Nada hay que moleste más a un militar que la indeseable adulación que traducida a argot callejero se traduce como dar coba: «Halago o adulación fingidos». Pues ni siquiera con razón se debe ir más allá en el premio o castigo.
«…Será firme en el mando, graciable en lo que pueda, castigará sin cólera, y será medido en sus palabras, aun cuando reprenda», decían nuestras Ordenanzas del Cabo; ahora se lo dicen a todos por si de arriba alguno se olvida.
Marcos de Isaba, Capitán de los Tercios, tratadista militar, sabía y repartía los preceptos de actuación de los soldados. Nacido en Isaba (Navarra), en la batalla de Lepanto mandó una compañía de 178 hombres y dejó escrito:
«El que a la guerra viniere, ha de traer puesto el ojo al servir y vivir virtuoso, y no a la merced, que sin merecerla procura que se le dé, y ha de entender que no puede ser maestro quien no hubiere sido discípulo».
No es necesaria la lisonja a unos hombres, soldados, curtidos en el cumplimiento del deber.
Lo que más valoran es la verdad y el ejemplo de su capitán. No puede cualquiera mandar firmes a su tropa cuando no ha defendido su presencia en el lugar que les corresponde.
Dice la ministra de Defensa en un discurso elaborado, pero sin la profundidad y el calado de una arenga que es lo que necesitamos: «Orgullosos de vosotros«.
¿Quién está orgulloso? ¿Ella o su Gobierno? ¿En nombre de quién habla? Lo que ella sienta no interesa. Su lenguaje es político, nunca militar. Que cumpla y no engañe. Si cumple que lo haga con la unidad de España, con la defensa de sus soldados, en lo profesional y en lo doméstico. Sobre todo en lo Institucional. El abandono es patente. ¿Responsables y fiables? En las puertas del Mediterráneo nos vemos, allá en sus angosturas por donde se nos cuelan los submarinos nucleares (aliados). ¿Fiabilidad dónde? ¿Con quién?
¿Quién está orgulloso de nosotros? ¿Ella, su Gobierno, o el cabo de guardia? Olvida que ella lleva la política de Defensa, que ella no es soldado, que de ella no esperamos nada de palabra: hechos. Las Fuerzas Armadas son el Rey y de ahí para abajo. Ella no, aunque «duerma de uniforme». ¡Pájara! nos ofendió su Gobierno, porque el calificativo iba por lo que políticamente dirige y no por otra cosa. A usted le parece que aguantar la ofensa es para estar orgullosa de los soldados.
Sí. Dormimos de uniforme, con las botas puestas, por si acaso. Por si acaso va más allá el no ser bien recibidos en algunos lugares de España, donde nunca se celebra el Día de las Fuerzas Armadas no vaya a ser que ustedes se queden sin gobernar.
Pero nosotros hemos jurado otra cosa y por ello, por lo jurado, es por lo que estamos dispuestos a entregar hasta la última gota de nuestra sangre. Aquí, en España, no en guerras que ni nos van ni nos vienen.
Porque entre sus socios de gobierno los hay que predican no ser españoles y difunden ideas contra España: separatistas. Ustedes dependen de alguien que va contra la unidad de España. de un prófugo de la justicia. Esto es hablar claro. Políticamente claro. Militarmente no se entiende. Por eso nosotros no entendemos sus palabras. ¿Quiénes están orgullosos? ¿Sus socios de Gobierno? ¿Lo recuerda? Antimilitaristas que luchan por romper España y que es precisamente lo que la Constitución nos obliga a impedir, nuestra principal misión, el fundamento de la Constitución: la unidad de España.
No presuma de lo que no es asumible y no se ha analizado ni militar ni políticamente. Lo que se oculta.
De forma que obras son amores y aquí todo se aguanta menos que a uno le hablen alto, es decir que nos den gato por liebre.
En mi juventud solía leer a Jean Lartéguy. Todavía conservo de aquella época su famosa trilogía: ‹‹Los centuriones››, ‹‹Los pretorianos›› y ‹‹Los mercenarios››. El primero de ellos ha sido reeditado en los Estados Unidos a petición del general David Petraeus que mandó las tropas en Irak y Afganistán.
Casualmente he cogido de mi biblioteca este volumen y en su prólogo leía lo que Marcus Flavinius, Centurión de la 2ª Cohorte de la Legión Augusta, le escribía a su primo Tertullus de Roma:
‹‹Nos habían dicho, al abandonar la tierra madre, que partíamos para defender los derechos sagrados de tantos ciudadanos allá lejos asentados, de tantos años de presencia y de tantos beneficios aportados a pueblos que necesitan nuestra ayuda y nuestra civilización.
Hemos podido comprobar que todo era verdad, y porque lo era no vacilamos en derramar el tributo de nuestra sangre, en sacrificar nuestra juventud y nuestras esperanzas. No nos quejamos, pero, mientras aquí estamos animados por este estado de espíritu, me dicen que en Roma se suceden conjuras y maquinaciones, que florece la traición y que muchos, cansados y conturbados, prestan complacientes oídos a las más bajas tentaciones de abandono, vilipendiando así nuestra acción.
No puedo creer que todo esto sea verdad, y, sin embargo, las guerras recientes han demostrado hasta qué punto puede ser perniciosa tal situación y hasta dónde puede conducir.
Te lo ruego, tranquilízame lo más rápidamente posible y dime que nuestros conciudadanos nos comprenden, nos sostienen y nos protegen como nosotros protegemos la grandeza del Imperio.
Si ha de ser de otro modo, si tenemos que dejar vanamente nuestros huesos calcinados por las sendas del desierto, entonces, ¡cuidado con la ira de las Legiones!››
No encuentro muchas razones para festejar estos amores de la ministra de Defensa a las Fuerzas Armadas cuando están tan recientes las opiniones de su presidente, cuando viven atados al voto independentista, del que dependen, cuando nadie sabe nada de unas guerras inexplicables en las que nos meten sin dar explicaciones en el Congreso. Ni a las Fuerzas Armadas les explican nada.
Por cierto. La Guardia Civil es un Instituto Armado que también celebra este Día de las FAS como nosotros. ¿No tiene usted, señora ministra de Defensa, nada qué decir, un mensaje de apoyo hacia la Guardia Civil? O se une a sus compañeros de Gobierno en sólido y cerrado bulo?
No esté tan orgullosa y haga lo que esperábamos de usted.
General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez
Blog: generaldavila.com
3 junio 2025

