MILICIA Y VIRTUDES. EL MANDO DE LAS TROPAS. General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

 

De soldado a general está a punto de cumplir un mes de vida y va creciendo a pesar de las zancadillas que le han puesto desde su gestación. Puede que dado el interés que ha suscitado tenga más hermanos de sus mismas características porque el tema no está cerrado y las guerras de todo tipo se suceden cada día, cada mes, cada año. Este proyecto fue creado, como ya les dije, para constituirse en conversaciones audiovisuales y ofrecido a un periódico digital que lo rechazó, y es comprensible porque los medios también están sometidos a la presión de sus ideas fuerza que no son otras que grupos económicos que se reparten el amplio espectro de las ideologías de consumo, por tanto siguen al pié de la letra los raíles por donde circular sin tener en cuenta más allá de su verdad. Las armas y las bendiciones en el caso del digital se entrelazan en un escudo de armas que une los cañones al metal más dorado y adorado. Bendiciones a cañonazos.

La guerra es un invento tan antiguo que nunca lo fue, sino, hijo del hombre, su primer gesto al encontrarse con el otro. Quizá sea porque del enfrentamiento nacen la amistad y la muerte anticipada. Nada hay en el ADN del hombre tan claro como la guerra. Puede que no sea tan mala como la presentamos y esa sea la razón de que tanto nos guste repetir. Debo recurrir como tantas veces al poeta Ángel González que retrata el panorama en definitivos versos. Dice nuestro sabio poeta que hay dos cosas que se repiten y las dos se hacen con sangre: la historia -que es la guerra- y la morcilla. Nunca lo olviden.

Interpretación del pesimista:
Nada es lo mismo, nada
permanece.
Menos
la Historia y la morcilla de mi tierra:
se hacen las dos con sangre, se repiten.

Un poeta lo entiende. El Emperador no. Pasar a la Historia de la humanidad como un gran hombre que ha ganado la fama y la grandeza fruto de la guerra es una de las mayores contradicciones, difícil de encajar. El incomprensible personaje tiene un nombre: Napoleón. Él, inventor de la guerra del pueblo, para el pueblo, solo entendía de soldados, nunca le interesaron los hombres. Sigue ocurriendo en este mundo tan pacífico. Mueren siempre los mismos. La guerra se extiende en armas, con tecnologías inimaginables, pero en las trincheras sigue el hombre.

Napoleón después de la tan inútil como sangrienta batalla de Eylau, al ver devastado su Ejército, pronuncia quizá la más doliente y cruel definición del hombre. Entre el 7 y el 8 de febrero de 1807 hubo un feroz enfrentamiento entre el Emperador y el general ruso Bennigsen. Sus consecuencias suenan en la historia militar y humana. Fue la batalla de Eylau. Resultado: la nieve se disolvía con la sangre de los muertos y heridos y el campo de batalla humeaba como si fuese la puerta del infierno. Napoleón observa el pandemónium y sin inmutarse pronunció un espumarajo que no tiene otro análisis que la violencia de pensamiento que acaba con el hombre sin poner límite a la guerra que lleva dentro.

«Une nuit de Paris réparera tout cela». «Todo esto lo remedia una noche de París».

Los soldados muertos yacen sobre la nieve. Su ejército mermado. Fruto de una noche parisina surgirán nuevos reemplazos, ese es el tiempo que necesitará para tener más carne de cañón. Dudo de su sufrimiento. Napoleón solo sufriría por la derrota.

Una feroz sangría que a nada condujo. Ninguno de los cadáveres pudo contarnos si había merecido la pena. Los muertos no hablan, solo recuerdan: ¿por qué? ¿para qué?

Lo que demuestra que el Emperador no era ese gran militar del que habla la Historia, sino un enloquecido jugador del peor de los juegos: la guerra. Nunca un hombre así debe estar al mando de las tropas.

En el ardiente verano las rotativas olvidan la guerra de los cañones y ellos siguen a la suya que se resume en hacer caja. Los intelectuales de la guerra ¿un oxímoron? hablan en los cursos de verano de virtudes cuando la política que los dirige no practica lo que ordena.

Debemos recordar que Cervantes fue soldado. Lo fueron Garcilaso, Hurtado de Mendoza, Francisco de Aldana, Lope de Vega, Quevedo, Pedro Calderón de la Barca... Todos iguales a la hora de defender la lealtad al Rey y su fe católica. Lo hicieron con la pluma y la espada allí donde nadie era más que otro, si no hacía y sabía más que otro. Un ejército que se basaba en la meritocracia. Bueno es recordarlo y ejercerlo.

