Esto del terrorismo va por barrios, pero siempre con el mismo objetivo: asesinar a inocentes y airear como acto meritorio su crueldad para conseguir imponer el terror y escribir con sangre su relato. Alcanzar el poder: imponer. Una sangre roja como la que destilan sus actos de odio: Secuestros, rehenes, bombas, paquetes bomba, coches bomba, avisos de bomba, tiro en la nuca, matanza de niños, de mayores con sus menores, de madres y padres, de abuelos, miedo, terror, matar y matar, beber sangre, comer sangre y llenar los cementerios, la tierra sembrada de odio, para siempre.
Manos asesinas, corazones que impulsan, sístole y diástole, la peor sangre que la vida ha generado, un desorden sin parangón. No hay animal que destile tanto odio como el del terrorista, incluso podrían llegar a sentir placer en verter sangre.
Somos rehenes del miedo. Rehenes de ellos. Un miedo que se extiende más allá de lo individual. Miedo colectivo que alcanza incluso a gobiernos cobardes que se alinean con los terroristas incluso dándoles cobijo y elevándoles a la categoría de partido democrático. Gobernantes. Gobiernos que tienen «un brazo armado» o descansan en sus brazos.
El mundo sufre una oleada que se extiende gracias a la tecnología, el miedo y el desorden político con muchas leyes y ninguna moral o virtud.
El mundo se exhibe en la peor de sus escenificaciones y eleva al terrorismo a noble representación presentándolos como actores de bondad para lograr sus objetivos, entrando en una de las mayores locuras que ha vivido la humanidad.
Desde sus escaños convertidos en púlpitos hay poderosos políticos que vomitan su palabra sobre inocentes víctimas y elevan el discurso terrorista al nivel del político llegando un momento en el que no se distinguen uno de otro.
El nivel alcanzado hasta llegar a la meta de «terrorismo de Estado» debería hacernos pensar que el terrorismo no ha sido definido de manera inequívoca cuando sus actos no dan posible error. Hay intereses tan sucios que son capaces de justificar acciones terroristas exhibidas por todas las televisiones del mundo y amparadas por muchas personas que representan políticamente a grupos sociales, algo inaudito que llega a convertirse hasta en lucha política, afectando al nivel internacional dividiendo al mundo de manera tan hipócrita como nunca antes se ha presenciado.
Cuando se les da cobijo, cuando alcanzan sus objetivos, cuando se les justifica, cuando «Sí, pero…», cuando llegan al poder y se instalan en las instituciones es que todo está perdido.
En España sabemos, más que nadie en Europa, lo que significa el terrorismo. Cada vez que esto ocurre en cualquier lugar del mundo no podemos evitar que el recuerdo de lo vivido nos afecte y avergüence al ver a lo que hemos llegado: secuestros, rehenes, bombas, paquetes bomba, coches bomba, avisos de bomba, tiro en la nuca, matanza de niños, de mayores con sus menores, de madres y padres, de abuelos, miedo, terror, matar y matar, beber sangre, comer sangre y llenar los cementerios, la tierra sembrada de odio, para siempre.
El mundo y la vida política siguen: sin rubor, sin vergüenza, sin recato, sin honor y sin dolor.
Todos de perfil, mirando para otro lado. Llegará un día en el que se diga que la culpa la tenían las víctimas. Por lo pronto ya están olvidadas en beneficio de sus asesinos.
Rafael Dávila Álvarez
Blog: generaldavila.com
18 octubre 2023
