CONCENTRACIÓN EN LA PLAZA DE COLÓN. Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

Sébastien Le Prestre, señor de Vauban (1633-1707) fue un insigne mariscal francés, ingeniero militar, que revolucionó el arte de la fortificación con Luis XIV y cuyas obras de arte siguen siendo un modelo de sencillez y eficacia. A su destreza como ingeniero y científico unía un profundo pensamiento humanístico con avanzadas ideas en el arte de la guerra.

Conocía la ciencia y el corazón del hombre y por ello hoy me viene a la memoria ante la ausencia de expertos en esta guerra que tanto se parece a la política, corrupta, provocadora y, en estos tiempos, amenazante.

«La mayoría de las plazas mal defendidas lo han sido menos por el escaso valor de los gobernantes que por no haber entendido éstos su defensa. la razón de ello es que todos los gobiernos son dados o comprados», dice Vauban en su Tratado del ataque y de la defensa de las plazas.

Si entramos en el ya conocido Sun Tzu no deberíamos olvidar que su aviso ha cabalgado a lomos de los tiempos: «Los agentes secretos reciben sus instrucciones bajo la tienda del general; están muy cerca de él y lo tratan íntimamente».

El sábado día 10 de mayo hubo una gran concentración en la madrileña Plaza de Colón cuyo lema decía «Por la dignidad de España: Sánchez dimisión. Elecciones ya«. No voy a entrar a valorar el hecho en sí que responde a un estado generalizado de dolor e indignación entre una gran parte de los españoles. Pero debo dar mi opinión con el único deseo de contribuir a salvar a España de su destrucción cada vez más cerca y porque en ello todos tenemos algo de culpa; unos más otros menos.

La convocatoria ya de entrada me recordó el Canto II de la Ilíada Catálogo de las naves donde se enumeran los participantes en número de 29 contingentes acaudillados por famosos guerreros. En la Plaza de Colón había 129 contingentes y ningún famoso guerrero,  lo que ya de entrada me llevó a dudar de la oportunidad, ¿quién manda aquí? ¿cuántos infiltrados habrá cercanos al general?

Tengo para mi que no hemos entendido la defensa y hay un exceso de voluntarismo, «una preeminencia de la voluntad sobre el entendimiento», un deseo más que una posibilidad.

Creo que mis palabras no van a ser bien recibidas, pero alguien debe de abrir los ojos a la realidad que ensombrece nuestro futuro. Sea Vauban, que no será, Napoleón, que tampoco, o el sentido común: tan escaso. ¿Quién defenderá la unidad de España?

La defensa no es un acto impulsivo, disperso, sin alférez que porte la bandera, sin planeamiento, sin un jefe. Cualquier enfrentamiento requiere de un jefe y un Estado Mayor que lo asesore e informe. Cuando Aquiles dijo que no, los troyanos vencían. Ni con Patroclo revestido de sus armas lograban la victoria.

Disputarse el mando es lo peor que nos puede ocurrir. En España debemos olvidar la lucha sucia donde los protagonismos rompen la unidad, los falsos liderazgos minoritarios que detrás esconden intereses mediáticos y económicos al fin. No se fíen de esos sepulcros blanqueados que defienden acciones de las que se juegan en bolsa. Dados o comprados, que lo mismo les da defender una cosa que la contraria.

Entonces: ¿Qué hacer? ¿De quién me fio? ¿Quién es el abanderado?

Si les dijese que de nadie acertaría, pero tampoco es eso cuando la honradez y la entrega es virtud de una mayoría que pretende defender a España. Lo único que pretendo es abrirles los ojos ante los que, además de los ya conocidos, empiezan a invadir el lugar que no les corresponde haciendo uso de la indignación y la soledad en la que nos encontramos. Falsos profetas llaman a nuestras puertas. Tengo anotados sus nombres y apellidos. Ellos lo saben, nos conocemos. Nunca han llegado a nada, pero es mucho lo que se juegan, quieren su parte, aunque pequeña y han hecho bandera de lo que no es de su propiedad. No son humildes ni generosos, no piensan en toda España, sino en su parcela, no quieren el poder sino el otro lado, ese desde donde protestar se convierte en lo fácil y cómodo, porque no tienen alternativa. Muchos de esos se precipitan y nos precipitan, pero en política, como en la guerra, el momento perdido no vuelva jamás. La victoria o derrota es el resultado, aquí no hay otra vara de medir.

Por ello hay que calcular cada acción, no desperdiciar los momentos, no andar con prisas, ni con pausas, medir los tiempos y reacciones, disponer de los medios y atacar con todo. No hay ensayo posible, solo victoria o derrota.

La moral debe ser la fuerza que nos guíe y es necesario saber que el tiempo perdido desgasta incluso a las fuerzas más bravas. Cuando no se ve razón de utilidad, el soldado se siente desanimado y pierde la confianza.

Piensen lo que hacen cuando movilicen a los que no están dispuestos a que se rompa España y busquen a quien nos guíe hacia la victoria.

¿Querrá Aquiles volver al campo de batalla?

«En la  batalla todo parece tumulto y confusión. Pero las banderas y estandartes responden a planes precisos, el sonido de los címbalos, a reglas fijas».

España no es un  juego de intereses. Hagan las cosas bien y procuren que haya resultados. Nunca olviden desenmascarar a los que están muy cerca del general y lo tratan íntimamente.

Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

Blog: generaldavila.com

12 mayo 2025