«¿Qué opinión tiene un villano? Aquella misma que vos, que no hubiera un capitán si no hubiera un labrador. Puedo decir no hay un soldado que no sea por la sangre de las armas noble. ¿Qué más excelencia?»

Y de la sangre de las armas surgieron nobles las letras. Las armas llevan a las letras, las letras cuentan de las armas, una batalla que recorre los siglos, coexisten y se necesitan. Cuando una nación es grande en su política y milicia va acompañada del engrandecimiento de su cultura.

Ora la pluma, ora la espada. Escribía el Inca Garcilaso, soldado y escritor cuando:

Allende nuestros mares

allende nuestras olas

¡El mundo fue una selva

de lanzas españolas!

Valor, honra y honor. Son condecoraciones permanentes en nuestros uniformes. Lo hemos exportado por el mundo. Desde nuestro Siglo de Oro hasta hoy. Armas necesarias para la victoria, incluso para la derrota, que no es tal cuando el honor no se pierde. Por eso no puede llevar el uniforme de soldado quien quiera sino quien pueda. Este es un oficio exigente que te lleva a mandar con el ejemplo más que con el mandato. Lo predicaba el soldado Francisco de Quevedo que prefería llevar los ojos en las espaldas de su capitán que tener los ojos del capitán a sus espaldas. Los buenos ejércitos es lo primero que aprenden. Nuestros soldados con su ejemplo han demostrado a través de los siglos lo que significa cultura militar, ejemplaridad y valor; de reemplazo o profesionales todos iguales a la hora del compromiso. Épicas gestas y cultura de guerra: el valor, el honor y la honra.

Siglos en los que se combatió ora la pluma, ora la espada. Soldados de letras y armas que las armas requieren espíritu como las letras.

No hay rejas ni bombas que acaben con la palabra cuando se ha manejado con nobleza la espada. La palabra penetra más hondo que las balas.

Ahora está de moda apagar la voz de la historia. Se habla, incluso se escribe, otra historia. No es la nuestra, la de todos, sino la de unos pocos. ¿Serán más fuertes? ¿O nosotros más cobardes? La tibieza es una de las formas con las que suele presentarse la cobardía.

«Miré los muros de la patria mía, si un tiempo fuertes ya desmoronados, de la carrera de la edad cansados, por quien caduca ya su valentía».

El valor, el honor y la honra son la esencia de nuestra cultura militar, nuestra fuerza, nuestro distintivo allá por donde vamos. Fue el estado militar fiel trasunto del estado social. Era frecuente dar de mano a la espada para narrar las épicas hazañas de los camaradas, perpetuando así las glorias del ejército y el poderío que alcanzó la patria.

Es un torrente de ideas que fluye en esta canícula ya insoportable por larga.

No me hablen de virtudes, si no es con las palabras y el ejemplo de Francisco de Quevedo: «Cuánto más eficaz mandar con el ejemplo que con mandato. Más quiere llevar el soldado, los ojos en las espaldas de su capitán, que tener los ojos de su capitán a sus espaldas. Lo que se manda, se oye. Lo que se ve, se imita».

No creo que nada de lo que ahora se ve sea imitable para buen gobierno de las tropas.

De milicia y virtudes les hablamos en el libro De soldado a general.

«Entre las armas del sangriento Marte, do apenas hay quien su furor contraste, hurté de tiempo aquesta breve suma, tomando, ora la espada, ora la pluma».

General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

Blog: generaldavila.com

23 julio 2025

DÍA DEL LIBRO. ORA LA PLUMA, ORA LA ESPADA (General de División Rafael Dávila Álvarez)

poetas-siglo-oro-espanolCervantes fue soldado. Lo fueron Garcilaso, Hurtado de Mendoza, Francisco de Aldana, Lope de Vega, Quevedo, Pedro Calderón de la Barca... Todos iguales a la hora de defender la lealtad al Rey y su fe católica. Lo hicieron con la pluma y la espada allí donde nadie era más que otro, si no hacía y sabía más que otro. Un ejército que se basaba en la meritocracia. Bueno es recordarlo y ejercerlo.

¿Qué opinión tiene un villano? Aquella misma que vos, que no hubiera un capitán si no hubiera un labrador.

