza, pero a costa de tropiezos como Hiroshima y Nagasaki. Ser protagonista estelar es una tentación ¿física? Nunca olvidemos.
Es como si de repente alguien hubiese dado cuerda a los acontecimientos y su tictac ya resuena: «TrumpTramp».
Ayer había guerra. Hoy pretenden callar las armas y regresa la palabra envuelta en su espesa y agria bilis de mentira. Tregua hasta fabricar más ingenios bélicos.
Se habla del fin de la guerra en Ucrania. Es muy pronto. Pero hay que contemplarlo.
«Ya lo decía yo». Es la frase de los diletantes estrategas que juntan letras. El único que sabía lo que quería era y es Trump. Lo que no sabemos es hasta donde llega ese poder para cumplir su voluntad. La guerrra de Ucrania es una buena prueba. Rusia no va a ceder más allá. Sus límites ya los hemos puesto sobre el papel muchas veces. Crimea es intocable, los mares Azov y Negro suyos y en Kursk no debe quedar ni sombra de invasión. El futuro de Zelensky lo veo un tanto como trabajador neoyorquino. El resto, como Europa, forma parte de alguna migaja del negocio. El gas y la reconstrucción.
Las dictaduras actuales son democracias con ideologías sometedoras que restringen las libertades fundamentales de los ciudadanos, entre ellas sirvan como ejemplo dos sagradas: la propiedad y la seguridad. Europa a un lado, Asia al otro. Siempre algo las divide en vaivén este-oeste-este.
Europa no es una «Unión», sino una recopilación de leyes asfixiantes e inútiles. No hay Constitución y en su Parlamento se refugian los viejos mastodontes a rumiar su fracaso político. Ni cultura, ni idioma, ni orígenes; si acaso guerras, enfrentamientos a causa del vaivén. Ni seguridad ni propiedad.
Muy mal estábamos cuando Estados Unidos tuvo que ponernos bajo el rescate de un general y señalar un lugar: Normandía. ¡Que cosas! El lobo no se comió al póney: fábula de la actual Europa. Que sigue dependiendo de un sheriff americano.
A la «Nueva Europa» hay que explicárselo casi todo. A los vividores a sueldo que han encontrado allí un retiro dorado -¡vaya vergüenza!- y a los Cancilleres que se pasean presumiendo de idiomas de guerra y acuerdos progresistas de hambre y miseria. Balbucean un idioma que desconocen: el patriotismo.
El fenómeno «Trump» es tan complejo, y sencillo a la vez, que puede ser que solo accedan a su comprensión los iniciados. No lo soy, pero la historia es un buen lugar para ver el futuro; con más claridad que el presente. Hemos sido advertidos del peligro de manera insistente y a los dirigentes europeos les ha sentado mal. Ahora nos queremos encaramar a los acontecimientos cuando la carrera está casi terminada y ya no se nos espera. Estos siguieron su curso y Europa insistió en el insulto y el rechazo a su defensa.
El 7 de octubre de 2023 practicó la tibieza, incluso algo peor, cuando era la misma guerra e igual ceguera; contra Israel y contra Europa.
Todos los esfuerzos eran inútiles, no había más solución que intervenir en los acontecimientos de manera inteligente. Era el momento. Rotos los Acuerdos de Abraham, el mundo árabe se echó a temblar. Ni Arabia Saudí ni los países del Golfo levantaban la voz, suelen hablarlo en secreto, pero saltaban las alarmas de futuro: Irán, o lo que es lo mismo, Hamás y Hezbolá, Gaza, Líbano, Siria, Irak, Yemen. Corea del Norte.
Rusia abría otro escenario que creía rentable. Quiso encender el mundo y se apagó su luz.
Europa, huida de África, desunida en su interior, no contaba para el proyecto por no tener ni fuerza ni poder.
Israel y Estados Unidos, con un apoyo interno y sagaz, como suele ser el de los árabes, acabó con el terrorismo de Gaza; limpió Líbano de terroristas y armas de Hezbolá que escondía delante de las tropas de la ONU; destruyó el poder de unos y otros en Siria y los dejó como carta fuera de la baraja por ahora. Irán quedó en entredicho por los propios persas que adoran más su milenaria cultura que la religión de sus ayatolás. La carcoma ha empezado a horadar sus púlpìtos. Ese mundo ya no existe.
Estados Unidos ha barrido en una estrategia impensable y digna de estudio. Ha roto los esquemas que algunos creían indestructibles. Rusia ha perdido. Le queda Corea del Norte. Vaya usted a saber. ¿Yemen? Una hora.
Habrá que tener en cuenta a China. No es su guerra. Por ahora solo pretende que sean los vecinos los que se enreden en discusiones de guerra. No es su momento. No ha alcanzado el desarrollo y liderazgo para asumir unos BRICS que solo han asomado la cabeza incapaces, por ahora, de ir más allá.
En resumen: a Putin se lo ha comido Trump en una maniobra envolvente por el sur. Está derrotado y solo le queda aceptar las condiciones del nuevo Sheriff que como buen estratega sabe que debe dejarle vivo, asegurarle la retirada honrosa, y no imponerle una humillación. Las ojivas nucleares no aguantan una noche de vodka.
El vicepresidente de los Estados Unidos, James David Vance se dirigía a Europa: «Lo que me preocupa es la amenaza desde dentro: el retroceso de Europa en algunos de sus valores más fundamentales».
Habrá que arreglar eso.
Prometeo dio a la humanidad el regalo del fuego. Pero no era para las armas.
Dijo Océano:
«No hay beneficio mayor que el de parecer loco porque se es bueno».
Respondió Prometeo:
«Ese defecto parece ser el mío».
Así que, al parecer, era un loco. ¡Estos estrategas!
Normandía esta vez pasó por Gaza y llegó hasta el Dniéper. Putin es el perdedor.
Podría contarlo de otra manera, pero los movimientos que se reflejan en los mapas son inapelables.
General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez
Blog: generaldavila.com