Creen los jóvenes que son los primeros y únicos en advertir un problema y que son ellos los que tienen la solución. En realidad no se dan cuenta de que las cosas no son en blanco y negro sino que hay multitud de matices.
Piensa Juan Soldado que la juventud no es el único valor útil como solución a viejos problemas y que ella sin serenidad lo único que hace es agrandarlos.
En otras épocas se veneraba a la persona “de edad”. Era valorada su experiencia y los puestos de responsabilidad ciudadana recaían sobre ellos. En la Esparta griega gobernaban dos reyes junto con veintiocho mayores de sesenta años elegidos por aclamación, teniendo en cuenta su sensatez. En Roma sabemos que existió el Senado como órgano consultivo que aportaba asesoramiento por su experiencia y equilibraba el poder del César. A partir de la Revolución Francesa se instituyó el Consejo de Ancianos como órgano legislativo siendo sus miembros elegidos por determinados criterios como el de la edad. En las sociedades nómadas como la saharaui, la mauritana etc. existió un órgano de gobierno intertribal, el Ait Arbain o consejo de los cuarenta, compuesto por chiuj (pl. de chej) -uno por cada tribu- que no eran elegidos por votación sino que eran personas de edad, con experiencia y conocimientos de la vida y leyes tradicionales, su autoridad se demostraba en el buen consejo, arbitraje y mediación en conflictos de familia. Persona de honor, generosidad y hospitalidad.
Todos eran personas cuya trayectoria moral a lo largo de los años era reconocida por sus entornos, no siendo necesario ningún tipo de votación sino que era un acuerdo tácito, un reconocimiento de su buen hacer, respetados por su sabiduría, experiencia y depositarios de conocimientos y tradiciones.
Los sistemas democráticos favorecen, o así debería de ser, la igualdad de oportunidades (algo a lo que no se niega Juan Soldado) y esto propicia que el más docto y preparado compita con el menos instruido (al menos así piensa él). El joven y el viejo tienen las mismas oportunidades a simple vista… pero no es así. Los medios de comunicación y la propaganda hacen que se ponga en valor la juventud y se ignore o menosprecie la veteranía y la experiencia. No hay que ir tan rápidos pues la velocidad no es buena para casi nada.
Juan Soldado, por veterano que es, sabe que si hay algo que te da la veteranía es aprender a callar cuando se debe, a saber que las ideas tienen claroscuros y a comprender mejor por qué ocurren ciertas cosas…
Piensa Juan Soldado que los jóvenes han de curtirse en el banquillo antes de ser titulares en el equipo y han de pasar por multitud de cribas que demuestren su valía y aptitudes y no sólo su arrojo y voluntad. Sabe, y no se equivoca, que el joven actual tiene más preparación técnica que los de generaciones anteriores pero eso no es suficiente, según él, pues aprecia que le falta preparación humanística. Una sociedad que deja las riendas de su dirección sólo a la juventud, se suicida.
A Juan Soldado no le gusta lo que está pasando y le alarma la idea de que puedan ser modificadas ciertas cuestiones por personas que no alcanzan los cuarenta.
Juan Soldado acata y cumple, como la milicia.
Andrés Manrique.
Teniente (R.)
Pero como Juan Soldado
Quedan muchos todavía
Que se muestran preparados
Para obedecer lo ordenado
En defensa de las valías.
(Ramón Lencero Nieto.- Aventurero)
Blog: generaldavila.com

Cierto, amigo Andrés, Juan Soldado ha dado en la diana…
No hace demasiados años que el triunfo profesional era fruto de una dedicación, de un esfuerzo, de una superación continua de uno mismo,… y ello era motivo de un legítimo orgullo que el profesional sentía de si mismo y de su trabajo. Existía un reconocimiento por el trabajo bien hecho, un respeto por la dedicación del trabajador y por tanto una relación calidad-reconocimiento entre directivos, mandos y trabajadores que hacía que el profesional no cayese en la apatía laboral, en el aburrimiento cotidiano, o en el…»para qué me voy a esforzar, si no va a valer para nada». La calidad era una continua búsqueda de la mejora.
Hoy día, ocurre todo lo contrario; las relaciones se han materializado, el nivel de profesionalidad importa menos que el nivel de titulación, ya que el título que se posea tiene más importancia que la capacidad de gestión, la preparación del individuo. Somos el País de Europa que más fiebre de titulitis padece y… «en eso sí estamos a la cabeza». Eso hace que al frente de puestos de responsabilidad existan personas inexpertas, por la falta de experiencia e inmaduras por haber conseguido un puesto determinado sin esfuerzo alguno, ¿como se puede valorar algo que no cuesta esfuerzo en conseguir?, ¿estamos en la supremacía de lo teórico sobre lo práctico?, ¿está reconocida, hoy día, la experiencia?.
Que, como Juan Soldado, nuestro objetivo social, laboral y como individuo, sea conseguir lo que el arquero con espíritu deportivo: Manejar el arco con habilidad y destreza, fruto de la práctica cotidiana y experiencia, para que la flecha salga segura a su destino, que no es otro que el centro de la diana, que no es otra cosa que la calidad de vida y una forma y un estilo de vivir: «la forma natural de hacer las cosas»…
Un fuerte abrazo.
Pedro Motas
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