Puedo decir no hay un soldado que no sea por la sangre de las armas noble. ¿Qué más excelencia?3191453_640px

Y de la sangre de las armas surgieron nobles las letras. Las armas llevan a las letras, las letras cuentan de las armas, una batalla que recorre los siglos, coexisten y se necesitan. Cuando una nación es grande en su política y milicia va acompañada del engrandecimiento de su cultura.

Ora la pluma, ora la espada. Escribía el Inca Garcilaso, soldado y escritor cuando:

Allende nuestros mares

allende nuestras olas

¡El mundo fue una selva

de lanzas españolas!

VELAZQUEZ---LA-RENDICION-DE-BREDA-O-LAS-LANZASValor, honra y honor. Son condecoraciones permanentes en nuestros uniformes. Lo hemos exportado por el mundo. Desde nuestro Siglo de Oro hasta hoy. Armas necesarias para la victoria, incluso para la derrota, que no es tal cuando el honor no se pierde. Por eso no puede llevar el uniforme de soldado quien quiera sino quien pueda. Este es un oficio exigente que te lleva a mandar con el ejemplo más que con el mandato. Lo predicaba el soldado Francisco de Quevedo que prefería llevar los ojos en las espaldas de su capitán que tener los ojos del capitán a sus espaldas. Los buenos ejércitos es lo primero que aprenden. Nuestros soldados con su ejemplo han demostrado a través de los siglos lo que significa cultura militar, ejemplaridad y valor; de reemplazo o profesionales todos iguales a la hora del compromiso. Épicas gestas y cultura de guerra: el valor, el honor y la honra.

Siglos en los que se combatió ora la pluma, ora la espada. Soldados de letras y armas que las armas requieren espíritu como las letras.

No hay rejas ni bombas que acaben con la palabra cuando se ha manejado con nobleza la espada. La palabra penetra más hondo que las balas.

Ahora está de moda apagar la voz de la historia. Se habla, incluso se escribe, otra historia. No es la nuestra, la de todos, sino la de unos pocos. ¿Serán más fuertes? ¿O nosotros más cobardes? La tibieza es una de las formas con la que suele presentarse la cobardía.

Miré los muros de la patria mía, si un tiempo fuertes ya desmoronados, de la carrera de la edad cansados, por quien caduca ya su valentía.Miré los muros

El valor, el honor y la honra son la esencia de nuestra cultura militar, nuestra fuerza, nuestro distintivo allá por donde vamos. Fue el estado militar fiel trasunto del estado social. Era frecuente dar de mano a la espada para narrar las épicas hazañas de los camaradas, perpetuando así las glorias del ejército y el poderío que alcanzó la patria.

DÍA INTERNACIONAL DEL LIBRO

No vivimos del recuerdo sino desde el recuerdo de un pasado que explica y enlaza, nuestra forma de ser y sentir, con el tiempo actual.

1304297139_740215_0000000000_noticia_normalHan pasado los tiempos, cambian las leyes y los usos, las costumbres. En la milicia el valor, el honor y la honra siguen como cultura de guerra por encima de otras cualidades. La crítica hacia ello suele ir cargada de ignorancia y se exhibe con impúdico descaro, como si ese rechazo fuese un mérito de los tiempos que corren. Quizás por eso el silencio, más allá de alguna crónica periodística, a las diarias hazañas de nuestros soldados aquí y repartidos por el mundo.

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«El Camino Español» (Augusto Ferrer Dalmau)

Hoy “Día Internacional del Libro” es buen momento para una reflexión sobre nuestras armas y letras, para recuperar nuestra historia, nuestras olvidadas glorias, y a la vez volver a hablar del valor, del honor y honra, del ejemplo de nuestros soldados. Sigue siendo la esencia de nuestra cultura militar. También del conjunto de la sociedad llana y sencilla. Siempre fue la milicia fiel reflejo de las virtudes y defectos de la sociedad a la que sirve.

No debemos ignorar la voz de la historia. Empecemos leyendo y continuemos aprendiendo.

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«LA PATRULLA» (Augusto Ferrer Dalmau)

Demos de mano a la espada para narrar las épicas hazañas de nuestros soldados, aunque sea solo de vez en cuando.

Ora la pluma, ora la espada.

 General de División Rafael Dávila Álvarez (R)

Blog: generaldavila.com

 

 

 

 

LITERATURA MILITAR ESPAÑOLA

(FRANCISCO BARADO – MDCCCXC)

(Biblioteca Nacional)

http://bdh-rd.bne.es/viewer.vm?id=0000051878&page=1