MORO. Rafael Dávila Álvarez

Me lo contaban y no daba crédito. Un comentario a un artículo digital no fue aprobado porque en su contenido aparecía la palabra moro. Le acaba de ocurrir a un buen amigo que como tiene infiltrados en la redacción pudo enterarse de las razones por las que su inocente comentario no fue admitido a trámite. Claro son cosas de la Inteligencia Artificial ordenadas por el hombre. Estas máquinas que aprueban, o no, los comentarios, están preparados para que de manera automática borren las palabras soeces, tacos, me gusta la fruta y cosas así. La orden se la han dado los intocables y ella con ese insufrible automatismo del algoritmo cumple como tal. De moro nada.

Claro lo primero es ir al Diccionario de la RAE, o al juzgado si tienes un amigo juez, o a tu abogado, si lo tienes, no vaya a ser que la palabra esté inmersa en una de las miles leyes que todo lo prohíben, que cuidadito con lo que escribes o dices, incluso en wasap que además de pegasus hay otras cosas que ustedes ni se imaginan, y esto va en serio y en serie.

A mi padre, teniente de Regulares, Alhucemas nº 5, en la guerra civil, con perdón, le salvó la vida un morito del mismo Alhucemas con el que mantuve relación epistolar hasta su fallecimiento. Recuerdo su cara y el nombre, pero siempre que nos veíamos me decía que él era el morito de Alhucemas y así nos tratábamos, aunque yo siempre le llamaba mi Cabo, que fue el empleo que alcanzó a mucha honra y para servir a Dios (así decía) a España y a usted.

«Tú y yo formamos la tempestad; tú eres el viento furibundo; yo el mar tranquilo. Tú llegas y soplas irritado; yo me agito, me revuelvo y estallo en espuma. Ya tienes ahí la borrasca; pero entre tú y yo hay una diferencia; que yo, como el mar, jamás me salgo de mi sitio, y tú, como el viento, jamás estás en el tuyo». Le decía el Raisuni al entonces teniente coronel Silvestre. El Rif, tierra áspera y salada. Escondida bajo el sol y la noche, no se deja ver por cualquiera. Solo la penetra quien la vigila y la entiende porque vive sus entrañas de humilde, pero brava pobreza. Es la única condición que impone para amarla y entenderla. Para bien y para mal hemos convivido con ellos muchos años y la sangre española regó los campos de aquellos moros.

El paisaje te hace poeta. Guerrero te convierten sus consecuencias.

Nuestro gran problema es que no sabemos nada de palabras ni de hechos.

Todo nos lo dan digerido y procesado. Si no lo quieres te procesan.

Hoy el mundo se ríe de nuestro Gobierno y no sé qué pensar, pero deberíamos estar preparados no sea que antes de que este ser iluminado nos deje, que está a punto, diga otra palabra que la máquina de la verdad nos haga borrar por las malas.

No será moro la palabra prohibida. Tempestad por el sur.

29 mayo 2024

Rafael Dávila Álvarez

Blog: generaldavila.com