Cervantes fue soldado. Lo fueron Garcilaso, Hurtado de Mendoza, Francisco de Aldana, Lope de Vega, Quevedo, Pedro Calderón de la Barca... Todos iguales a la hora de defender la lealtad al Rey y su fe católica. Lo hicieron con la pluma y la espada allí donde nadie era más que otro, si no hacía y sabía más que otro. Un ejército que se basaba en la meritocracia. Bueno es recordarlo y ejercerlo.
«¿Qué opinión tiene un villano? Aquella misma que vos, que no hubiera un capitán si no hubiera un labrador.
Puedo decir no hay un soldado que no sea por la sangre de las armas noble. ¿Qué más excelencia?»
Y de la sangre de las armas surgieron nobles las letras. Las armas llevan a las letras, las letras cuentan de las armas, una batalla que recorre los siglos, coexisten y se necesitan. Cuando una nación es grande en su política y milicia va acompañada del engrandecimiento de su cultura.
Ora la pluma, ora la espada. Escribía el Inca Garcilaso, soldado y escritor cuando:
Allende nuestros mares
allende nuestras olas
¡El mundo fue una selva
de lanzas españolas!
Valor, honra y honor. Son condecoraciones permanentes en nuestros uniformes. Lo hemos exportado por el mundo. Desde nuestro Siglo de Oro hasta hoy. Armas necesarias para la victoria, incluso para la derrota, que no es tal cuando el honor no se pierde. Por eso no puede llevar el uniforme de soldado quien quiera sino quien pueda. Este es un oficio exigente que te lleva a mandar con el ejemplo más que con el mandato. Lo predicaba el soldado Francisco de Quevedo que prefería llevar los ojos en las espaldas de su capitán que tener los ojos del capitán a sus espaldas. Los buenos ejércitos es lo primero que aprenden. Nuestros soldados con su ejemplo han demostrado a través de los siglos lo que significa cultura militar, ejemplaridad y valor; de reemplazo o profesionales todos iguales a la hora del compromiso. Épicas gestas y cultura de guerra: el valor, el honor y la honra.
Siglos en los que se combatió ora la pluma, ora la espada. Soldados de letras y armas que las armas requieren espíritu como las letras.
No hay rejas ni bombas que acaben con la palabra cuando se ha manejado con nobleza la espada. La palabra penetra más hondo que las balas.
Ahora está de moda apagar la voz de la historia. Se habla, incluso se escribe, otra historia. No es la nuestra, la de todos, sino la de unos pocos. ¿Serán más fuertes? ¿O nosotros más cobardes? La tibieza es una de las formas con la que suele presentarse la cobardía.
«Miré los muros de la patria mía, si un tiempo fuertes ya desmoronados, de la carrera de la edad cansados, por quien caduca ya su valentía».
El valor, el honor y la honra son la esencia de nuestra cultura militar, nuestra fuerza, nuestro distintivo allá por donde vamos. Fue el estado militar fiel trasunto del estado social. Era frecuente dar de mano a la espada para narrar las épicas hazañas de los camaradas, perpetuando así las glorias del ejército y el poderío que alcanzó la patria.
DÍA INTERNACIONAL DEL LIBRO
No vivimos del recuerdo sino desde el recuerdo de un pasado que explica y enlaza, nuestra forma de ser y sentir, con el tiempo actual.
Han pasado los tiempos, cambian las leyes y los usos, las costumbres. En la milicia el valor, el honor y la honra siguen como cultura de guerra por encima de otras cualidades. La crítica hacia ello suele ir cargada de ignorancia y se exhibe con impúdico descaro, como si ese rechazo fuese un mérito de los tiempos que corren. Quizás por eso el silencio, más allá de alguna crónica periodística, a las diarias hazañas de nuestros soldados aquí y repartidos por el mundo.
Hoy Día Internacional del Libro es buen momento para una reflexión sobre nuestras armas y letras, para recuperar nuestra historia, nuestras olvidadas glorias, y a la vez volver a hablar del valor, del honor y honra, del ejemplo de nuestros soldados. Sigue siendo la esencia de nuestra cultura militar. También del conjunto de la sociedad llana y sencilla. Siempre fue la milicia fiel reflejo de las virtudes y defectos de la sociedad a la que sirve.
No debemos ignorar la voz de la historia. Empecemos leyendo y continuemos aprendiendo.
Demos de mano a la espada para narrar las épicas hazañas de nuestros soldados, aunque sea solo de vez en cuando.
Ora la pluma, ora la espada.
General de División Rafael Dávila Álvarez (R.)
Blog: generaldavila.com
23 abril 2021
La Guerra Civil en el Norte… Por General Dávila